Capítulo 2

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Siguieron un estrecho pasillo hecho de cráneos y fémures que parecían sonreírle a Fransie desde las paredes, como haciéndole una amable invitación a perderse en las tinieblas con el dios del inframundo.

Fransie no quería ver aquello como un augurio pero la atracción que las tinieblas creaban en ella era... tentadora.

Bajaron más y más, en completo silencio, las paredes de hueso se convirtieron en muros de piedra lisa, donde diferentes dibujos y anotaciones en diversos colores le hicieron ver que aquellas marcas eran más viejas que ella. Mucho, mucho más.

De Hades no podía escuchar ni su respiración, a duras penas sus pasos. Parecía deslizarse a través del piso de piedra, como si flotara. Ella, en cambio, parecía un tanque de guerra: tropezando y cayendo como si hubiera dejado sus propios fémures atrás, junto con los huesos de los miles de franceses bajo tierra. Luego de tropezar y caer varias veces y de notar que Hades no la esperaba ni aunque ella tuviera que correr para alcanzarlo (con temor de perderse en aquellos laberínticos pasillos y no poder encontrar la salida), tomó valor y habló, y había pasado tanto tiempo en silencio que casi sintió como se le desgarraba la garganta.

— ¿Señor Hades? —se atrevió a preguntar— ¿a dónde vamos exactamente?

Nada.

Ni una mínima señal de que la había escuchado.

No se detuvo ni un momento a verificar si ella lo seguía o no —y ella no se atrevió a parar por miedo a perderlo de vista— por el contrario, el dios pareció acelerar el paso, como si alejarse de ella fuera su prioridad.

— ¡Hey!

El Olympo sabía que ella no tenía un mal estado físico, pero llevaba varios meses sin entrenar seriamente y la última vez que había estado en una batalla real había sido el invierno anterior cuando Bianca... bueno, ustedes ya saben esa historia.

Aceleró el paso de tal manera que después no se arrepintiera por ser una debilucha, fue tanto así que casi se tropieza con el dios de cabello negro cuando, tras un giro repentino, se detuvo.

Habían llegado a un espacio abierto, la salida del de aquel montón de laberínticos pasillos. Fransie se adelantó un poco y miró hacia atrás. El lugar por el que acaba de salir era una grieta en una pared gigante —una montaña— de roca negra pálida.

El dios respiró profundo y Fransie creyó detectar un poco de alivio allí.

— Lo siento si fui demasiado rápido —se disculpó Hades comenzando a caminar de nuevo, bajando de la montaña— pero tu maldición es demasiado fuerte en la superficie y no podía permitir que eso me afectara, sería el fin de mi matrimonio.

A Fransie se le cayó la mandíbula y su rostro se puso tan rojo como el cielo sobre sus cabeza.

Ah sí, el cielo era rojo.

Era como si el techo fuera hecho de piedra volcánica, lo que pareciera que estuvieran en un cuarto para revelar fotografías. Eso no mejoraba en nada su aspecto en ese momento.

El hombre siguió caminando, pero, esta vez, de forma un poco mas calmada.

Fransie lo siguió.

— Así que... umm... ¿la maldición no tiene efecto aquí?

— No. Tu maldición fue creada para que afecte a todos los hombres poderosos sobre la faz de la tierra —explicó el dios— no tiene efecto en mi territorio. Ya que yo soy el ser más poderoso aquí, estás a salvo.

Fransie levantó una ceja dudosa.

— ... al menos en lo que la maldición concierne. —aclaró él con una pequeña sonrisa de disculpa.

Con que ahí estaba el truco. Fransie resopló y avanzó tras él.

No le aseguró que ella estuviera fuera de peligro, sólo que él no estaba atraído hacia ella, lo que era un gran alivio la verdad.

Rocas escarpadas y arena volcánica negra se extendían tierra adentro aproximadamente a cien yardas de la base de una alta pared de piedra, la cual se extendía en cualquier dirección tan lejos como Fransie podía ver. Un sonido constante y lejano, como el susurro de miles de voces adoloridas, llegaban a ellos desde algún lugar fuera de su vista. Se le puso la piel de gallina.

Atravesaron el muro, o más bien la muralla que dividía un castillo del resto del territorio, y luego llegaron al jardín.

La chica no comprendía como aquel montón de arbustos cubiertos de flores lograban crecer en aquel ambiente sin luz de sol, pero imaginaba que si eran cuidados por el dios del inframundo y la diosa de la primavera todo era posible.

Pero al entrar al jardín todo cambió, el tensionante ambiente del exterior, la luz rojiza del "cielo" el intoxicante aire como si estuvieran cerca a un volcán —y probablemente así fuera— como si solo dentro de las murallas aquel lugar dejara de ser el infierno.

La tensión de los hombros de Fransie se relajó y ni siquiera sabía que estaba abrazándose a sí misma hasta que dejó de sentir la necesidad de hacerlo.

Sobre ellos, un chillido de ave la sacó de sus pensamientos y al mirar hacia arriba descubrió a la Sra. Cortez, su vecina de Barcelona, sobrevolando sobre ellos. Hades hizo un gesto con la mano y la Furia se alejó. Fransie pareció divisar una sonrisa de dientes puntiagudos dedicada especialmente a ella.

— ¿Por qué laSra..., por que me perseguía la furia el año pasado? ¿la envió usted?

— Te debo una disculpa por eso también. Tal vez no comprendes el alcance de esta maldición que recae sobre ti, niña, pero nos ha afectado a todos de maneras bastante peculiares. En los dioses ha despertado deseos que habían estado escondidos muy profundamente, hace que dejen la poca civilizacion que han adquirido durante los ultimos milenios, y en las diosas... los celos de saber que una simple semidiosa es mas deseada que ellas, bueno, la ultima vez que esto ocurrio hubo una guerra. Hasta donde se la enseñan en todas las escuelas humanas.

La guerra de troya, Helena... ¿Este era el nivel de poder que tenía su maldición?

— Las furias fueron enviadas por mi esposa, quería asegurarse de que no fueras, como decirlo... una amenaza.

Fransie sintió una corriente recorrerle la columna, y el sentimiento de que estaba en el lugar incorrecto para su muy frágil mortalidad, aumentó

— ¿Por qué no hacen que Afrodita borre la maldición entonces?

— Oh, lo intentamos en el último solsticio, créeme, pero no es tan fácil. —explicaba Hades mientras un esqueleto vestido de botones (Fransie tuvo que controlarse para no gritar y pudo sentir su cilindro vibrar en su mochila) les abría un par de gigantes puertas dobles color Burgundy— Afrodita es una de las diosas más antiguas entre nosotras y su poder, el amor, es algo tan viejo como el mismo tiempo, creo que ni ella misma comprende el poder que ha despertado con esta pequeña muestra de su poder. —el dios le hizo una seña para que entrara y ella lo hizo— Lo que comenzó siendo como una pequeña broma, un castigo para una mortal que la ofendió, podría ser tan grande que ni ella misma pueda detenerlo.

Fransie frunció el ceño.

Entre más tiempo pasaba, más complejo parecía ser el mal que la aquejaba. Ahora resultaba que podía significar una nueva guerra de troya y ella comenzaba a pensar que su problema no tenía solución.

No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, porque en ese momento Perséfone apareció.

Era una mujer de apariencia joven pero ojos tremendamente viejos, parecían llenos de información, de cosas por decir. Su cabello era largo, oscuro y rizado, que le daba un aire de niña a pesar de lo alta que era. Tenía un vestido de una tela suave, llena de bordados intrincados en las mangas y pecho, la tela parecía que hubiera pedido el color, como una flor seca; no se veía viejo o gastado solo... desvaído. Su rostro, hermoso y terso, de pómulos anchos y marcados, tenía una expresión burlona. Su sonrisa, totalmente vacía de alegría, la saludó.

— Bienvenida, Francesca, hija de Poseidón.

Hija de los Mares 2, (Percy Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora