Capítulo cuarenta y dos

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La valentía de Nick

—Vaya mierda —se queja Charlie.

—¿Qué?

—La vida de ese chico —dice, refiriéndose al tipo de la película—. ¿Cuánto tiene? ¿diecisiete años?

—Supongo...

La verdad no le he puesto atención a la película, en cambio Charlie sí. Se mete de manera intensa en el personaje del espectador, aunque a veces pienso que se siente parte de la película por cómo le habla a la televisión, esperando que alguno de los actores que están en la pantalla lo escuche.

—Solo imagina que ahora el mundo dependiera de ti. Eso de ser el héroe es una mierda.

—Pues siempre terminan bien. Un poco machucados y con unos amigos menos, pero terminan bien —le digo sin mucho interés.

—Pero es muy irreal. Primero, que alguien de esa edad tenga que cargar con tanto. Es decir, ¿por qué él?, ¿por qué a esa edad? ¿Acaso no podían esperar a que por lo menos tuviera los años suficientes para beber?, ¿un shot de tequila para agarrar valentía? ¡No!

—Es ficción, Charlie —le recuerdo en un murmuro, porque temo que no me va a escuchar ni aunque le grite.

—Y como tú dijiste, terminan felices. ¡No pueden terminar felices! Sí, una sonrisita porque al fin terminó toda la mierda donde debe idear un plan para matar a un enemigo mortal o a un sistema corrupto, y así poder ya vivir su vida. Pero, ¿y los traumas? Que no me vengan aquí a decir que después vivió feliz por el resto de su vida.

Lo miro unos segundos y me siento en el sofá, ya que estoy acostada en este con mis pies apoyados en las piernas de Charlie. Me acerco a él y le acaricio el cabello como si estuviera intentando comprender el berrinche de un niño.

—Ficción, Charlie, ficción —le repito—. Ellos, todas las personas que ves ahí, ahora están en sus casas sentadas en un sillón de un millón de dólares y limpiándose la nariz con billetes de cien por la alergia que les causa la primavera.

Él me queda mirando, todavía veo esa frustración en el azul de sus ojos.

—Bueno, tienes razón. Pero de todas maneras, nos hacen creer que los adolescentes podemos con todo, que estamos obligados a crecer rápido y aceptar de brazos abiertos la responsabilidad estúpida de acabar con alguien que tiene la capacidad terminar con el mundo. De que el amor y la amistad nos van a salvar, cuando en realidad a veces estás completamente solo. Que después de toda la mierda que te hacen pasar debes estar agradecido porque eres más fuerte, más maduro, y...

Se queda con la palabra en la boca y suelta un gruñido, enrabiado consigo mismo.

—Esto se ha vuelto algo personal, ¿verdad?

—No, es solo que me molesta mucho que hagan eso.

—Charlie, solo es una película.

—Sí, pero las películas influyen en tu vida, sobre todo cuando eres demasiado joven para cuestionarte las cosas.

—En eso tienes razón.

—¿Sabes? Si alguien me dice que tengo que salvar la Tierra porque los extraterrestres se han unido para invadirnos, los mando a la mierda. Aunque sea la única opción de sobrevivir.

—Bien, mándalos a la mierda.

—Y que todo el mundo se joda. Hasta yo, ¿qué más da?

Me arrodillo a su lado y paso mi mano por su rostro, atrayéndolo a mí para darle un beso, lo intento distraer de esos pensamientos tortuosos y abrumadores que están por su mente. No tengo la habilidad de hacerlo reír en medio de crisis existenciales o momentos incómodos como él lo hace conmigo, así que debo ocupar otros métodos.

Nunca elijas a la chica rota ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora