• Al final de todo •

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Zoro x Sanji

Resumen.
  En el restaurante Sanji recibe una inesperada vista.




—¡Cállate, anciano! ¡Lo que sale de tu boca siempre son locuras! —exclamó un joven sujeto medio ebrio en aquel bar de mala muerte. El viejo bartender siguió limpiando el vaso con un trapo sucio y amarillo y solo sonrió.

—¡Está vivo! —dijo entre risas el sujeto—. ¡El rey de los piratas Monkey. D Luffy, está vivo!

—¡¿Cómo explicas sus quince años desaparecido?! —grito otro, en desacuerdo con el anciano. Este solo soltó una limpia y fuerte risa que molesto a más de uno en el bar.

—¡Vive con libertad y sin molestias en el camino!









En una pequeña isla no muy habitada se encontraba un hombre alto y de amable sonrisa abriendo las puertas de un pequeño restaurante temprano en la mañana. Dejando que la cálida luz del sol entrar por ella y las ventanas dándole un aire acogedor, con pocas mesas blancas y elegantes y un mostrador de madera oscura, paredes celestes y suelo negro haciendo resaltar todas la pequeñas cosas del lugar. Desde cuadros de óleo hasta mesetas y flores en cada mesa; que se encargaba de poner y regar cada mañana al abrir aquel lugar.

Limpiaba las mesas y el suelo con paciencia, y fue hasta la cocina a precalentar los hornos que en cualquier momento comenzaría usar. Salió esta vez frente al restauran regando las plantas de la entrada y barriendo un poco el polvo de afuera y limpiando su frente con su antebrazo observó el lugar.

Las letras grandes y azules llamaban la atención de cualquiera que pasara, y sonrió entrando nuevamente a su restaurante y casa también, a esperar el primer cliente del día. Pensó mientras acomodaba algunos cruasán en el mostrador que necesitaba limpiar también su hogar más tarde, cuando cerraba un par de horas en la tarde para descansar, puesto que estaba un poco desaliñado y comenzaba a molestarle. El restaurante contaba con una espaciosa habitación en la azotea, suficiente para una persona con grande cocina que unía la sala de estar y una habitación con baño. Llevaba viviendo allí alrededor de ocho años y no se cansaba del hermoso pueblo y sus hermosas mujeres.

El restaurante comenzaba a llenarse y gracias a su rapidez y talento en la cocina, dejaba cada plato ordeñando en un santiamén en sus mesas. Recibiendo halagos tanto de mujeres como hombres y pronto se hizo la hora de cerrar. Miró el reloj en la pared que marcaba las dos de la tarde y como su último cliente se iba con enorme sonrisa y estómago lleno. Decidió limpiar nuevamente las mesas antes que cerrar el local pero un nuevo cliente entró de improvisto.

—Así que aquí estabas. —oyó decir a sus espaldas, su cuerpo se tensó y giró sobre su eje observando al sujeto que acababa de entrar.

Su sonrisa se ancho y se acercó poco a poco hasta él teniéndolo a escasos centímetros. Se permitió escanear su cuerpo y como inusualmente llevaba un traje a la medida pero sin corbata y la mitad de la camisa abierta.

—Veo que te perdiste otra vez, marimo-kun. —éste sonrió y tomó entre sus dedos la larga cabellera rubia del dueño del restaurante.

—Así que lo dejaste crecer, cejillas.

En aquel restaurante no hacía nada más y nada menos que el legendario Kuroashi Sanji y el mejor espadachín del mundo Roronoa Zoro. Ambos se miraron y sonriendo se fundieron en un corto abrazo soltándose segundos después de la muestra de afecto.

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