0 1. Invierno

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«Aidan era como la luna, imperfecto. Lleno de cráteres. Pero su brillo era tanto que no podía mirar a nadie como lo miraba a él.»

🌙

Alaska.

Lo encontré en una noche de inverno, celebrábamos el festival navideño como cada año.

¿Y en dónde estaba yo? Contemplando esa rueda de la fortuna enorme. Girando lento. Con sus focos titilantes.

— Muévete— Se quejó un rubio empujándome.

Él junto a una tipa caminaron para subir a la rueda, pero seguían burlándose.

Y sentí rabia, rabia de haberme quedado callada.

— ¿Problemas con el rubio de allá?

Volteé hacia el sonido de la voz, era de un chico. Vestía de camisa un poco desabotonada, saco obscuro y sus ojos tenían un verde claro. Fue un choqué de miradas, un cosquilleo por las venas.

Pareciera que él sintió eso mismo. Parpadeó repetidas veces y se movió, situándose a mi lado.

— ¿Vas a ir detrás de él?

— ¿Sabes quien es?

— Es familia— Susurró— Estábamos juntos pero llegó su novia y, a la mierda todo. Me dejo solo.

— Y a mi me empujó.

— ¿Y tú, vienes sola?— Preguntó interesado.

— Sí— Pensé— ¿y si vamos por él?

Su mirada se alzó hacia la rueda — ¿yo?¿ahí arriba? ni de broma, esta jodidamente alto.

— Cobarde— Susurré pero me miró de reojo. El viento le sacudía el cabello.

Por lo bajo sentí que agarro mi mano, y comenzó a jalarme a la fila de espera.

— ¡Espera!¿qué haces?!

— Subiremos a esa maldita rueda.

— Y hace un instante decías que no.

Sus dedos se hundieron en los míos, mantenía su paso decidido, seguro. Pasamos por arbustos adornados de luces navideñas blancas y azules.

Miré nuestras manos sosteniéndose, como si fuese habitual sentirlo a pesar de que lo acababa de conocer.

En cuanto llegamos me soltó y comenzó a tronarse los huesos de sus dedos, agitándolos.

— No tenemos que hacer esto. De verdad. Solo quise jugar contigo.

— Nadie me llama cobarde— Se trono de lado a lado el cuello y respiro hondo antes de poder subir.

Alcé la vista al cielo sin estrellas, empezaban a caer pequeños copos de nieve en mis mejillas.

Volví a sentir la mano de aquel tipo más relajado y no me soltó al entrar a una de las cápsulas.

Nos situamos en medio y la rueda no tardo en comenzar a moverse. Su mano comenzó a tensarse y tenía la mirada recta a la pared de cristal.

— Mierda— Cerró los ojos.

No sé él pero yo estaba fascinada por el brillo del festival. Me atreví a mirar arriba, abajo, y a las montañas nevadas fuera de la ciudad.

— ¡Abre los ojos!¡Es maravilloso!— Casi grité emocionada a su oído.

— ¿Porque me subí?¿Porqué, porqué?! Odio las putas alturas.

— Solo ábrelos, un poquito— Él parpadeo, observo las montañas. Y se empeñó en bajar la mirada.

— No me jodas, no me jodas.

Trate de no reír, juro que traté pero no pude.
Eso solo empeoró la situación.

— Esta mierda no va a parar— Volteó a verme repentinamente, sus ojos se clavaron en mi ignorando su alrededor— Cuéntame algo, rápido, quiero verte, yo que sé. Pensar en algo más.

Nos miramos fijamente en el silencio de la noche, más calmado recorrió sus dedos hasta mi muñeca, buscando mi pulso. Estaba tan cerca, y tan inalcanzable a la vez.

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Bienvenida/o🫂🤍

YOU, volver a brillar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora