Miro mi reflejo en el espejo y examino bien mi atuendo, no es algo formal pero tampoco pretendo ir desalineado. He de admitir que me siento un poco ansioso por terminar ya con esta situación. Seis y veinte de la tarde arreglándome para ir a saludar a los nuevos vecinos ¿quien lo diría?. Es una tradición del barrio dijo mi papá pero sin embargo él no va.
No es que papá no apoye a mamá pero él dice que es mi turno de acompañarla, que lo ha hecho toda la vida pero considerando que los últimos vecinos que conoció así de esta forma fue a la tía Liz a cinco cuadras, creo que no cuenta.
Bajo hasta la cocina donde está mamá esperando impaciente, sé que le gustaría que vaya papá antes que mi persona pero también se que soy un apoyo para no ir sola. Cómo si ir con alguien fuera menos raro, es incomodo. Estoy bien con el hecho de conocer personas, soy Owen Stone, las personas se incomodan conmigo al conocerme.—Vamos — dije. Vi como aquella señora de pelo castaño tomo el pastel que había llevado más de una hora comprarlo para ponerlo en un lindo plato para llevarlo. Al salir de la casa el frío me golpeó, pleno invierno y todo cubierto con un manto blanco.
No tardamos mucho en llegar eran tres casas consecutivas de la mía. La antigua casa de Felipe, un anciano que poco le gustaban los niños cuando vivía, ahora habitada por una familia.
Al tocar la puerta se dio vuelta y me dio una sonrisa nerviosa. Tardaron un minuto en abrir la puerta, al principio aquella mujer de no menos de cuarenta años miro extrañada pero apenas vio las manos de mi acompañante sonrió. Supongo que no era tan raro ir a saludar.
—Pasen, pasen que hace frío — dijo. Abrió en par su puerta y busque algo en el suelo para secar mis pies. —Mi nombre es Julia. —se presentó.—Emily— respondió mamá. — él es mi hijo Owen.
— Un gusto Julia. —hable por primera vez.Inmediatamente nos hizo entrar a la cocina amplia y luminosa. Todo blanco exceptuando el mármol negro y los muebles. —Supongo que Owen debe tener la edad de mi hija. —me sonrió simpática. Mientras me sentaba en un banco en la isla.
Ella se dio vuelta para poner el agua para el té.
—Tengo veinte.—respondí.
— Él va a la carrera de arquitectura. —agrego mi mamá.
— ¿Ella cuánto tiene? —preguntó EmilyJulia la miro cuando cortaba la torta y sonrió.
—Tambien, vaya que coincidencia. Está en la misma que Owen. Luego están Walter de quince y Martín de cuatro. —rio mientras sacudía los hombros.
— Supongo que en un rato van a bajar porque deben tener hambre. Aprovechemos antes que vengan. —Dijo Julia.Sin más ellas empezaron a hablar entre mujeres y perdí el hilo de la conversación. Solo me encontraba ahí mirando pequeños detalles de la cocina o estructura de la casa, no aparentaba ser una familia que tuviese dinero y lujos. Las paredes se veían muy bien en un tono blanco dando un aire de pureza al ambiente, los cuadros familiares le daban un toque sutil. No había muchos, a decir verdad no parecía esas casas de abuelita dónde tienen miles de retratos.
Había un destello de simplicidad en aquella falta de detalles, nada ostentoso que indiquen riqueza o lujos, con pocos cuadros que enfocan lo que realmente importa es la casa: la familia.
—Que los hizo decidirse por esta ciudad? Esta lejos de donde vienen. — pregunto mamá. Eso hizo que prestará atención a lo que iba a decir, soy hombre lo sé. Pero que ser hombre no nos quite la curiosidad.
Julia quedó pensativa mirando un cuadro en la pared de la cocina.—Mi marido consiguió un trabajo aquí, necesitábamos un cambio, otros aires. La ciudad suele ser muy estresante y peligrosa. —respondió. Tomo de su té. —Nos pareció una buena opción desde el primer instante que ví por Google streetview lo lindo que era el vecindario.— hizo un gesto con sus manos.
Streetviwe, ruedo los ojos ante aquella palabra. Familia de ciudad.
Siempre me había gustado en donde vivía. No era por completa una ciudad pero si era lo bastante grande como para perderse y no lo suficiente grande como para no conocer a nadie. Aquí se decía de todo, todos sabíamos todo y los sucesos más vergonzosos se expandían a la velocidad de la luz. Probablemente ya para mañana mismo se sabría que había una nueva familia en este lugar y que tenían tres hijos. Si no lo sabían yá, o si es que ya sabían que tipo de ropa interior usaba la señora Julia. Ustedes dirán que es extraño pero así es está ciudad, sin naturalizar que está mal que todo el mundo sepa que la profesora de inglés esconde en su armario un traje de enfermera hot.
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Tierra de nadie
Teen FictionEn la vida de Riley siempre ha estado seguro algo: no importa el camino, decisiones o que tanto quiera cambiar, su pasado regresa para arrastrarla al infierno, pero esta vez sin viaje de regreso. Ella solo quiere una cosa: no arrastrar a nadie más...