Capítulo 47

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LARS

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LARS

Que no te haya sucedido en ese momento no significa que no sucederá. Hay cosas que necesitan madurar, un tiempo para crecer y que podamos llegar a vivirlas, a saborearlas con toda su esencia. Hoy por hoy, es mejor dejar que el tiempo transcurra y esperar. Porque la espera habrá valido la pena después de ese tiempo transcurrido.

—Hermano, felicidades— dijo Volker, nieto de mi tía, me abraza con una enorme sonrisa—. Bienvenido al club de los casados.

Sonreí y miré a Mario que se acercó a nosotros, mientras tanto, Martina estaba con su amiga y mi abuela.

—Gracias, y feliz de unirme a los casados.

—No sabes lo intenso que es a veces— Mario comenta y levanta la copa—, brindo por tu felicidad, Lars. Te lo mereces. Y, por cierto, te nos adelantaste con ser padre— le dio un golpe a Volker y este sonrió.

—Eso es verdad. A nosotros aún nos falta un par de años, nuestras queridas esposas tienen que graduarse para hacernos cumplir ese sueño.

Curvé los labios al oírlos—. Amelia está que no tiene ganas de ya sabéis... nuestros juegos— Mario soltó una carcajada al oír a Volker—. No te rías que también sé que andas a dos velas.

—Cierto, porque tu hermana es muy intensa, y cuando digo intensa es que hay noches que no dormimos y después se toma unas vacaciones— por poco me atraganto al oírlos.

—No me cuestes esas cosas, Mario— Volker frunció el ceño y le dio otro trago a su champán.

—¿Qué pasa, aquí? — Leyna llega hasta nosotros con su amiga, y mi querida esposa.

—Estos hombrecitos no necesitan de vuestras vacaciones— dije y miré a las chicas y estas miraron a sus maridos.

Le guiñé un ojo a Martina y ella recostó su rostro sobre mi pecho mientras mirábamos a estos cuatro.

—No entiendo— dijo Amelia.

—Yo lo entendí— agrega Leyna y Mario puso los ojos en blanco—. Y déjame decirte, querido, Lars, que mis vacaciones son por algo— rodó sus ojos hacia su marido y este se encogió de hombros mientras escuchaba el chasquido de Volker.

—Has visto, Amelia. Creo que deberías ser también intensa y cogerte tus vacaciones y no cogerlas así por así.

—Sigo sin entender— dijo ella.

—Luego te lo explico, amiga— Leyna tiró de ella y ambas se marcharon, sostuve a mi mujer de la mano y dejé a estos dos con sus cosas.

—¿A dónde vamos? — preguntó al ver que la alejaba de la multitud y la prensa.

—Nos vamos a la habitación principal que tiene este castillo.

Con risas de su garganta recorrimos los largos pasillos del ala oeste y llegamos a nuestro destino.

Desnuda ante la mirada del duqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora