Capítulo 5

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‒Ya debería estar aquí. ‒comentó ella, tratando de no sonar ansiosa.

Mientras Saphrina preparaba la cena, Valeska trataba de remendar su capa junto al hogar. La lluvia finalmente había cesado, dejando atrás un profundo aroma a tierra húmeda y un clima gélido que le helaba hasta los huesos. Aquella mañana, mientras paseaba a Guardián, se le había enganchado la capa en un espinoso arbusto, el tajo era lo bastante grande como para ignorarlo y el frío se colaba entre su abrigo roto, así que no tuvo más remedio que tratar de arreglarlo. Sus habilidades de costura en realmente mediocres, Saphrina se había ofrecido a coser su capa, pero Leska rechazó la oferta agregando que le serviría de práctica. Siempre había odiado la costura, no era algo que se le diera bien, sabía lo básico aunque los resultados eran lamentables.

‒Llegará pronto. ‒le contestó con firmeza.

Cortó el hilo con los dientes, extendió la capa frente a ella para observar su resultado final. La costura era irregular. Demasiado irregular y nada bonito a la vista, el tajo se habría visto más bonito que aquella triste costura. La risa de Saprhina solo confirmaban sus pensamientos.

‒Al menos puedes estar segura que esa profesión no es para ti. Morirías de hambre.

Valeska rió ante eso. Era cierto, sus costuras no eran nada limpias, nunca lo fueron, sin embargo se contentaba con tener el conocimiento y las habilidades básicas para poder remendar su ropa de ser necesario, aun cuando odiara hacerlo. Su abuela siempre le decía que algún día encontraría la tarea perfecta para ella. Hasta ahora, dicha tarea no se había presentado en su vida.
La extrañaba, extrañaba sus historias, su risa. Algo en su interior se estrujó al pensar en su familia. Rechazó sus recuerdos, ignorando el dolor aplastante en su pecho que amenazaba con ahogarla.

Leska miró hacia la puerta, esperando que Ivar entrara por ella. Era ridículo, se había ido el día anterior, apenas si serían dos días, Saphrina no estaba preocupada por su ausencia, ¿entonces por qué ella sí? Si era honesta consigo misma, no estaba segura de ser preocupación lo que la tenía inquieta. No del todo al menos.
Le había dicho a Saphrina que debía hablar con ambos, el problema era que no se atrevía a enfrentarse a ellos. No quería pensar en lo que le dirían, cómo lo tomarían. Su presencia allí era un peligro para ellos, si bien no había tenido "visitas'' durante un tiempo y Leska sabía perfectamente el por qué, decirles sobre la Caza Salvaje implicaba dar a conocer que les había mentido desde el primer día. No quería ver la expresión en el rostro de Ivar cuando éste se diera cuenta que le había estado ocultando una verdad tan grande en su casa. Bajo el techo de Saphrina.
No le importaba tener que dejar la cabaña, y por ende el único resguardo que la mantenía invisible e ilocalizable, lo que le preocupaba era herir a las dos personas que la habían ayudado.

Además estaba el tema de los árboles. Tenía la certeza de que Saphrina no había compartido con Ivar la defensa que rodeaba la casa. Ni la caja fuerte donde dormían. Ivar jamás había mencionado los árboles, o bien ignoraba que eran o no tenía conocimiento del poder que existía en ellos.
Contarles la verdad significa dar a conocer la protección de la casa, y no tenía idea si eso era buena idea. Debía haber una razón por la cual Ivar desconocía aquello. Aunque no era asunto suyo, fuera lo que fuere. Claro que también estaba la opción de que lo supiera y simplemente no se lo mencionara.
El pequeño pinchazo en su dedo la sacó de sus pensamientos. Dejó de mirar la puerta solo para ver el punto rojo en la yema de su dedo índice. Había estado jugando con la aguja distraídamente todo el rato que llevaba mirando la puerta y, por supuesto, se había clavado la aguja en el dedo sin querer. La pequeña gota de sangre cayó sobre la costura mal hecha, oscureciendo el hilo. Tal como ella había oscurecido la vida de tantas personas en su camino. Tal como estaría a punto de hacer con Ivar y Saphrina.

******

«Se acerca una tormenta, Valeska. No la dejes escapar.»

Ignoró la voz en su cabeza, no queriendo pensar ello mientras corría a través del bosque. Podía escuchar a los lejos a los Jinetes acercándose, los cascos yendo al compás de los truenos.
Las
sombras la seguían a ambos lados, queriendo atraparla entre sus garras y arrastrarla ante su amo. Ojos en llamas, dientes afilados, garras como navajas. Jugaban con ella. Querían asustarla, acorralarla como un animalillo aterrado queriendo esconderse de sus depredadores. Leska no podía hacer más que correr, estaba cansada, su vestido estaba hecho pedazos, sus pies estaban ensangrentados, y la lluvia no le impedía ver bien, por lo que no dejaba de tropezar contra los árboles. No sabía cuanto tiempo más aguantaría así. Quería dejarse atrapar, estaba cansada de huir, de ser una amenaza para cualquier persona que se cruzara en su camino. Estaba cansada, muy cansada. Correr era cuanto conocía, no recordaba un tiempo en que no hubiese estado corriendo por su vida. Y ya no quería hacerlo. Sería tan fácil dejarse atrapar. Lo único que debía hacer era detenerse, dejarse atrapar por las sombras. Pero entonces...¿qué sentido tendría haber huido por tanto tiempo? Todas aquellas personas que fueron arrastradas en su camino, todas aquellas muertes, las aldeas, los pueblos, todas ellas habrían sido arrebatadas de este mundo por nada. Valeska sabía muy bien que era su culpa, no buscaba el perdón pues en su corazón, tenía la profunda certeza de que no se lo merecía. Sin embargo, lo menos que podía hacer era seguir luchando. Seguir corriendo, huir de sus cazadores y encontrar alguna forma de detenerlos.

«Se acerca una tormenta, Valeska. No la dejes escapar.»

Los truenos retumbaron en sus oídos, acallando las palabras de aquella voz. Valeska no quería escucharla, tenía las palabras grabadas a fuego en su memoria y ardían tanto que las llamas se mezclaban con la lluvia en su visión. Tenía una vaga idea de lo que significaban. No se sentía lista. Así que en lugar de detenerse y enfrentar el problema, ella siguió corriendo, porque hasta ahora era lo único que conocía demasiado bien, lo único en lo que parecía ser buena. Esconderse de sus monstruos, huir de los demonios que plagaban sus pesadillas cada noche. Era lo mejor que sabía hacer.
Sabía lo que se estaba haciendo a ella misma, contradecir sus pensamientos, confundiéndose a sí misma. Sí, ella quería enfrentarse a su destino y al mismo tiempo estaba asustada de lo que sucedería cuando lo hiciera. Esa parte del camino le era desconocida, una ruta que no había recorrido aún. Por el momento, quedarse con lo seguro le parecía mejor que tratar de hacerse la heroína en un mundo plagado de monstruos y olvidado por los dioses.

Una de sus sombras trató de agarrarla pero resbaló y cayó al suelo con fuerza, golpeando su cabeza contra una piedra. Nubes negras danzaban frente a ella en su visión...con forma humana.

«No la dejes escapar.»

******


Abrió los ojos de golpe al despertar, podía sentir los latidos rápidos de su corazón golpeando contra su pecho. Guardián se acercó a ella y se recostó a sus pies. Su cercanía la tranquilizaba. Significaba que todo estaba bien, que estaban a salvo.

Todas las noches tenía el mismo sueño. A veces caía al charco hundiéndose en las profundidades repentinas de un río o el mar, otras, los sabuesos la atrapaban y la arrastraban a través del bosque.

Está vez, la figura de una mujer la despertó. Llevaba teniendo aquel sueño desde la última vez que había escapado de la cacería. Pero aquella era la primera vez que veía a alguien más que no fuera ella misma. La mujer tenía el cabello oscuro, al igual que sus ojos, y su vestido parecía estar hecho de sombras y estrellas. Le resultó familiar aunque estaba segura de que jamás la había visto antes. Leska jamás había pensado más de la cuenta en los dioses. A estas alturas, el mundo entero daba por sentado que los dioses solo los acompañan en palabra, ya sea escrita o espiritual, pues nunca nadie había presenciado tales entes. Sin embargo... había escuchado su voz con anterioridad, y su presencia era tan palpable, llena de poder.
Valeska no la conocía, ni tenía una pista de quién era, y aún así estaba completamente segura de que pronto lo haría.


******

Ivar estaba de regreso para el amanecer. No había logrado dormir luego de aquel sueño. Estuvo dando vueltas en la cama, despertando a Guardián cada vez que hacía algún movimiento, y sintiéndose culpable cada vez que eso pasaba, por lo que al final optó por levantarse.
Pasó un buen par de horas sentada en la sala frente al hogar, leyendo a la luz del fuego el mismo libro que había abandonado hacia un par de días. Las palabras del sueño tanto como las del libro no dejaban su mente. Danzaban entre ellas, entrelazándose al compás de una canción muda.

Para cuando las primeras luces del día comenzaron a surgir en el bosque, buscó su capa, ignorando la mala costura que había hecho, y salió a caminar. No tenía intenciones de practicar con el arco, le costaba apuntar a los objetivos, y de todas maneras no creía que pudiera hacer una diferencia si sueño se volvía realidad. Estaba siendo pesimista, pero una mala noche de sueño ponía negativo a cualquier persona. Aún así, caminó hasta el límite del perímetro de fresnos, teniendo cuidado de no cruzarlo, estuvo recogiendo ramas caídas de los árboles para las flechas por un par de horas cuando vio a Ivar caminar al lado de Blackrose a unos metros del límite.
De no haber sido por el ladrido de advertencia de Guardián, habría cruzado para ir a su encuentro.
Se giró a ver al perro.
‒Deberías estar durmiendo.
Le ladró en respuesta. Le habría gustado que pudiera hablarle, así sus conversaciones serían más dinámicas y ella no luciría como una loca tratando de hablar con su mascota como si ésta fuera responderle con palabras. Aunque aquello en realidad no le molestaba, le tenía sin cuidado lo que las personas pensaran de ella. Siempre había sido así.

«Vientos de Tormenta»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora