#03

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– Niki... ¿Qué quieres? –hizo aquella pregunta notando la sonrisa burlona del japonés, consiguiendo enojarse con eso.

– Me rechazas todo el tiempo, ¿por el idiota de Jay? –el japonés dejó escapar un suspiro cerrando sus ojos un momento y devolviendo la mirada a los ojos del pelinegro, al que miraba entre enojado y provocativo. – Es que yo no entiendo... ¿Qué le ves a ese estúpido?

Jungwon rió. – ¿Crees que lo conoces?... Ese idiota da miedo... Y deja de mirarme de esa forma, que no me produces más que ganas de romperte la cara.

– ¡Uy, qué miedo me da!... –con una de sus manos hizo presión en el cuello de Jungwon, golpeándolo contra los casilleros y luego rozando sus labios con los del chico. – Me pregunto qué me va a hacer tu noviecito si te hago algo... Te vas a arrepentir de faltarme el respeto.

Jungwon no podía respirar, la fuerza que el japonés ejercía para sostenerle el cuello era demasiada, tanto que no podía contestarle a ese maldito como quisiera. Todo lo que podía hacer era intentar zafarse sin éxito, era más fuerte que él.

– Lo sueltas o te mato.

Justo en el momento en el que sentía perder la conciencia, Jungwon escuchó una voz conocida e inmediatamente el agarre se hizo más débil. Estaba mareado, por lo que al sentir como las manos lentamente abandonaban su cuello, solo pudo quedarse pegado a los casilleros, intentando recuperar el aire.

– ¿Debo tenerte miedo? –a Niki parecía no importarle mucho la amenaza de Jay, a pesar de haber soltado al otro chico. Volteó para acomodarse el cabello hacia atrás y levantar su mirada, chocando con la de un Jay muy molesto y de ojos que se posaban sobre los suyos de forma amenazante, tornándose lentamente a grises... ¿Grises?

–Más te vale escucharme bien... –el mayor se acercaba a paso lento con cada palabra que pronunciaba, pudiendo olfatear el temor por parte del japonés– Nunca se te ocurra poner un dedo sobre Jungwon. ¿Entiendes? –descubrió sus afilados colmillos mientras pasaba la lengua por la punta de uno de ellos, alzando una ceja para insistir en una respuesta y tratando de contener aquella sed asquerosa que comenzaba a manifestarse en su garganta.

–Puedes quedarte con él, de todas formas no lo va a hacer contigo. –el menor de los tres jamás reconocería el miedo que por unos segundos reflejó ante aquella amenaza del moreno, por lo que le dio un empujón al más mayor antes de retirarse del lugar con su habitual mirada de pocos amigos.

– ¿Estás bien? –Jay se acercó para comprobar en qué estado se encontraba Jungwon, pero este simplemente lo empujó.

– Vete a la mierda. –pero en su interior quería llorar mientras lograba ocultarlo bajo esa fría mirada.

– ¿Por qué eres así? ¡Joder, te he dicho que lo siento! –el mayor no pudo contener su emociones y terminó golpeando uno de los casilleros, justo al costado de la cabeza del menor, quien de no haberse movido, no la hubiese contado, bastaba con ver la enorme abolladura que el metal tenía. – Haces que me enoje.

– ¡Pues enójate! ¿No te cansas de perseguirme? –terminó por gritarle. – Sé que solo lo haces para que no abra la boca, así que no te preocupes, no quiero ver tu fea cara en las noticias.

– Pues yo creo que a ti si te gusta verme la cara. De no ser así, lo hubieras dicho antes. –Jay llevó una de sus manos hasta la mejilla de Jungwon, acariciando esta y bajando en un ligero roce con la punta de sus dedos el recorrido hasta aquella piel suave y clara, la que tanto se moría por volver a morder. – ¿De verdad crees que es solo por eso te sigo?

– ¿Porqué más sería? –no quería ceder ante ese delicado pero a su vez intimidante tacto. Sabía que el chico frente a él solo lo veía como la cena... ¡Pero, demonios!, se moría por ser devorado.

Ambos sabían que aquello era peligroso. No era solo ser descubiertos, sino que los dos comprendían muy bien que Jay era alguien impulsivo y violento por naturaleza, aún cuando no tenía intenciones de serlo, pero eso a Jungwon le importaba muy poco, no le importaba otra cosa que tenerlo entre sus brazos.

– Eres un maldito loco... –se limitó a decir una vez que sus labios se habían separado de los del vampiro.

– No me llames así. –Jay no hizo otra cosa que estampar a Jungwon contra los casilleros, volviendo a tomar sus labios con desesperación. Cuando el menor intentó corresponder y tomarlo por las mejillas, el mayor no se lo permitió y tomó con fuerza de sus muñecas para pegarlas al frío metal contra el que le estaba acorralando. – Quieto. –ordenó.

En tan solo ese instante supo que no debía contradecirlo, pero no sabía si era porque el miedo lo había paralizado lo suficiente como para acceder a todo lo que éste dijera o tal vez, le gustaba tanto como para aceptar cualquier cosa que pudiera hacerle, aún si significaba salir perdiendo.

Pudo averiguar sus intenciones en el momento que notó el cálido aliento del mayor sobre su cuello. Era poco decir que solamente aquello había logrado que cada vello de su cuerpo se erizara, pues aquella zona, desde el día en que Jay puso sus colmillos en ella, se había vuelto el triple de sensible.

El mayor podía oír los latidos acelerados de quien pensaba que sería su víctima nuevamente. Jay podía entenderlo a la perfección y aunque aquel aroma dulce que el menor desprendía era tentador, se había prometido no volver a alimentarse de él.

Jungwon se quedó en silencio, esperando aquel agudo dolor en su cuello, cosa que no sucedió. El más alto había depositado allí un pequeño e inocente beso que lograba contrastar con toda la situación anterior.

Sintió nuevamente los labios del vampiro rozar los suyos con delicadeza, notando como ya no había ninguna fuerza ejercida contra su cuerpo. La confusión aumentó cuando al abrir los ojos, el otro joven no se encontraba más allí. Intentó buscarlo por los pasillos, pero no había rastros de aquel moreno.

Jungwon volvió a dejar su cuerpo contra los casilleros, suspirando y formando en sus labios una leve sonrisa, que se vio acompañada por el toque de sus propios dedos. No podía creer lo que acababa de suceder... ¿Pero por qué estaba tan feliz de que ese monstruo jugara con él?

No, Jay no era un monstruo, solo era... diferente. Sí, eso tenía que ser. Todos cometen errores, ¿no?

No podía ser que luego de dos largos años de amistad, aquel chico solo buscase hacerle daño. Sí, era un poco impulsivo y brusco, pero esa solo era su manera de expresarse, ¿verdad?

¿VERDAD?

El chico intentaba convencerse a sí mismo de que su amigo no era malo, de perdonarlo, pero... ¿Después de lo ocurrido, aún se le podía llamar amigo?... Se supone que los amigos no hacen esas cosas.
Sacudió un poco su cabeza para despejarse de aquellos pensamientos confusos, soltó un suspiro y tomó sus cosas para irse a casa.

SWEET BLOOD ; jaywonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora