El Zorró

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Vivo con mi abuelo desde que mi madre murió, él es un hombre anciano, sacerdote del pueblo, es alguien muy amable y comprensivo, él ha estado en cada calamidad que ha azotado al pueblo desde los últimos años y ha sabido cómo atender a nuestros vecinos en cada ocasión. O eso era hasta que yo llegué, mi madre no era muy amada debido a su profesión, al parecer, ella escapó de casa cuando era pequeña y termino sola, pobre e incluso siendo una carga para el pueblo, no le gustaba hacer muchas cosas, tampoco parecía importarle, ni siquiera se porque se alejo de mi abuelo. Pero todo eso siempre está encima, persiguiéndome como si de alguna forma, al ser yo el fruto de sus acciones, tuviera que cargar con todo lo que hizo y lo que no.

Cuando alguien viene a tener una charla con mi abuelo, el me dice que me esconda, que suba al segundo piso y no deje que me vean en este lugar, a pesar de que saben que es mi abuelo y que vivo con él, lo hace porque sabe que en cuanto me vean se alejarán o se molestaran e incluso algunos me intentarán atacar. Aún así yo no tiendo a hacerle caso y me esconde para escuchar lo que hablan. Las personas suelen venir para preguntar por sus relaciones, para pedirle a mi abuelo una bendición o una medicina milagrosa para una enfermedad, a veces mi abuelo parece más un brujo o un adivino que un sacerdote. Últimamente cuando mi abuelo termina de ayudarlos, le hacen comentarios sobre mí, esta mañana vino una anciana a preguntar por su esposo, que se encontraba herido tras cazar un oso en el bosque y después de que mi abuela la ayudará, ella dijo:

—Hermes, ese niño que ocultas ¿Cuánto tiempo se seguirá quedando acá? —Le pregunto la anciana en susurros en un intento de evitar ser oída.

—El tiempo que sea necesario, es mi nieto de quien hablas, este es su hogar —respondió mi abuelo, siempre habla con autoridad, alzando la voz sin miedo y con postura firme.

—Pero sabes que todos en el pueblo murmuran de tu hija, la odiaban y ahora, están pensando en despreciarte también, lo que tu hija causó y lo que tu nieto representa es un peligro para tí y para este pueblo ¿Qué harás si un día deciden sacarlo a él del pueblo o peor aún deciden asesinarlo? —comentó la anciana.

—He estado en este pueblo desde que se construyó este templo, los he apoyado en cada lucha, este pueblo es mi hogar, esta iglesia es mi hogar, ese niño es parte de mi familia y donde yo esté, él puede estár, nadie puede sacarlo de acá, tendrían que derribar todo esto —dijo mi abuelo haciendo un ademán para señalar por completo al templo y con una pequeña risa añadió—: Y no creo que sean capaz de hacerlo.

—Sabes que ese tipo de niños traen infortunio y maldiciones, el pueblo está sufriendo, la gente se está muriendo de hambre, hay ladrones, hay asesinos y no hay nadie que quiera ponerle fin a esto, espero que los ángeles apoyen tu decisión, este lugar se caerá sin tí.

—Los ángeles están de mi lado, no te preocupes pronto todo cambiará, creeme, siempre están de nuestro lado, además mi nieto no es el causante de nuestros problemas —replica mi abuelo.

Mi abuelo le señala a la anciana la salida, un tanto enojado por su charla, sin responderle o acompañarla hasta la salida como normalmente lo hace, se levantó y se incorporó hacía las escaleras, nuestras habitaciones quedan allí, así que él deseaba acostarse, cuando me vio aún en el primer piso, me lanzó una triste mirada y tomo las escaleras.

Últimamente es la mirada que más pone cuando ocasionalmente me ve, cuando estamos hablando o jugando no me ve así, pero de vez en cuando, su cara adquiere una preocupación inmensa, como si supiera que algo fuera a ocurrir, el siempre ha sido la persona más calmada en este pueblo, así que eso me llena de temor.

Siempre que sucede esto quiero salir del pueblo, hoy saldré un rato, quiero ir al bosque un rato para intentar alejarme de todo esto, suelo hacerlo cuando estoy a punto de explotar, pero es duro, tan solo salir de la iglesia ya hace que todos en el pueblo postren su mirada en mí, una mirada de odio, de repulsión, acompañada de susurros y de gestos horrendos, más que todo por parte de algunas mujeres, odian a mi madre y a todas las mujeres como ellas, por supuesto también me odian, ellas susurran preguntando sobre mi padre, que tipo de hombre sera y como es que pudo estar con mi madre.

Ángeles y demonios, habitantes de tu interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora