Asesinato en la Casa número 13

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Era ya caída la noche cuando dos chicos y su hermana salieron de la tienda de animales. Les había costado algunas semanas pero finalmente pudieron reunir el dinero suficiente para comprar el lagarto que tanto habían querido. Todavía no le habían puesto ni nombre.

Dejaron Trafalgar Square. No había nadie a su alrededor. Tampoco era de extrañar: era domingo por la noche y todo el mundo iba a dormir temprano para poder ir a trabajar al día siguiente. Pero los tres hermanos estaban intranquilos. Se sentían observados e incómodos. Annie, la hermana mayor, decidió acelerar la marcha y, gradualmente y sin darse cuenta, ya estaban corriendo. Cuando se percataron de ello, fueron reduciendo la marcha hasta que se pararon e intentaron recuperar el aliento. Se sentían estúpidos y avergonzados de correr de... ¿qué? Ni siquiera sabían de quién o de qué estaban huyendo.

Cuando se tranquilizaron, miraron detrás de ellos. Nada. Nada más que la más absoluta y total oscuridad. Siguieron adelante, aun sintiendo en el fondo de su ser que algo no andaba bien.

Pasaron al lado del río Támesis y llegaron por fin a su barrio. Hicieron un último esfuerzo hasta llegar a la puerta número 13, su casa y, en ese momento, su salvación, al menos así la veían ellos en aquellos momentos, tal vez debido al miedo que sentían. De repente un hombre se paró entre ellos y la puerta.

La hermana mayor se giró al tiempo que gritaba "¡¡¡corred!!!" y salió corriendo como un rayo a lo largo de la acera seguida del hermano mediano, pero el más pequeño se quedó allí donde estaba, temblando de miedo. El hombre llevaba un sombrero, una bufanda, un abrigo larguísimo y unas botas. Todo negro. No se le veía la cara.

El hermano pequeño se puso en posición fetal y se acurrucó junto a la pared de su casa, llorando por el terror que estaba sufriendo y abrazando la caja donde se encontraba su nuevo lagarto. El hombre se abalanzó sobre él.

Los otros dos hermanos llegaron resollando hasta la esquina de una casa a unos trescientos metros de la suya. Al encontrarse ellos dos solos, Annie preguntó histérica a su hermano dónde estaba el pequeño. Él no lo sabía.

La chica no podía pensar con claridad, estaba demasiado cansada y aterrada. De entre el torbellino de confusión en el que se encontraba le llegó, como una iluminación, la idea de ir a la policía. Cuando se giró para ir a la comisaría más cercana, el hombre estaba allí, a unos centímetros de ella. Se abalanzó sobre ellos.

Al día siguiente, unos vecinos que paseaban por allí solo encontraron una caja con un lagarto dentro y nadie volvió a ver a los tres hermanos.




-Esta ha sido mi primera historia. Seguramente publicaré más conforme me vaya entrando la inspiración o cuando me venga en gana escribir algo. Un saludo a todos.

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