Cocina

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Damien odiaba el infierno, odiaba el fuego, odiaba a los malditos demonios, odiaba a cada asquerosa alma humana con la que se cruzaba, odiaba que su padre se haya muerto y lo haya dejado a cargo de toda esta mierda mientras él se iba a tomar vacaciones permanentes en el cielo, pero por sobre todo odiaba estar lejos de Phillip.

Ese humano de alma tan pura equiparable sólo con un ángel, solo que Phillip era mil veces mejor que esos imbéciles emplumados, Pip lo amaba, lo complacía y entendía su carácter difícil. ¿Cómo alguien tan puro como Phillip se había fijado en el anticristo? Era todo un misterio.

Tras meses de viajar por todo el infierno lo único que quería era volver a su castillo, besar a Phillip y cogérselo ahí donde estuvieran, no le importaba si todos los sirvientes los veían, era el anticristo y la vergüenza era un sentimiento muy banal para él, sin embargo, su pequeño ángel no gustaba de dar espectáculos, además...ahora que lo pensaba no quería que nadie aparte de él viera la maravilla que era el cuerpo desnudo de su ángel.

Entró al castillo con su séquito, mientras este se dispersaba buscó con la mirada entre los presentes a los inconfundibles cabellos dorados de su amado, pero no lo vio. Con una señal de su brazo ordenó que cada uno de los sirvientes regresaran a sus posiciones. Pero antes de que un diablillo huyera, lo agarró por la cola.

- ¿Dónde está Phillip?

El diablillo comenzó a patalear.

-No lo sé, señor.

Damien lo miró con sospecha, entonces apretó el agarre sobre su cola.

-Habla.

-Señor, es verdad, se lo juro. Nadie lo ha visto desde ayer.

Damien lo dejó ir con rudeza.

-Desde ayer...-se dijo para sí mismo y comenzó el camino hacia sus aposentos.

No tenía por qué pensar de más, pero por unos breves segundos antes de abrir la puerta, del dormitorio que compartía con Philip, sintió miedo. Adentro todo parecía en orden, las cosas de su ángel estaban en su lugar. Cada prenda y cada par de zapatos, excepto por...un par de jeans malgastados que Damien le había pedido que bote hacía ya tiempo, pero Pip había insistido que eran ideales para hacer jardinería. Quizás Pip habría decidido deshacerse de ellos de una vez o quizá...

Sus pasos lo dirigieron hacia el jardín, era lúgubre como el resto del infierno, el suelo era roca dura bañada con ceniza y los árboles estaban secos y deformes, entre tanta miseria, Pip resaltaba con luz propia. Estaba arrodillado dándole la espalda, sus lindos cabellos caían sobre su espalda.

No queriendo asustarlo, pero emocionado lo agarró por detrás y lo alzó, el rubio lanzó un gritito, pero al ver a su amado rey infernal dejó de oponer resistencia.

-¡Damien! Dijiste que vendrías mañana.

El anticristo no respondió y con desesperación buscó sus labios. Pip respondió con avidez, soltando la pequeña pala que estaba usando para mover la tierra, él también lo había extrañado. Entre besos se quitó los guantes de jardinería que en ese momento solo estorbaban en su búsqueda de la piel del anticristo. Pip aun no podía creer cómo alguien tan poderoso y tan frío, como Damien presumía de ser, podía desbordar tanta pasión con solo unos besos, cada uno, era fuego sobre su piel.

Damien bajó por su clavícula mordiendo con sus colmillos aquella preciada piel, suave, deliciosa y solo suya. Pip emitía jadeos bajos que se perdían como ecos en el inmenso jardín, sus piernas perdían fuerza y tenía todo el peso apoyado sobre el anticristo.

-Damien...-lo llamó cuando sintió las manos ajenas apretando sus nalgas-. Aquí no...

Phillip tenía razón, su amado ángel no merecía ser tomado en el jardín más horrible del universo. Juntó toda su fuerza de voluntad y lo llevó en sus brazos, como si se acabasen de casar, a la puerta más cercana.

La cocina estaba vacía.

Damien iba a continuar su camino en busca de las escaleras más cercanas hacia su dormitorio, pero Pip lo detuvo.

-Podrían vernos...-susurró haciendo que el anticristo lo dejase en el suelo.

Pip tenía las mejillas coloradas y el cabello revuelto. Como acechando, Damien lo atrajo hacia sí y le mordió el labio inferior, causando una oleada de sensaciones en el rubio.

-Damien, estamos en la cocina...-jadeó, intentaba recuperar algo de cordura, cuando el anticristo volvió a rodearlo, esta vez apoyándolo en una de las mesas. La sensación de su cuerpo sobre el suyo lo embriaga, hacía que viera todo a través de un vidrio empañado-. Te necesito...

-Ángel... -susurró el anticristo junto a su oreja, mientras lo apretaba contra su erección-puedo esperar, vamos a la habitación.

Ambos sabían que era una vil mentira, pero Damien siempre había sido considerado con los deseos de Phillip. Para él, su ángel era su todo.

Pip comenzaba a perder el hilo de pensamientos, se acercó aún más. Levantó las caderas buscando el contacto ajeno, Damien se abalanzó sobre él, tocándolo, frotándose, abriéndose paso entre la tela de sus prendas hasta tocar la caliente piel. Aquellos jeans desgastados fueron los primeros en caer, seguidos de la ropa interior, la camisa abierta, dejando al aire dos pezones rosados que el anticristo no tardó en saborear.

-Damien...-lo llamó entre jadeos desesperados- por favor...

Con impaciencia Damien bajó el cierre de sus pantalones, Pip miró con ojos vidriosos el miembro ajeno.

-Adentro...-pidió abriendo más las piernas.

-N-no te he preparado-dijo Damien con voz quebrada.

-No importa- Pip movió la cabeza de lado a lado-. Hazlo.

El anticristo lo hizo, con un movimiento lo penetró, Pip soltó un sonoro jadeo, relajándose, listo para continuar. Sus caderas se movieron por sí solas, yendo al encuentro de su amado. Damien comenzó con un vaivén lento, pero tras cada estocada, Phillip soltaba un gemido rogando por más. Aceleró el ritmo, el gemido se transformó en gritó, que inútilmente intentó cubrir.

-Déjame oírte, ángel...

Pip pronunció su nombre entre palabras de amor, luego lo gritó antes de tensarse debajo de él. Agarró a Damien por los hombros, como temiendo que huyese y tras un último movimiento de parte del anticristo, se corrió, aún juntos, Damien se vino dentro.

Antes de separarse, se besaron con la respiración agitada.

-Maldita sea, Phillip...-Damien intentó regular su respiración-. Te amo.

-Te amo...-respondió Pip igual de cansado.

Mientras recogían la ropa del suelo, Damien encontró una bolsa de semillas,

-¿Son tuyas? -preguntó mostrándoselas.

Phillip asintió apenado.

-No he podido hacer que crezcan-tomó la pequeña bolsa-. Es el ambiente supongo.

Damien no supo por qué, pero sintió que debía disculparse.

-Lo siento.

Pip lo miró con sorpresa.

-Oh, Damien, querido, no. No es culpa tuya.

-Quizá no...-una idea loca cruzó por su mente-, pero no significa que no pueda hacer algo al respecto.

Pip ladeó la cabeza.

-¿A qué te refieres?

-A qué le diré al mundo cuánto amo a mi ángel-lo besó en la frente-. Ahora vamos, debemos asearnos, hay mucho que construir.

Phillip seguía sin entender nada, pero decidió confiar en Damien y en su amor.

Después de aquello, pasar con la ropa desarreglada frente a los sirvientes no fue problema para ninguno y tras llegar a la habitación ambos tomaron un baño largo.

La construcción inició al día siguiente. Un par de meses después no había ni en la tierra, ni en el cielo un jardín tan bello como el que el rey del infierno construyó para su amado ángel.

......


Nota: Planeo terminar estos one-shots así sea en 2050 TuT

KINKTOBER 2020 - DIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora