Capítulo 6 | El primer día

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Son las seis de la mañana. Tuve una noche tan mala que solo logré dormir cinco horas. No sé si tuve pesadillas, creo que no, pero mi cabeza me duele de tanto pensar. La ansiedad que me provoca el que hoy sea mi primer día se evidencia en mis ojeras y mi aspecto sospechosamente parecido al de un zombie, que ni con una ducha he logrado disimular.

Los días restantes de la semana pasada se basaron en comprar algunos materiales escolares y repasar unos temas de Lengua y Literatura que me hicieron odiar la materia increíblemente. ¿Es necesario que las reglas ortográficas sean tan confusas?

Ayer Bella vino a mi casa de sorpresa solo para darme un obsequio. Cuando abrí la bolsa y vi lo que había dentro sentí que me había enamorado por primera vez, pues me encontré con unos borcegos color mostaza con unos cordones que combinan perfectamente. Lo mejor fue probármelos y descubrir que me quedaron de maravilla.

Como si los hubieran hecho para mí.

Bella insistió en que debía usarlos hoy, que serían una buena señal para un buen comienzo.

Me miro al espejo y suspiro al verme con los borcegos puestos.

Los amo.

Bajo a desayunar y me ilusiona ver que en la mesa hay dos tazas de té y un poco de leche, tostadas y hasta frutas.

–Vaya...

–Buenos días, Emi. ¿Lista para tu primer día? –Mi madre se ve alegre y por un momento temo ante la idea de arruinar todo.

Anoche hablamos y fue muy clara cuando me dio a entender que no se perdería mi primer día, sino que incluso me llevaría hasta la escuela, a lo que accedí; sin embargo, el que haya preparado todo un desayuno para mí, eso sí me sorprende. Por esto me esfuerzo en cambiar mi tono a uno menos frío.

–Buenos días –rodeo la silla y me siento–. Qué bien se ve todo esto.

–Es un día especial –Realmente le entusiasma la idea de que comience hoy. Me muerdo la lengua al sentirme tentada a responderle con sarcasmo–. ¿Tienes todo lo necesario, Emi?

Mi celular suena antes de que pueda decir algo más, así que solo asiento y contesto el teléfono. Del otro lado, Bella chilla de alegría.

–¡Contestaste! ¡Eso significa que estás despierta, que a su vez significa que sí irás hoy!

–Buenos días, Bella –murmuro alejando el celular de mi oreja.

–Lo siento, buenos días. ¿Entonces tu madre va a llevarte a la escuela?

–Sí, ese es el plan.

–Mándale mis saludos a tu madre. Y no tardes mucho, ¿sí? Te esperaré afuera de la escuela a las ocho.

–Está bien –sonrío y corto la llamada.

Mi madre estaciona frente a la escuela y es entonces cuando siento la adrenalina recorrer mi cuerpo.

Estoy aquí, de verdad estoy aquí.

Me aferro a mi mochila con fuerza y mi madre, al notarlo, pone su mano sobre la mía.

–¿Cómo te sientes? –su interés parece genuino.

–Aterrada –trago saliva y mi corazón retumba en mis oídos. Observo el gigante edificio y noto la presencia de Bella apoyada en uno de los asientos, que me sonríe terroríficamente.

–Escucha, Emi –espera a que hagamos contacto visual para proseguir–. Intenta con unas horas, ¿sí? Los profesores estarán atentos a ti. Si algo te sobrepasa, dilo y yo vendré por ti, ¿está bien?

Resiliencia | E D I T A N D ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora