La Cena perfecta

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Corta la carne en trozos pequeños para meterlos a la olla. Se debe aprovechar que la carne está tan tierna y casi no tiene grasa como la de la ternera más jugosa, la más alta calidad que se puede obtener a un muy bajo precio. Incluso los huesitos no se desperdician, pues le dan un mejor sabor al platillo que ya de por sí es exótico. El chef pica y rebana con maestría y agrega un poco de agua para poner a hervir la carne por unos minutos a fuego lento. Mientras la carne se cocina, el chef pone la televisión un rato para hacer más amena la espera y encuentra una noticia que capta toda su atención:

Aún se desconoce el paradero de los niños de siete y cinco años que desparecieron ayer mientras jugaban en el parque con sus padres...

Qué triste noticia, piensa el chef; pobres padres, cuánto dolor y aflicción deben estar cargando en aquellos momentos sin saber nada de sus pequeños hijos. Una pequeña lágrima cae por la mejilla del cocinero al momento de que el agua en la olla empieza a hervir.

Agrega un poco de sal al gusto, no mucha, pues hay que cuidarse de la hipertensión y otros males producidos por este mineral. Pica bien un par de cebollas y tomates y los añade al guiso. Casi olvida añadir una pisca de pimienta y comino; los condimentos y especias nunca deben faltar, pues de ahí se obtiene el sabor tan particular de un platillo. Agrega un par de hojitas de epazote y orégano para dar un aroma apetitoso y mezcla bien para dejar hervir la comida. Siempre que prepara este platillo el chef se convierte en un artista y deja volar su imaginación. Los ingredientes por sí mismos le dicen cómo trabajarlos y qué añadir. No hay receta ni fórmula secreta, todo es intuición y talento innato al cocinar.

No son las primeras desapariciones registradas en los últimos meses en la ciudad, con esta ya van cinco pequeños que desaparecen sin dejar rastro. Si se trata de secuestros no existen llamadas de rescate, los niños simplemente desaparecen...

El reportaje continuaba en el noticiero y el carnicero ni lo había notado por su total concentración en el platillo que preparaba. Cocinar es como realizar una operación a corazón abierto, el más mínimo descuido y puede ser fatal. No es momento para notas tristes, los clientes están a punto de llegar y no puede distraerse con nada.

El guisado está casi listo y el aroma del manjar se deja oler por todo el restaurante. Los comensales empiezan a llegar y están ansiosos por probar la nueva receta del prestigioso artista gourmet. El precio de un plato de comida es exorbitante, pero los clientes son adinerados que se pueden dar el lujo de gastar miles en un plato de lo que sea que les sirva su extravagante anfitrión.

Prepara una guarnición de arroz rojo para acompañar y, por supuesto, no puede olvidarse de servir con un fino vino tinto en copas de la más alta calidad. La cena está servida, la decoración del platillo es excelsa y el aroma abre el apetito al instante. Los comensales dan el primer bocado al platillo que se deshace en sus bocas; exquisitez al paladar y orgasmo culinario para las papilas gustativas, pues el hombre lo ha hecho de nuevo, creó un platillo exquisito sin receta alguna y tan sólo con imaginación y talento. Qué deleite para los clientes que se van satisfechos una vez más. Alguien pregunta cuál es el ingrediente secreto que da éxito a semejante delicia, pero, como un buen mago de la cocina, el demonio responde con un guiño: Si le dijera ya no comería aquí.

El cliente ríe y acepta la broma de buena gana mientras se retira satisfecho. La cena de hoy fue un éxito rotundo. Desde que comenzó a utilizar su nuevo ingrediente su restaurante alcanzó la cima y no planea abandonar tal triunfo si eso implica tener que raptar y cocinar a cada niño de aquella ciudad.

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