El cine de las calamidades

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Redacto éste escrito para poder avisar a todos aquellos que pueda sobre esto. Aviso de antemano que lo que viene a continuación no es una historia inventada por un fumado de tres al cuarto que busca la fama. No. Esto es real, pero no voy a obligar a nadie a que lo crea si no quiere. También añado que no es una hecho con un final feliz, más bien lo contrario, así que quien sea susceptible con estas cosas, por favor que se vaya a la mierda o a leer una historia de alguien que de verdad valga la pena.

Corría una calurosa mañana de agosto, cuando mi mejor amigo José y yo íbamos en dirección al cine para ver una nueva película que había tenido mucho éxito en Estados Unidos. Cuando llegamos a nuestro destino compramos las entradas (caras, como todo hoy en día) y refrescos y palomitas (también caras, por qué no decirlo). A continuación nos fuimos a nuestros sillones asignados y esperamos el inicio de la película. Hasta ahí todo bien.

Lo más extraño de todo aquello era que estábamos solos en el cine. De acuerdo, hay que admitir que en los últimos años el cine había decaído mucho y ya no es lo que era décadas atrás, pero es que no había nadie. Ni siquiera la... taquillera. ¿Quién nos había vendido las entradas? Estrujé mi cerebro frenético para encontrar una respuesta pero desde mi llegada a la puerta del recinto hasta mi butaca los recuerdos eran confusos.

No pude preocuparme más porque las luces se cerraron de golpe y se oyó el típico sonido que anuncia el inminente inicio de una película de cine.

Al principio se vio una cuenta atrás en blanco y negro y fragmentada, como en las películas antiguas. Al llegar el contador a cero, no empezó la cinta, sino que salió una figura en la oscuridad, de la cual solo se veía un muy bien planchado y caro traje. Su cara estaba escondida detrás de las más oscuras de las sombras. Después de unos momentos de silencio comenzó a hablar, con una voz grave y cavernosa, claramente distorsionada por ordenador.

- Saludos, visitantes - saludó el desconocido - lamento interrumpir su sesión de diversión, pero es algo importante. - y después de una pausa teatral claramente ensayada dijo: - habéis sido secuestrados. Uno de vosotros tendrá que morir. Oh, pero no seré yo quien lo haga, ni ninguno de mis compañeros. Seréis vosotros los que os mataréis entre vosotros.

Después de esa declaración, se oí como la cinta se paró y se encendieron las luces. En cuanto me hube acostumbrado a la luz, me di cuenta de que estábamos rodeados de cuerpos. Había esparcidos por todas partes docenas de cadáveres, mutilados o aplastados brutalmente. Justo a mi lado había el cuerpo de una mujer con la cabeza cortada y la cabeza mirándome, produciendo una mueca de horror y sufrimiento.

En el reposabrazos de mi izquierda había un cuchillo de supervivencia. Miré a mi amigo. Él me observó con el horror claramente reflejado en sus ojos. Cogí despacio el cuchillo. El juego había empezado.

Al salir de ese cine de las calamidades aun oía en mi cabeza las últimas palabras que el hombre desconocido hubo pronunciado cuando todo había acabado. "Quien gane sobrevivirá y seguirá su vida, pero será presa de la locura y su mente estará atada a los remordimientos de sus actos para siempre".

He aquí mi historia, y todo lo que he dicho es verdad. Solo quiero aclarar una cosa. No estoy loco. No, no lo estoy. ¿Verdad José?

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