Capítulo 3 | El cachorro

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Mi madre golpea la puerta de mi habitación, despertándome.

–Emily, me voy a trabajar –dice, fría–. Baja, en una hora tienes tu clase.

Me cuesta abrir los ojos. Hoy es uno de esos días en los que no quisiera levantarme.

Casi todos los días son así, a decir verdad.

Me siento en la cama y escucho a lo lejos cómo mi madre sale de casa sin siquiera despedirse.

Estamos en julio y han pasado nueve meses desde el accidente. Mi madre ha tenido que doblar su turno en la cafetería para poder pagar las cuentas, así que pasa casi todo el día fuera de casa. Sin embargo, no le molesta tanto como la idea de quedarse en casa y sentir la ausencia de papá. Eso sí le parece una tortura.

Luego de lavarme, bajo a tomar un té con tostadas teniendo al silencio como mi mejor compañía.

Al contrario de mi madre, prefiero estar en casa.

Este año no fui capaz de volver a la escuela, por lo que la señora Pamir, mi profesora, me educa en casa, y cuando la puerta es golpeada, deduzco que se trata de ella.

Estoy en el último año, así que es importante que los conocimientos que adquiera sean integrales para estar al día con la universidad. Eso recomiendan los directivos, mi psicólogo y todos con los que he hablado.

–¿Cómo estás hoy, Emily? –pregunta Pamir, acomodando los libros de Matemáticas encima de los de Historia.

–No muy diferente a ayer, profesora –ante mi respuesta, hace una mueca de irritación, y antes de que comience con sus sermones, le miento:– Bien, progresando.

Hay personas que prefieren una mentira que duela menos que la verdad.

Luego de la clase vuelvo a quedarme sola y subo a mi habitación para acostarme otra vez. Lo cierto es que no tengo hambre para la hora del almuerzo, y como mi madre no está, puedo volver a dormir.

Mi celular sobre mi escritorio vibra y me levanto para tomarlo. Tengo dos mensajes, uno de mi madre y otro de Lila, quien aún no ha venido a verme este mes. Lo abro.

Hola, Emiiii

Dime cuándo puedo visitarte, ya te extraño :( .

Es una de las pocas personas que ha seguido en contacto conmigo, incluso cuando no me mostré muy interesada en estar con ella. La verdad es que no he tenido ganas de socializar por lo mal que me he sentido, y aun así ella se ha molestado en escribirme para que nos veamos dos, y a veces tres, veces por mes, lo cual es demasiado para mí. Es una buena amiga.

Siempre he admirado la fortaleza que Lila ha mostrado incluso frente a las circunstancias que le ha tocado vivir. Su padre murió y su madre la abandonó meses después, dejándola a cargo de su tío que no se preocupa realmente por ella. Sabe que el gobierno le paga mensualmente cierta cantidad de dinero por estar a su cargo, pues todavía es menor de edad, y le parece suficiente, pero no hace más que alimentarla y proveerle lo necesario para vivir y estudiar.

Sin importar nada, ella siempre sabe ver lo bueno en todos, cualidad que muchas personas no poseen. Yo, por ejemplo, no lo hago.

Entro a la conversación con mi madre.

Emily, saca la bolsa de basura de tu habitación. Ya comienza a oler muy mal.

"Emily". Así, tan distante, tan frío. Desde lo que sucedió, nuestra relación se ha enfriado mucho. Estar bajo el mismo techo sin papá es duro. Él era nuestro complemento en nuestra familia de tres y la verdad es que, desde que ya no está, nos ha sido muy difícil tratar la una con la otra. No la he visto llorar y apenas hablamos. Pero siempre usa ese tono conmigo, como si estuviera enojada.

Resiliencia | E D I T A N D ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora