MARTINA
A veces siento que, Teo nunca debió de ser el padre de mi hijo, que alguien más merecía ser el motivo de que Leo naciera. Esa sensación siempre me llenó el pecho y no quise comprender nada por qué era evidente que todo estaba siendo producto de mi imaginación.
Esa mañana amanecí con el cuerpo roto, me dolía todo y sabía que era por la falta de descanso. Porque después de esa discusión en medio de la noche, mi pequeño Leo apareció en mis sueños.
—Que yo sepa, solo me acosté contigo— dijo seguro—, a no ser que tenga un gemelo. Te repito que no me follé a nadie. Aún huelo a ti, Martina. — Esas palabras aún suenan como alarma en mi cabeza. Me estremecía las entrañas.
Sacudo la cabeza y salgo de mi habitación, paso por la de Lars y sin detenerme una sensación rara me encogía el corazón. Coloqué la mano sobre mi pecho y seguí mi paso.
Saludé a la chica del servicio que estaba preparando el desayuno y le dije que yo ponía la mesa. Mientras lo hacía, él me sujetó de la cintura y mi piel se erizó. Me estremecí.
—¿Estás más calmada?
Asentí—. Lo siento por lo de anoche.
—Está bien. Hablemos en mi despacho.
Lo seguí y este me agarró de la mano.
Al llegar cierra la puerta con seguro y me estampó con suavidad contra esta, en menos de lo que tarda un suspiro, su boca estaba adueñándose de la mía. Me besaba con miedo sin dejar de ejercer su poder sobre mí.
Se me vuelve a hundir el corazón por su cercanía—. Eres preciosa— dice nuevamente esa frase que me arañaba—. No fui a buscar el cariño de nadie ni en los brazos de ninguna mujer. Créeme que estar contigo, me quitó las ganas de estar con otra. Y lo que haya creído tu mente fue una imaginación. De hecho, te lastimas con lo que esa preciosa cabeza te dice a con lo que yo te podría hacer.
Mis mejillas se tiñen de rojo. Estaba tan sexi esta mañana y aún con su pijama que se me hizo raro que no estuviera listo para irse a trabajar.
—No es producto de mi imaginación, Lars. Ayer tu abuela te estuvo llamando y luego con tu número le llamó tu amiga, no sé su nombre, pero sé que es una rubia la cual tu abuela conoció una noche cuando la llevaste a cenar y se presentó.
Este frunció el ceño—. ¿Rose?
—Supongo que es ella.
—Me cago...— deja de hablar y me libera. Avanza hasta su mesa—. Ayer vino a verme a la empresa, pero estaba reunido y me esperó en mi oficina, claro está que dejé olvidado mi móvil sobre mi mesa. Pero no encontré ninguna llamada de mí abuela.
—Pues no sé, se habrá encargado de eliminarlas.
Empezó a sonreír y mi cuerpo tembló— ¿De qué te ríes?
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Desnuda ante la mirada del duque
RomansaCuando una mirada tan profunda te atraviesa los huesos, y si le sumamos que es la de un duque con una belleza arrolladora, entonces todo se profundiza aún más bajo la mirada azul de aquel sujeto. Dicen que una mirada vale más que mil palabras, la d...