03.

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Era la hora acordada y Daniel no se había presentado. Miyagi observaba por todos lados, esperando que el chico apareciera, y Peyton jugaba con sus manos, pensando que tal vez simplemente se había demorado.

— Señor Miyagi, creo que es mejor que ya nos vayamos. —terminó por susurrar al anciano, tratando de no sonar decepcionada, pero para su desgracia se notó bastante. Su interlocutor suspiró y asintió.

— Su hija tiene razón. No llegará, señor. —a la chica le hizo gracia la confusión. Ni siquiera tenían parentesco físico, pero realmente parecía su padre. De todos modos, era su única figura paterna.

Ambos, Peyton y Miyagi, subieron al taxi con una expresión desanimada.

— Al aeropuerto. —pidió el asiático, por lo que el taxista asintió de acuerdo y aceleró.

( . . . )

No habían tardado demasiado en llegar. Ahora estaban formando fila para ya subir al avión, y por alguna razón, Peyton miraba hacia atrás, esperando que por algún milagro de la vida Daniel apareciera triunfalmente para despedirlos. Claro que sólo estaba fantaseando. Fijó su mirada nuevamente hacia enfrente, tal vez le sería bueno apartarse un poco de su ciudad natal, y descubrir más sobre la vida pasada del que había sido su tutor. También podía ser que hiciera amigos nuevos.

Pronto fue el turno de ambos.— Buenas noches. —saludó Miyagi, entregando los boletos. Peyton suspiraba detrás de él mientras la sonriente mujer les indicaba dónde serían sus asientos.

— Que tengan un buen vuelo. —se despidió, y justo cuando iban a entrar, oyeron un grito tras de ellos.

— ¡Señor Miyagi, Peyton! ¡Esperen! ¡Voy con ustedes! Mi madre me ha dado permiso. —exclamó sonriente. Peyton no pudo evitar que se le dibujara una boba sonrisa, pero al notarlo, se sacudió un poco.— Quiero decir, si le parece bien, señor Miyagi.

— Pasajes muy caros. —la castaña miró al anciano. Tenía razón, ¿de dónde Daniel había sacado el diner...?

— Conseguí el dinero de mi cuenta de ahorros, ya me ocupé de todo —dijo sin borrar su sonrisa. Miyagi hizo una mueca de desaprobación y la ojiazul abrió mucho los ojos.

El asiático insistía que se trataba de dinero para la universidad, pero Larusso contestó que conseguiría un trabajo y le tomaría seis meses.

— Trabajo difícil de encontrar.

— Lo sé. Señor Miyagi, usted es más importante que la universidad. No hay nada más importante que usted para mí. Cuando lo necesito, siempre está ahí para ayudarme. De veras quiero ir, y si le parece bien, me gustaría ir.—dijo suplicante. Peyton sonrió al escucharlo, se notaba el gran estima que el joven le tenía al japonés.

— Daniel-San, creo que no ser buena idea. —Miyagi negó. Peyton lo miró incrédula.

— Podré estudiar la historia de Okinawa de cerca, vamos. —insistió. El asiático lo miró divertido.

— No saber que estudiabas eso.

— Acabo de empezar —enseñó un libro que rezaba "OKINAWA" en la portada. Miró por sobre el hombro de Miyagi, viendo a Peyton, quien lo miraba. Él le guiñó un ojo y ella negó sonriendo.

— Vamos a cerrar las puertas. —dijo la azafata acercándose.— Regrese a la puerta de embarque, joven. —le habló al castaño, él y Peyton miraron a Miyagi suplicantes.

𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚. | Daniel Larusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora