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𝐴𝑐𝑎𝑠𝑜 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑚𝑖𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑑𝑒 𝑑𝑜𝑙𝑜𝑟 𝑛𝑜 𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒 ¿𝑄𝑢𝑒́ 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑢𝑐𝑒𝑑𝑖𝑜́?
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Dadas las 2 AM, se observaba una luz tenue por la habitación de Morgan, era una pequeña lámpara que había conseguido y escondía de su padre, pues sabía que si el descubría que en las noches su hija dibujaba bajo las sábanas, su castigo sería peor que cualquiera que hubiese tenido antes. Cerró las cortinas de su habitación antes de que alguien se diera cuenta de la baja iluminación de la habitación a tan altas horas de la noche. Se sentó en la orilla de la cama con una libreta pequeña en su regazo y un lápiz en su mano. La abrió en cierta página donde se encontraba un paisaje meticulosamente diseñado.
-Una línea por aquí y otra por allá definiría los detalles de esta imagen- murmuró Morgan mientras bostezaba- hm... Creo que debería ir a dormir... Mañana tengo un largo día por delante- añadió mientras cerraba los ojos lentamente.
Se quedó quieta con los ojos cerrados un momento y cerró la libreta soltando un leve suspiro. Se levantó rápidamente y tambaleó un poco, para cuando recuperó la estabilidad no se encontraba en lo conocido. Es decir, su cama, su ropero, la alfombra y prácticamente su habitación no estaban, solo estaba un oscuro campo con pequeñas luces amarillas y blancas.
Caminó con pasos cortos a través de la alta y húmeda hierba que ahí se encontraba, de vez en cuando se detenía a admirar alguna que otra flor que tocaba su pálida piel. Un rato después llegó a un alto risco que daba vista al inmenso y negro mar donde se reflejaba una gran y amarilla luna. Morgan tomó asiento en el centro de una larga banca de madera de pino barnizada de un color marrón oscuro, observaba la luna mientras daba golpes suaves a su asiento.
-Hola- se escucho decir una profunda y grave voz en la banca junto a la chica.
-¡¿AH?! -exclamó la joven, quien no había notado la presencia de esa persona.
La persona saludo a Morgan con la mano y le sonrió.
-Ho-la señorita- dijo con una sonrisa aquel ser que se encontraba junto a la chica.
-Buenas noches... Creí estar solo aquí... -respondió la joven mirando al suelo.
-Bueno, en parte creo que es cierto, está usted y estoy yo, estamos solos- sonrió.
-¿Lo conozco? -observó de arriba a abajo a quien tenía en frente: Era un joven que lucia unos 17 años, estatura promedio (1.70) y complexion delgada, de piel pálida con cabello castaño y ojos verde oscuro, estaba sentado mirando al suelo con una mirada calmada.
-No lo creo, aunque yo a usted sí, joven-respondió mirando la negra mirada de Morgan mientras su expresión se tornaba sorprendida y asustada.
-¿Disculpe?
-Mhm- asintió y soltó una leve risilla- te conozco, Morgan.
-Eh- Eso no es cierto- se levantó de la banca y lo miro- no lo haces.
-Claro que lo hago- se levantó y se acercó a ella haciendo que caminara hacia atrás quedando en la orilla- la conozco, jovencita- hizo una pausa y sonrió mientras sus pupilas se tornaban de un color rojo sangre brillante- ¿o debería decir... Jovencito?
Morgan dio un paso hacia atrás haciéndola caer por el risco mientras veía la penetrante y brillante mirada de ese hombre. Cuando estuvo cerca de caer en una roca, abrió los ojos rápidamente: estaba en su habitación, se había dormido. Miró por la ventana, el sol estaba cerca de salir, así que guardo la libreta en su mochila y se adentro en el baño para tomar una ducha.
Más o menos una hora después, salió del baño vestida con su típico uniforme, el sol estaba saliendo, tomó su mochila y salió de la habitación dando pasos cortos y suaves. Para cuando salió de la casa su padre estaba mirándola con una sonrisa nada buena, Morgan siguió su camino hacia la escuela mientras pensaba en... En ese ser extraño que sabía su nombre y probablemente sabía más, no tenía idea de dónde había salido o como llegó ahí, pero era muy raro el que le hubiera hablado y supiera ese secreto.
Cuando llegó al colegio, fue recibida "amablemente" por Annabelle Fischer, su compañera de violin que más que eso, parecía su "enemiga a muerte".
-Buenis días Ezmit- dijo la chica, quien tendía a molestar a Morgan constantemente, además de llamarle nombres y cambiar su apellido.
-No tengo tiempo para esto, Annabelle. -dijo Smith pasándola de largo.
-Soy más importante que tus estúpidos pensamientos- dijo con un tono molesto y añadió con una voz chillona- Mergan.
-Claro que sí- dijo prolongadamente y entró al aula de clases donde empezaba su primera clase.
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-Señorita Smith- dijo la señora Claven mirándola desde la pizarra- ¿Está poniendo atención? El salón de clases no es para quedarse estática viendo por la ventana señorita, ¿Cuál es el tema que estoy dando?
-...- Morgan suprimió un suspiro y dijo- El tema de la clase es Organización Política centrándose en la de nuestro país, maestra.
-Muy bien, prosigamos.
Morgan comenzó a mirar los movimientos de la señora Claven, un manotazo aquí, un paso torpe por allá, una mirada asesina hacia algún alumno distraído, escribir en la pizarra «La organización política inglesa, se centra en la autoridad de...» la vista de la joven comenzó a nublarse ¿la autoridad de...? No lograba ver, sus ojos estaban en su contra, todo lo que podía ver o sentir era una pesada marea con niebla seguuda de un fuerte viento. Pizarra de frente y nada escrito, era como si todo hubiera sido un producto de su imaginación. Cerró los ojos y dio un profundo respiro, lentamente abrió los ojos y observó, todo estaba ahí, la Sra. Claven, la pizarra ahora llena de texto, el escritorio, la lámpara colgante, todo estaba, no había sido la clase un producto de su imaginación, había sido el nublado escenario.
Parecía que la clase duraba una eternidad, solo quería pasar a la clase del profesor Murphy, era la última clase de ese día, y el profesor era amable y cariñoso con Morgan, además, el la había invitado a una Tutoria de su materia «Trigonometria» para ella después de clases. ¿La razón? No había, la joven era buena en todas esas materias, pero el profesor insistió, "Son temas que no has visto, me gustaría que los supieras desde ahora para que no tengas complicaciones en el futuro con tus próximos profesores" recordó Morgan las palabras del profesor, extraño, pero parecía bueno para su aprendizaje.
-Bien clase, hemos terminado por hoy, pueden irse- dijo la actual profesora abriendo la puerta dejando que todos sus alumnos salieran del amplio salón.
Morgan tomó en sus brazos la libreta y adentro en el bolsillo de su camisa las plumas que tenía, salió a paso lento dirigiéndose al salón de su tan querido y anhelado profesor. El comportamiento de este le hacía sentir bien, y querida de esta forma llegó a desarrollar ¿"sentimientos"? por el bien parecido profesor.
La joven llegó de primera al salón y fue recibida por un alto y moreno hombre de aproximadamente 25 años, de ojos azules y cuerpo delgado vestido con una camisa negra ajustada que resaltaba su buena figura, ese hombre era el señor Murphy, el profesor.
Dentro de la clase se dio el tema predestinado para ese día con normalidad y fluidez, dando paso a una ligera tarea y un termino rápido de clase. El joven hombre, dejó salir a sus alumnos a excepción de su favorita: Morgan.-Bien, demos inicio a tu... Tutoria. -dijo con una sonrisa acercándose al asiento de Morgan.