Capítulo 11:

204 87 139
                                    

Como si mi subconsciente ya no fuera consciente de que puedo pensar por mí misma, reacciono de inmediato a sus palabras y me dirijo a su cama sin pensarlo ni una milésima de segundo.

Muchas otras noches me he metido en su cama por razones muy distintas, porque he tenido pesadillas, porque no he podido dormir por cualquier cosa que hubiera pasado en el día, por mis problemas alimenticios, porque he tenido un ataque de ansiedad ligado a un ataque de pánico o porque simplemente me apetecía sentir su calor. Pero ahora, ahora es distinto, sobre todo después de lo que pasó el otro día, ese beso fue el principio de algo que no quiero que acabe jamás. Me meto en su cama porque le necesito, en el sentido completo de la palabra. Hoy lo necesito más que nunca. Lo necesito entero.

Echa a un lado la sábana y me deja pasar dentro de la cama que parece estar a cuarenta grados a la sombra. Nos acurrucamos y nos quedamos cara a cara. No me puedo creer que nos estemos mirando así, que estemos así, que nos queramos así y no lo hayamos podido decir a los cuatro vientos por no saber comunicarnos. Madre mía, lo quiero tantísimo que mi corazón desbocado va a salirse por mis ojos de un momento a otro.

Cuando me doy cuenta estoy boca arriba, mirando el techo y pensando sin parar. No puede ser que esté haciendo esto, estoy pasando de él, pero es que no puedo con esta presión que siento en el vientre cuando me mira así, me estoy ahogando literalmente. Miro el techo agrietado dándome cuenta de que, nunca me había percatado de lo deterioradas que están estas habitaciones, e intento pensar en cualquier otra cosa que no sea la respiración entrecortada de Ethan y que su mano está aposentada en mi barriga desnuda.

Maldita sea la hora en la que se me ha subido la camiseta, qué vergüenza. Menos mal que estoy boca arriba, sino se notarían todas mis lorzas revolcándose en su calentita cama.

Sin darme cuenta de que estoy contando las grietas del techo, noto como Ethan comienza a trazar círculos en mi ombligo, sin parar, y empiezo a sentir su mirada alrededor de mi cara y de mi cuerpo. Empieza a pegarse más y más y más a mí y eso hace que me derrita bajo sus caricias. Madre mía, qué sensación más maravillosa. Su respiración se vuelve más acelerada y baja su cabeza hasta que queda a la altura del hueco de mi clavícula y me respira lentamente.

Sube la mano de la tripa hasta mi pecho y continúa haciendo círculos cariñosos sin cesar, juraría que nuestras respiraciones están al compás y que esta situación me está poniendo más que juguetona.

Cuando giro la cabeza hacia su lado observo que me mira impaciente, como si deseara comerme entera y en ese mismo instante, se humedece los labios con la lengua y yo me muerdo el labio inferior con fuerza para no soltar un gemido. ¿Se dice así? ¿Estoy gimiendo ya? Si solo me está acariciando. Esta sensación es lo mejor que he podido sentir desde hace mucho tiempo.

Esto solo le hemos visto en las películas de los sábados por la noche, pero nada comparado con lo que hace que se sienta en la vida real.

— Ethan... — intento pronunciar mirándole. No sé qué estoy intentando decir, la verdad, no quiero que pare de acariciarme, pero la presión y el calor en el ambiente me están consumiendo.

— ¿Sí? — pregunta mirándome intensamente y fijando su mirada en mis labios.

Ni el lobo feroz tenía los ojos que tiene Ethan ahora mismo, soy su caperucita y estoy encantada de que quiera comerme.

< Oh madre mía, Val, ¡MADRE MÍA! ¿Vas a hacerlo? ¿Vais a hacerlo? ¿Quieres hacerlo? > Chilla mi Conciencia.

— Que... qué estamos... — digo ahogando un chillido cuando me acaricia la parte alta de mi sexo. ¿En qué momento ha bajado ahí? No me he dado ni cuenta mirándole esos labios.

La Última Palabra: El inicio |Libro #1| (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora