Capítulo 3.

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Capítulo 3.

Hugo.

No puede ser.
Froto mis ojos, tiene que ser todo un sueño, un maldito sueño.
Mis padres no pueden estar delante de mí.
No pueden estarlo porque ellos están muertos y yo...
Yo no.
Claro que no.

¿O sí?

No, no puedo dejar a Eva sola.
Siento que respiro aunque no lo hago por mí mismo.
Siento su mano agarrando la mía aunque no la veo.
Sé que está ahí, en algún lugar.
Y yo voy a llegar hasta ella.

¿Dónde estás?
¿Dónde estoy?

Solo sé que no tengo fuerzas...

-No... No sois reales. -No quiero detenerme, no quiero dejar que mis piernas sucumban al cansancio, tengo que seguir avanzando, tengo que seguir adelante. Encontrarla.-
-Descansa hijo. -Y es la mano de mi padre la que consigue que mis pasos se detengan, su mano apretándose contra mí.- No pueden seguir así.
-Gabriel...
-Lo sabemos.

Y las lágrimas caen por mi cara cuando los brazos de mi madre me rodean.
Siento que es lo único que puedo hacer.
Llorar.
Porque no soy capaz de llegar hasta ella.
De saber donde estoy.
De alejarla de quien tanto le ha hecho.

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-¡Venga! ¡Vamos!

Sonrío corriendo detrás de ella por la arena de la playa. Me queman los pies, trato de llegar a la orilla lo antes posible.
La risa de Eva parece inundar todo, cada persona que está bajo su sombrilla nos mira y lo hace con una sonrisa tonta en la cara al ver a dos enamorados correr.

La alzanzo justo antes de pisar la arena mojada, la levanto y sigo con mi camino hasta el mar.
Ahora su risa se cuela directamente en mis oídos, sus brazos se aferran a mi cuello.
Nos sumergimos en el agua fría y salada del mar unos segundos después.

-Te voy a matar. -Soy yo quien retira los mechones mojados de su pelo que se quedan pegado a sus mejillas y los coloca hacia atrás con una mano mientras con el brazo la mantengo pegada a mi cuerpo.-
-Hazlo a besos.

Sonreímos, con gotas de agua entre nosotros, gotas que desaparecen cuando mis labios reclaman y se apoderan de los suyos.
Besarla es como sentir que algo en mi pecho vuelve a funcionar, que mis pulmones se llenan de aire y soy capaz de respirar.

Su boca se estira en una sonrisa a mitad del beso, pero yo estoy demasiado perdido en ella como para dar por terminado nuestro beso ahí.
Aprieto mis manos en la piel de su cintura, sus dedos juegan con el rubio de mi cabello y tira hacia atrás cuando inicio el descenso de besos por su mandíbula hasta su cuello.
Arranco un leve suspiro de su garganta y me obliga a mirarla.

-Aquí no, nos están mirando todos. -Una mirada fugaz me hace confirmar todo lo que ella me dice, nos miran, no apartan sus ojos de nosotros y hago que los únicos ojos que quiero que me miren lo hagan.-
-Entonces nos van a envidiar. -Se le escapa una risa pequeña cuando vuelvo a besarla, aunque me aparta de nuevo.-
-Gabriel está ahí.
-No se acercará. -Subo una de mis manos por su abdomen, despacio, sintiendo su piel, la deslizo por su costado y le acaricio esa cicatriz que me moriría por borrar a besos de ella.-
-¿Por qué estás tan seguro?
-Porque no dudaré en matarlo.

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