MARTINA
Mi mundo ya no era igual desde que la arrolladora belleza del duque me besará. En serio, mi vida se había vuelto del revés. Cada vez que me acordaba de cómo se adueñó de mí, siento una exquisita humedad que moja mi ropa interior.
No solo era embaucador y dueño del protagonismo de las miradas de las personas que lo rodeaban, y sin hablar de su forma de ser, pero es que ahora sabía y conocía que su forma de besar era poderosa.
Esa tarde él la pasó vigilando a los sobrinos de su abuela, como si dejar de custodiarlos iba a ser un peligro para mí. Me hizo gracia al ver cómo me buscó después de esa frialdad y como uso su magia para calmar mi anhelo, mi dolor por mi hijo.
Los días fueron pasando, y mañana era Nochebuena, la tía de Lars se despidió y Zelinda se fue con ella. Se suponía que le dije a la anciana que iba a pasar estas fechas con Lars, pero a Lars le dije que me iba a España. Así que aún estaba dubitativa.
—Felices fiestas, señoras— dije y me despedí. Lars las llevó a casa de la tía, y yo me quedé en casa.
Volvía a mi habitación y esos muros que derribamos los días que pasé en su cama, tenían que ser levantados. Desde ese beso, Lars no volvió acercarse a mí y en parte lo agradecía, no estaba preparada para estar con nadie, incluso no deseaba una aventura.
A veces quiero mostrarle lo invisible, lo que oculto bajo mi piel, e incluso lo que no puedo explicar con palabras. Que él me devolvió algo que había matado, que han matado. Y empecé a abrir los ojos cuando el frío desapareció porque él estaba, porque llegó a su casa del trabajo, porque decía mi nombre y me encogía el pecho, me miraba y me arañaba las entrañas. Sentía tantas cosas que se las quería decir y termino sin decirle nada.
La noche llegó, estábamos a solas en su enorme casa—. ¿Puedo pasar? — preguntó.
—Sí, pasa.
Este paro frente a mí y miró a mi mullido pijama. Había vuelto a usarlo. Mordí el labio y sonrió.
—Mañana te vas.
—¿Quieres que me quede?
Este no contestó.
—Pídemelo y me quedaré.
—Sabes que no te lo pediré.
—¿Por qué rechazaste estar con tu madre?
—Ya no encajo en su vida. Ella la pasará bien con su esposo, y yo recordaré a mi padre. Es mejor estar solo.
Avancé hasta él y pasé mi mano sobre su mejilla recién afeitada—. Quiero hacerte un regalo— me dijo y se me erizó la piel.
Este saco una cajita de terciopelo y me lo ofreció. Al abrirla me encontré con unos hermosos pendientes de oro con pequeños diamantes alrededor de la forma circular de estos.
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Desnuda ante la mirada del duque
RomansaCuando una mirada tan profunda te atraviesa los huesos, y si le sumamos que es la de un duque con una belleza arrolladora, entonces todo se profundiza aún más bajo la mirada azul de aquel sujeto. Dicen que una mirada vale más que mil palabras, la d...