Cap: 4 Salvaje infeliz

710 52 17
                                    



POV Nicol.

—Prometo que dejaré de enfadarme contigo las veces que pongas mi dormitorio patas arribas o muevas mis cosas de lugar.

Sonrío media dormida intentando mantener el celular contra mi oído.

—Es muy temprano, tonto. Estoy durmiendo. —musito perezosa.

—Prometo que seré mejor hermano... —hace pausa. Se escucha angustiado, nostálgico y un poco deprimido. —Papá ya se ha ido, tú no lo hagas.

—No exageres... —intento tranquilizarlo.

—Solo... vuelve. Nos haces falta, hermanita. —respira.

Pese a no verlo distingo qué está llorando.

—Oye, Mike. Estoy bien. —le aseguro. —Sabes que te quiero. —sueno algo ridícula admitiendo eso, es un insoportable. —Y no hace falta que me prometas ser el mejor hermano del mundo porque ya lo eres, siempre lo has sido, has cuidado de mamá y de mí de la mejor manera posible... Sigo aquí luchando, recomponiéndome... no quiero que te pongas triste, te quiero. Dile a mamá que la adoro.

Escucho el timbre de la puerta. Dios ¿Quién puede ser tan temprano?

—Hay algo que debes saber. —emite mi hermano del otro lado de la línea.

¡Ingrato! Le dije todo aquello y me contesta saltando a otro tema.

—Tuve qué decirle a los chicos que están en Londres.

—¿Qué? ¿Cómo vas y se los cuentas? —le reclamo.

—Lucas no me dejó otra alternativa. Prácticamente me obligó y Matthew rompió nuestro auto.

—No lo dudo, Matthew siempre ha sido un loco. —pienso en voz alta. Vuelvo a escuchar el timbre, esta vez con más insistencia. —Te llamo al rato, Mike. Están tocando la puerta.

—Vale, piojito.

—¡Piojito tu madrina! —lo contraataco.

Lo escucho reírse.

—Besos. —cuelga.

¿Ven cuando digo que es un insoportable?

Además, no soy tan enana.

No me queda más que levantarme debido a que el timbre sigue sonando, voy y abro la puerta para toparme con un total desperdicio de oxígeno.

—Créeme que me fastidia mucho más ensuciar mi vista con tu cara, pero si alguien no hubiera salido más temprano para irse de fiesta con Peece, yo ahora no estaría aquí... —dice recostado en el marco de la puerta.

—¿Pensaste que podías ir a mi trabajo con tu cara de lindo, darme ordenes y que yo las acatara? No, querido. —muevo mi dedo índice cerca de su rostro en forma negación.

—Gracias por lo de lindo, solo por eso te perdono. —contesta energético apartando mi dedo frente a su cara.

—Era sarcasmo, salvaje infeliz.

—No me digas, enana desquiciada. —finge sorprenderse.

Sus ojos grises lucen joviales, tiene una expresión juguetona en el rostro y un nivel de buen humor por los cielos.... ¿Cómo es que alguien puede estar tan feliz en la mañana?

Solo por la duda, le cuestiono en medio de un bostezo:

—¿Desayunaste amor con arcoíris o qué cosa?

Frunce el ceño confuso, expresión que se convierte en una sonrisa al captar el chiste.

—Mi felicidad será mayor cuando saldes tu deuda conmigo para que mi amigo pueda costear la reparación de todo lo que destruiste.

Obsesión despiadada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora