- ¿Qué? -Daniel había quedado en un trance. Ambos jóvenes miraron al señor Miyagi, quien se mantenía sereno y totalmente serio. No entendían cómo podía encontrarse tan tranquilo, los estaban secuestrando y probablemente sus órganos acabarían siendo vendidos en el mercado negro. Bueno, eso pensaban en su paranoia.
- ¡Tío! -llamó Chozen. Los tres se voltearon hacia él. Una puerta se abrió, y de ella emergió el hombre que habían visto en el cartel cuando habían llegado. Exactamente igual, sólo que estando en un traje elegante y portando lentes de sol. "¿Quién demonios usa lentes de sol en medio de esta oscuridad? Apenas lo veo y eso que yo no los llevo. Qué persona más rara." pensó Peyton entrecerrando los ojos para distinguir mejor al anciano, que se acercó a pasos firmes hasta ellos.
- Sato. -dijo Miyagi, sin cambiar su expresión serena e inclinando levemente la cabeza a modo de saludo.
- Así que, cobarde... -Daniel alzó ambas cejas. "Menuda forma de saludar al que era tu mejor amigo." pensó.- regresaste.
- Para arreglar diferencias con padre.
- Y conmigo. -dijo con una seriedad mortal. Los dos jóvenes se estremecieron. Daniel colocó su brazo delante de Peyton, en instinto protector.
- Sato, no pelear contra ti. -negó el señor Miyagi.
- Entonces morirás como has vivido. ¡Como un cobarde! -se dispuso a irse, pero se detuvo- Verás a tu padre. ¡Luego te las verás conmigo! -subió al auto y su sobrino cerró la puerta. Le pasó el libro que había estado leyendo Daniel, por lo que Chozen miró la tapa y lo lanzó al suelo. Larusso lo recogió y los tres vieron cómo se retiraban en el auto, dejándolos solos ahí.
El señor Miyagi no se quedó más, por lo que caminó a recoger sus maletas.
- ¿Qué va a hacer? -preguntó Daniel.
- Encontrar taxi.
- No, en cuanto a Sato.
- Nada.
- ¿Nada? -el castaño se volteó a ver a Peyton, quien seguía aferrada a su brazo. Ella se encogió de hombros y se soltó de él, yendo a juntar sus cosas junto a Miyagi.
- Nada. -repitió, alzando su maleta y empezó a caminar sin esperarlos, dejándolos muy confundidos al respecto. Los dos se apuraron recogiendo sus maletas para poder alcanzarlo.
- ¿Todo esto porque dijo a todo el mundo que se iba a casar con Yukie? -preguntó Daniel, extrañado.
- Hai. -contestó. Peyton hizo una mueca.
- ¿Por qué no se casó con ella y se mudó a Alaska? -preguntó el chico, con una pequeña sonrisa.
- Daniel-San, nadie perfecto.
( . . . )
Tras un buen rato, un taxi los estaba trasladando. Nuevamente, Daniel se había agarrado de la mano de Peyton, quien no hablaba. Aún estaba aturdida por el encuentro con Sato. Ahora se encontraban en una zona llena de soldados estadounidenses.
- ¿A dónde va, amigo? -preguntó un soldado, acercándose a la ventanilla del taxi.
- Poblado Tomi. -contestó Miyagi, hablando fuerte debido a los ruidos de maquinarias alrededor.
- ¿Poblado Tomi? Nunca he oído hablar de él. Esta es la base aérea de Kadena -informó el soldado. Peyton ladeó la cabeza confundida, mirando al anciano. - Sargento, ¿y el poblado Tomi?
- ¡Lo está pisando, cabo! ¡Sáquelos de aquí! -gritó su superior, para sorpresa de los ocupantes del taxi.
- Tome esa carretera y gire a la derecha. -indicó el soldado señalando el camino. El taxista asintió y aceleró en la dirección que le había dado.
- Oy, Daniel-San, Peyton-San. Miyagi recuerda cuando su padre le enseñó física en este mismo lugar. -ambos jóvenes miraron hacia el lugar mencionado- Era 1927. Era más tranquilo entonces. -la castaña sonrió, le había hecho gracia el comentario.
El taxi siguió avanzando por la carretera, entrando a un lindo y adorable pueblo lleno de vegetación. Peyton asomó la cabeza encantada, mirándolo todo. Era totalmente rural, ella adoraba ese paisaje y ambiente, desde que era pequeña había soñado con vivir en un pueblo así, cosa que no pudo cumplir.
Cuando el automóvil se detuvo, ya casi se hacía completamente de noche y todo estaba húmedo por una reciente lluvia. Los tres pasajeros bajaron mirando todo con curiosidad, principalmente los dos jóvenes acompañantes del señor Miyagi.
- Muchas gracias. -le dijo Daniel al taxista, bajando los equipajes. Llevó el suyo y el de Miyagi, pasándole el suyo a Peyton, a regañadientes. La chica se había negado a que él cargara con su maleta. El taxista aceleró, desapareciendo de la vista, y Daniel se giró sonriente hacia su compañera.- Es todo muy lindo, ¿no?
Ella asintió frenéticamente, y ambos siguieron al señor Miyagi, quien subía una escalerilla para entrar a la casa en la que se hospedarían. Abrió el portón, y los dos chicos caminaron tras de él. En cuanto estuvieron enfrente, el anciano se giró hacia ellos.- Quítense los zapatos. -susurró. Obedecieron y al mismo tiempo bajaron las maletas a un lado. El japonés se acercó a tocar levemente la puerta, y al instante recibió la respuesta de una dulce voz femenina a través de ésta. La dueña de ella abrió y sonrió en grande al ver al señor Miyagi.
- ¡Miyagi-San! Tía Yukie dijo que vendría. -dijo una joven asiática. Peyton y Daniel se quedaron viéndola, curiosos.
- Yukie... ¿Dónde está ella? -preguntó Miyagi. La chica se fijó por un par de segundos en los dos jóvenes que estaban detrás de él, específicamente más en Daniel.
- Atendiendo a su padre -contestó. El anciano asintió con una sonrisa y pasó.
- Soy Daniel -se presentó el joven castaño- y ella es Peyton. -la nombrada sonrió mientras saludaba con una mano.
- Hola, soy Kumiko. Por favor -les devolvió la sonrisa e inclinó levemente la cabeza, invitándolos a pasar. A ambos les pareció una chica muy dulce.
Los tres caminaron justo detrás del señor Miyagi, quien se adentró en una de las habitaciones. En cuanto se fijaron, vieron a un hombre de avanzada edad tendido en una cama y a una hermosa mujer arrodillada a su lado, cuyos ojos se cristalizaron en cuanto vio al japonés.
Eran su padre y su amada Yukie.
( . . . )
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𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚. | Daniel Larusso.
RomancePeyton Black siempre fue un personaje secundario en la vida de Daniel Larusso. Bueno, más bien era un extra que estuvo presente en casi todas las escenas, en su mayoría involuntariamente. Casi sin querer, la joven fue testigo de casi todos los suces...