Capítulo 4

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Demonios ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?

Se sentía aturdido, cansado, mareado y con un dolor de cabeza que no lo dejaba pensar con claridad lo que había pasado dentro las últimas veinticuatro horas , sino es que era más, debido a la inconciencia de la que había despertado.

El cuello le dolía como si hubiera estado suspendido al aire todo el tiempo, sentía los ojos pesados al punto que le costaba un gran esfuerzo el mantenerlos abiertos, y por más que apretara sus párpados y parpadeara el cansancio no se iba. Su vista de por sí ya era un asco, a duras penas podía reconocer o distinguir cosas sin sus lentes pasa sumarle que en le estaba costando más debido al dolor que le recorría el cuerpo. Podía sentir cada sensación recorrerle el cuerpo, con un movimiento tan pequeño como intentar levantar un poco las piernas o mover los dedos, le seguía una corriente eléctrica que anulaba de inmediato cualquier movimiento.

Intentó levantar la cabeza una vez más, esforzándose al máximo para poder enfocar su vista en el lugar donde se encontraba, porque estaba seguro, que no estaba en su casa; el suelo era de piedra y hacia frío, como si se encontraba bajo tierra, en un calabozo tal vez. Escuchaba un pitido proviniendo de sus oídos lo que solo conseguía aturdirlo un poco más. Frunció el entrecejo, sacudió la cabeza de un lado para otro en un intento de hacer que el sonido se detuviera y recuperar totalmente la conciencia en vez de estar a la deriva. Se dio cuenta que sus brazos y piernas estaban inmovilizados cuando intento sostener su cabeza en sus manos, como si tuviera una resaca, tal como hacía cuando era joven y aún asistía a Hogwarts.

Podía escuchar pequeños murmullos poco entendibles, empezó a controlar su respiración, tratando de tranquilizar su desesperada mente que sentía correr por todos lados sin conectar un solo pensamiento coherente, necesitaba conectar su mente con su cuerpo y no solo quedarse atrapado en las sensaciones. Al menos, para alivio suyo, aún seguía con vida. Tendría que escapar e ir en busca de su hijo y su esposa, esa era su misión principal, luego daría aviso a las autoridades o más bien a Dumbledore para que los pusiera en un lugar seguro al igual que los Longbottom.

Los mortifagos y el señor tenebroso los habían encontrado.

Cuando por fin pudo tener el control de su cuerpo y de su mente, levantó su cabeza despacio, analizando el lugar en dónde se encontraba en busca de una salida.

El lugar era grande, más grande que el primer piso de su hogar, y como había imaginado, estaba como en un calabozo, tal vez una mazmorra, pero no una donde ponían a los prisioneros; sino más bien, parecía más un laboratorio con toques hogareños. Eso lo dejo perplejo.

Frente suyo había grandes estantes con diferentes frascos de distintos tamaños con contenidos bastante sospechosos, de algunos de ellos podían discernir lo que eran, los había utilizado una o dos veces después de terminar sus estudios, de los demás no tenía ni idea. Por el rabillo del ojo, pudo notar el reflejo de la chimenea siendo usada. Cerro sus ojos para poder escuchar el crepitar del fuego en los leños, intentó agudizar su oído para escuchar algo más, hasta que el grito de alguien lo saco de su ensimismamiento haciéndolo tensarse al instante, el grito provenía de aquel rincón, donde la luz de las lámparas ya no hacía nada por disipar la oscuridad.
Por un instante, pudo reconocer ese grito, pero rezo a Merlín que no fuera de su mejor amigo. Por Dios, no entendía como demonios había terminado ahí, atado a una maldita silla con símbolos extraños dibujados en el suelo, que lo más probable era lo que impedían utilizar su magia, podía sentirla, estaba ahí, pero cuando intentaba llegar a ella, simplemente no respondía. Se sentía sumamente frustrado al sentir inútil, a merced de cualquier loco ¿Y su esposa? ¿Cómo estaría Lily? ¿Harry estaría bien, o lo tendría que dar por muerto?

Sabía de la profecía y no dudaba que el maniático purista le había puesto una diana encima a su hijo. Quiso llorar ante la impotencia que sentía, su corazón le dolía más que todo el cuerpo ante su propia incapacidad, dolía haberle fallado no solo a Lily y al pequeño Harry, sino también a su amigo quien solo había llegado de visita. Y ahora también tendría como culpa, llevarse con él y todos ellos a la mujer inocente que solo les había brindado ayuda. No solo eso, sino que también había prometido protegerla cuando fuera un blanco para los mortifagos, pero cuando fue a dejarla como era recurrente cerca de su casa antes de ver cómo hechizos eran lanzados a aquella sencilla morada haciéndola totalmente inhabitable así que tuvo que acogerla en su propia casa, sabiendo que a Lily le gustaría la idea por más que los motivos fueran todo lo contrario a la felicidad. Ella y Lily se habían llevado demasiado bien, aún para su propio gusto, pero era hermoso ver a Lily sonreír como tiempo atrás no hacía. Dejo escapar un gemido lastimero cuando pudo sentir como la silla fue girando hasta ver lo que había ignorado todo esté tiempo, al solo ver la mitad de la habitación, después de todo, no tenía ojos en la espalda.

Cayendo en las manos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora