El día que parecía que no sería diferente de cualquier otro, terminó cambiado radicalmente.
Átropos, un ex miembro del Gremio de Magos fue encarcelado, ya que en su guarida se estaban llevando a cabo actos de nigromancia. La nigromancia desde hace varios años fue completamente prohibida, debido a que era una práctica muy mal vista.
Si bien él no había sido parte en esto, al ser el líder de esta banda de magos terminó pagando las consecuencias. Hace 23 días había sido encarcelado en la prisión Imperial, le habían colocado unos grilletes especiales encantados con reducir la magia que podía usar.
Debido a eso no podía usar ninguna de sus habilidades para escapar. Aunque también quería saber que iba a hacer con él.
Pero mientras esperaba en su celda, en otra parte de la Ciudad Imperial se estaba dando un suceso inédito.
Unos asesinos atacaron a los hijos del Emperador Uriel Septim VII.
Lo más probable es que ahora estén muertos. Claro sus objetivos no eran simplemente los herederos al trono Imperial, sino también el actual Emperador de Tamriel.
Debido a tal trágica situación, el Emperador se vio obligado a huir de la Ciudad Imperial escoltado por su guardia personal, Los Cuchillas.
Cuando el Emperador acompañado de sus tres guardias llegaron a la prisión Imperial, en su búsqueda de la ruta de escape, encontraron a Átropos en la celda donde estaba ubicada dicha ruta de escape.
Pero eso no fue lo que más sorprendió a Átropos sino el hecho de que el Emperador Uriel lo conociera. En resumen, lo que él le dijo hizo parecer que el ataque de los asesinos a sus hijos y a él estaba previsto. Que su encuentro con Átropos también estaba previsto.
Al final lo hizo ver todo como una especie de plan hecho por los mismísimos dioses.
Cuando Átropos le iba pedir más explicaciones fue cuando la Capitana Cuchilla abrió el pasadizo en la celda, la delegación Imperial tuvo que continuar su escape.
Él se quedó pensando en las palabras del Emperador, que debía encontrar su propio camino, sin importar si el que elegía estaba lleno de muerte y sangre.
Pero teniendo ahora abierta la puerta a la libertad, Átropos siguió a la delegación del Emperador, manteniendo la distancia con ellos para evitarse problemas.
Los pasillos estaban tenuemente iluminados, dicha iluminación parecía venir de grietas que traían la luz del exterior. Átropos los estaba siguiendo a pasos cortos, tenía que tener cuidado ya que estaba de cierta manera indefenso, no llevaba precisamente ropa que lo protegiera, llevaba la ropa andrajosa que les daban a los prisioneros.
Pero lo más importante es que no podía usar la mayoría de sus hechizos mágicos ya que seguía con los grilletes puestos y no encontró nada con lo que quitárselos todavía.
El lugar por donde iban parecían en cierta forma los pasillos de un castillo, pero al ir avanzando daba la impresión de ser un laberinto.
Después de algunas vueltas, la delegación del Emperador llegó a un amplio espacio, Átropos pudo ver que más allá había una puerta enrejada. Pero en ese momento... se produjo una emboscada.
Cinco sujetos con túnicas y capuchas rojas aparecieron y acto siguiente lanzaron hechizos para producir armaduras y armas.
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