Capítulo 5

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Los meses habían pasado. Poco a poco, me había acostumbrado a mi vida aquí.

Tenía que levantarme y darle de comer a los animales, desayunar e ir al instituto. Al volver pasaba un tiempo con mi madre, y después subía a mi cuarto para hablar con Ammyt. Luego de unas horas de charlar, me dormía, y empezaba un nuevo día.

El cambio no fue tan malo como pensé al principio.

Ammyt era... agradable, de alguna manera lograba sentirla más cercana de lo que debería en tan poco tiempo.

Pero aún seguía teniendo pesadillas. Ahora todos relacionados con aquella peligrosa niebla que me quería atrapar, en vez de con la chica misteriosa.

Al hablarlo con Ammyt, ella me tranquilizó diciendo que era solo una ilusión jugando con mi cabeza.

Y aunque fue divertido escucharle decir que iba a ser mi ángel guardián y que iba a cuidarme, seguía preocupada. No era normal que el humo o lo que sea, haya podido tocarme.

Por otro lado estaban Selena y Rosa, seguía hablando con ellas.

—¿Ustedes alguna vez han hecho algo muy malo de lo que se arrepientan?—pregunté de repente, cuando estábamos caminando hacia el instituto.

Ambas me miraron confundidas.

—Bueno, yo me comí una torta de chocolate entera que no era para mí—contestó Rosa.

—Si, todas hemos hecho algo como eso, ¿Pero verdaderamente malo? No creo—dijo Selena— ¿Porque la pregunta?

Tocando el collar que me había regalado Ammyt, se me ocurrió la respuesta.

—Es solo que hace poco tiempo leí el diario de las hermanas Kennedy, ya saben, Asaliah y Ammyt. Y contaba todas las cosas horribles que Asaliah le había causado a su hermana. Solo me preguntaba si una persona verdaderamente era capaz de cometer esas locuras.

—¿Así que Asaliah era la hermana problemática a la que se refieren los libros en la biblioteca?

—Si, ¿Por qué les sorprende tanto?

—Porque todo el mundo quiere saber cuál de las dos era—contestó Rosa.—¿Pero no entiendo porque nos hiciste a nosotras la pregunta? No es como si fuéramos a matar a alguien.

—Lo sé—dije, y fui sincera.—Fue tonto hacer esa pregunta. Lo siento.

Si de algo estaba segura, era que más allá de lo que vi, yo creía que eran chicas bondadosas.

Seguimos caminando sin que ninguna de nosotros hablara por el resto del camino.

Al llegar a la puerta del instituto, una puntada en la cabeza me detuvo. Me llevé la mano hacia donde me dolía, sintiendo como si quemara.

—¿Cassandra?

No podía respirar. Todo se veía borroso.

—N-no puedo...—mis piernas no me pudieron sostener.

Lo último que escuché antes de desmayarme, fue una voz susurrando un nombre que no logré distinguir del todo.

Lo último que escuché antes de desmayarme, fue una voz susurrando un nombre que no logré distinguir del todo

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