Capítulo 1

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—Cassandra, debes entender...

—¡Y tú debes entenderme a mí!—repliqué enojada—¡No quiero ir!

—Cassandra Kennedy, irás quieras o no— y se fue dejándome con la palabra en la boca.

Mi vida era genial... hasta este día.

Al cumplír dieciocho años, los abogados nos notificaron que mi abuelo me había dejado de herencia una hacienda en Texas.

A mi madre le encantó la idea de vivir en el campo y ella consiguió un trabajo nuevo como fotógrafa, por lo cual ahora estábamos obligadas a viajar, ya que no daría buena impresión renunciar el primer día de trabajo.

Lo más gracioso debió ser mi cara en la cena de ayer, al recibir la noticia de mi madre de que ya tenía todo listo para viajar, y que por más que le dijera que no quería ir, al final no importaba mi opinión.

He ido un par de veces de vacaciones al campo y me había gustado.

¿Pero tener una vida allí? Viví toda mi vida en Barcelona, todo lo contrario de dónde iría a vivir y adaptarme no iba a ser fácil, sería más bien tirar dieciocho años a la basura.

Lo peor es la razón de la mudanza: nunca he sido de tener lindos sueños, desde pequeña tengo pesadillas perturbadoras, todas relacionadas con una chica.

Mi madre al principio pensó que podría tratarse de alguna amiga o compañera de clase, pero no era así. Y con el tiempo fue poniéndose peor, al punto de tener que llevarme al hospital y que me dieran algún medicamento para dormir. Pero funcionaban por periodos, podía pasar dos meses enteros sin pesadillas, pero luego siempre volvían. Y la otra noche fue aterradora. La chica misteriosa se me acercaba cada vez más, pidiéndome que le ayudara, y estaba cubierta de sangre, con unos ojos tan negros que te perdias en ellos. Y yo tan angustiada, nunca podía hacer nada para ayudarle.

Recuerdo despertarme llorando, en medio de un ataque de pánico y mi madre corriendo hacia a mi para saber que me sucedía. Al día siguiente consultamos con un psicólogo y este nos dijo que se podría tratar de un cuadro de estrés, y nos recomendó un cambio de aire. Así que mi madre al estar preocupada, quiso utilizar la herencia para ver si me despejaba y terminaban las pesadillas.

Me iba a mudar aunque no quisiera y todo era culpa mía, o de mis pesadillas en realidad.

Como desearía solo desaparecer y ser libre, sin que me importara el futuro, ni tener que pensar en el pasado.

Nuestra vida nunca fue fácil, mi padre murió de cáncer de pulmón cuando tenía cuatro años, dejándonos solas a mi madre y a mi. Si bien siempre tuve lo que necesitaba o quería, la parte mala era que mi madre tenía que trabajar más de ocho horas y cuando llegaba a casa estaba muy cansada y se iba directo a dormir, a veces sin comer nada aún. A ella no le quedaba tiempo para mí.

Yo por mi parte le ayudaba con el mantenimiento de la casa.Y tras ver que cada vez nos íbamos separando más, se me ocurrió la idea de ayudarla en su trabajo de fotógrafa.

Desde ahí nos hicimos más unidas, y aunque algunas veces no le tenga que ayudar, la fotografía se convirtió en algo muy importante para mí, dejó de ser un hobby y empezó a ser mi vocación.

Por eso el regalo de mis quince de parte de mi madre fue una cámara de muy buena calidad. Desde entonces cada vez que veo un objeto, paisaje o incluso persona que me llame la atención, le tomo una fotografía pensando en lo que refleja.

La única parte buena de todo esto, era que iba a tener muchas ideas nuevas para capturar con mi cámara.

Ya habíamos empacado todo. Miré a mi alrededor y la casa estaba completamente vacía.

En mi EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora