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—¡Ey, Mauro!, que bueno que llegaste, te estábamos esperando. — Comentó Paulo alegre tras abrirle la puerta. El alboroto y la música fuerte se podían distinguir incluso sin entrar o llegar completamente, eso significaba que se la estaban pasando bien y eso de alguna forma, ponía nervioso al de ojos verdes.

Cuando Mauro llegó frente a aquella bonita casa de dos pisos color blanco y un jardín lleno de flores en la entrada, pensó que probablemente estaba equivocado de lugar, pero todo eso se fue cuando la puerta frente a él fue abierta dejando a la vista a aquel rubio. Paulo se veía algo energético y alegre, vestía una remera blanca totalmente lisa, unos pantalones estilo jeans color negro con unos zapatos cómodos del mismo color. Pero la pequeña cadena de plata que adornaba su cuello quedando a la vista y su increíble cabellera algo alborotada por el ambiente le daban el toque sin dudas.

Paulo inmediatamente lo hizo pasar empezando a darle un pequeño “tour” por el lugar, que era mucho más amplio por dentro de lo que se veía desde afuera.

—Y acá está la barra, los pibes se emocionaron de más y trajeron un montón de bebidas de todo tipo, ahora el único problema es que no se como carajos le voy a hacer para ocultar todo esto antes de que mis viejos lleguen del trabajo. — Dijo sonando nervioso.

—Eu no, ¿te puedo ayudar con algo? —. Preguntó Mauro preocupado.

—Podes, si me ayudas a consumirlo todo antes de que termine la noche. — Le sonrío divertido.

Mauro también lo hizo.

—Con gusto Paulito. — Le siguió la corriente y ambos rieron.

Paulo terminó sirviéndole un poco de fernet en un vaso de plástico empezando así los dos una entretenida conversación, misma que fue interrumpida cuando los chicos empezaron a acercarse para saludar al recién llegado.

—Ehh, alta facha que te cargas amigo. — Empezó Matías chocando las manos con el ojiverde. — ¿Tratas de impresionar a alguien hoy? —. Preguntó pícaro.

—Y si, ¿Está tu hermana?

"Huuu."  Se empezó a escuchar por parte de todos.

Matías se empezó a reír.

—Che, esa confianza no te la conocía boludo, bien ahí. — Dijo sin parar de sonreír.

—Hay muchas cosas que no conocen de mi. — Todos asintieron de acuerdo, pero en el fondo Mauro aún no sabía por qué había dicho eso.

Pero era verdad de alguna forma.

—Bueno perris, yo me voy por que me están esperando. — Dijo el de tatuajes orgulloso mientras todos empezaban a hacerle burla, dejando al final solos a los tres.

—Y vos Mati, ¿no tenes a alguien hoy? —. Preguntó Paulo confundido, pues era normal saber que en cada joda el mencionado estuviera con diferentes parejas para según el “pasarla bien"

—Na', hoy no. Ya me estoy cansando un poco de todo eso.

—¿Qué?, ¿De las minas?, ahora me vas a decir que ya no te interesan. — Bromeó un poco el rubio. Todo bajo la atenta mirada de Mauro quién no entendía mucho, más allá de saber que aquella bebida ya le empezaba a surgir efecto.

—Siempre es bueno experimentar cosas nuevas, ¿no, Mauro? —. Preguntó guiñandole un ojo al rubio antes de voltear a ver al antes mencionado, que sin ser del todo consciente de lo que decían solo asintió.

—Woow. — Empezó Paulo alargando la “o" divertido, hasta que escuchó su nombre ser gritado en la otra esquina. — Yo mejor me alejo antes de que se pongan más raras las cosas. — Río empezando a retroceder. — ¡Diviértete Mauro, estas en tu casa! — Fue todo lo que dijo antes de voltear y empezar a caminar hacia aquella dirección.

—¡¿Y yo qué Paulo?! — Gritó Matías ganándose un dedo medio por parte del rubio.

Matías río.

—¿Entonces Mau, queres experimentar conmigo en los cuartos de arriba? —. Preguntó sonriente quedando frente a frente con un ojiverde un poco tomado por todo el alcohol ingerido, pues cabe destacar que ya llevaba más de dos vasos del mismo líquido junto a otro diferente que le habían ofrecido.

—Cállate tonto. — Seguido de esto se dio la vuelta y empezó a caminar entre la gente siendo seguido por Matías, a quien le resultaba divertido toda esta situación.

—Anda Mauro, prometo que seré cuidadoso.

[…]

Mientras la noche de Mauro se trataba de embriagarse lo más posible sabiendo que actuaba de manera inmadura, Tiago se quedó en casa encerrado en su pieza pensando en todo lo que había estado sucediendo desde que aquel peli-blanco había llegado a su vida. Estaba enojado y confundido.

Tiago consideraba que ya tenía suficientes problemas en su vida como para que ahora viniera uno nuevo. Y lo peor es que ahora sentía que el problema ya no era ese peli-blanco de ojos verdes, sino él. Por que por más que trataba, cada día se le hacía más imposible sacárselo de la cabeza.

Suspirando una vez más se lanzó de espaldas quedando recostado en su viejo colchón con la mirada en el techo.

Cerró un poco los ojos pensando en lo que había sucedido ese día y en lo que haría. Cuando los volvió a abrir, a lo lejos, fuera de su mochila, pudo visualizar aquel pequeño regalo junto a esa, ahora maltratada, flor anaranjada. Suspiró.

—¿Que me estas haciendo Mauro?… — Fue todo lo que pudo susurrar antes de caer profundamente dormido.

[…]

¡No!, ¡Detente!, ¡El no tiene la culpa! —. Gritaba desesperada aquella mujer al notar que su “esposo" no paraba y seguía desquitándose con lo único que la mantenía en pie.

Su hijo.

¡Claro que la tiene y vos también!, ¡Si lo hubieras educado como deberías el estaría bien ahora! —. Fue todo lo que dijo antes de regresarse y tomar un nuevo impulso antes de impactar aquel pedazo de cuero doblado por la mitad en la delicada y sensible piel de su hijo, ahora roja y maltratada

¡Detente por favor!

Pero aquel hombre no lo hizo, por que el lo único que estaba haciendo era corregir los errores de su esposa.

Ni los gritos de su esposa suplicando que parase, ni los llantos ni gemidos de dolor de su hijo lograron que el se detuviera.

Por que él hacia lo correcto.

La Máscara De Tu DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora