La vida adulta y los superpoderes de Adriana

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Pasamos horas comiendo, platicando cosas cotidianas, del cómo nos había ido en el día, le conté de cómo me había costado encontrar un atuendo para ese lugar, para tu papá no era nada raro, ya que me entendía perfectamente por qué también era igual que yo. Nos gustaba ir a lugares mucho más sencillos y eso me encantaba; sin embargo, a veces para sorprenderme me llevaba a lugares diferentes sin motivo alguno, pero en esa ocasión sí había un motivo para llevarme a ese lugar, pero yo no lo sabía.

-Amor, vamos afuera, tengo algo que decirte -me sonrió. Sentí como mi corazón se aceleraba, todo tipo de pensamientos me rodeaba en mi mente. Y si me decía que rompiéramos, y si me dejaba botada, y si me decía que ya no me amaba.

Caminando junto a él simulando mi preocupación llegamos a una banca rodeada de zona verde no muy lejos del restaurante, ese lugar estaba apenas para que las parejas llegaran a platicar y a reposar la comida. Nos sentamos, yo sentía que en cualquier momento mi corazón se salía de mi pecho, estaba deseando que empezara hablar ya y me dijera las malas noticias que me tenía que decir, no sé por qué tenía la costumbre que siempre que me decía algo así por más buenas intenciones que lo decían siempre me abundan los malos pensamientos. Llegamos a la banca y nos sentamos,

-Te amo mi cielo y siempre te amaré- me dijo con firmeza.

-Yo también y lo sabes.

- Sí, lo sé amor y eso es lo que me hace tan feliz. -a mí también saber que es mutuo es hermoso - dije mirándolo a los ojos.

-Amor me gusta el rosa de la bufanda. -Solo le mencioné sobre el color para no mentirle, ya que era mi color favorito y mencionarle algo lindo para que no se sintiera mal y pensara que no me había gustado y evitar que me preguntara algo en la que solo podía decir sí o un no.

-De verdad amor gracias a Dios que le gustó porque la hice con mis propias manos, -dijo con orgullo. -De verdad amor está hermosa.-Al final no mentí al decir que estaba hermosa, ya que en varias ocasiones me había sorprendido con cosas que hacía con sus propias manos y si lo comparamos realmente esta bufanda estaba hermosa.

En ese instante me agarró la cara y me dio un beso de esos que me vuelven totalmente loca, de esos cuando los pruebo no quiero parar nunca, son de esos que me hacen sentir en las nubes, en la que hace parar el tiempo y olvidarme por unos segundos de las cosas que hay a mi alrededor, los que me enamoran cada día y que siempre quedo con ganas de más; nos separamos y lo miré a los ojos, tomé su rostro con mis manos y pegué mi frente junto a la suya regalándole una sonrisa.

- No sabes cuanto te amo. -exclamó con dulzura.

-Yo también, amor. -cerré mis ojos dejando caer una lágrima de felicidad. Estuvimos así por unos segundos hasta que sentí su mano agarrando mi brazo y poniéndome de pie, se puso al frente mío y se arrodilló y me dio un papelito con un cuadro negro y una moneda, yo los agarré y empecé a rasparlo y leí, ¿quieres casarte conmigo.? Sorprendida lo miré y dije que

-Sí, con mucha felicidad al ver esa sonrisa en su hermoso rostro.

Mi tesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora