La terapia es especialmente dolorosa. Los huesos rotos no quieren acomodarse. Se resisten por puro orgullo, como si pasaran por una etapa de rebelión adolescente. No son comprensivos con el cuerpo del que forman parte, con los nervios que lo componen y que se conectan al alma limpia de Kang. Así que cada vez que el enfermero los mueve, para despertarlos de su letargo, Kang se queja y lloriquea. Si se pudiese voltear mordería la almohada. Su ángel es cuidadoso, pero su pierna no se deja domar ni con delicadeza y Kang llora. No hay lugar para la vergüenza en este llanto, pues es algo inevitable.
Sortis le da la mano y cierra los ojos con él, como si experimentara su propio dolor. Deja que Kang apriete su mano, que estruje sus dedos y suelte su agarre cada vez que el enfermero le da una pausa y le pide, un poco asustado, que deje de exagerar tanto. Cuando este proceso de sanación y tortura termina, Kang deja ir su mano y vuelve a respirar normalmente. Se seca las lágrimas y finge que no ha pasado nada.
—¿Por qué será que todo progreso requiere dolor?
—Esa es una concepción de la vida muy triste.
—Pero, aparentemente, es la que tiene mi pierna—dice, con odio. Con odio hacia ese miembro. Hacia ese conjunto específico de músculos y huesos—. Hubiese hecho muchas cosas en este punto de no ser por esto. Quería ir de paseo al río. Los paseos que estábamos haciendo en senderismo iban tan bien... Y las obras... Yo...
Un suspiro hondo.
Antílopes. Enfermeros. Ángeles.
Sortis se pone de pie y se acerca a su pierna herida. Ya no está siempre arriba, flotante. Ahora, de vez en cuando, descansa sobre la cama.
—¿Me dejas?—le pregunta. Kang asiente con sutileza.
Entonces Sortis se acerca con cuidado. Pasa sus manos suavemente, pero con la fuerza suficiente como para que la pierna no interprete su tacto como cosquillas y el cuerpo, irremediablemente, se mueva de brusco. Usa sus pulgares y sus dedos índices. Quiere recordarle a Kang los motivos por los cuales debería amar esta pierna. Recordarle que no siempre quiso herirlo de esta forma. Que, si bien le permite sentir un dolor deslumbrante, también tiene la capacidad de sentir dulzura y placer en la misma medida. Recordarle que fue la misma pierna que lo acompañó a todas partes y consiguió que hiciera cosas increíbles. Y recordarle también a la pierna misma por qué, a su vez, debería volver a ser lo que era. Deja que sus labios aterricen allí cerca de tres segundos, y besa todo lo que se pueda en semejante fracción de tiempo. Luego retrocede.
Kang lo mira y su mirada sigue lluviosa, llorosa. Pero, de nuevo, es otro tipo de ojos.
Sortis se da cuenta de que nunca había visto llorar tanto a alguien.
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Kang es dueño de una pierna rota y una maldición
Historia CortaAntes de que el espectáculo empiece, Sortis le dice a todos los actores que se rompan una pierna. Menos a Kang. A Kang, bajo ningún concepto, hay que decirle semejante cosa. Ahora lo sabe. Así que, con dulzura, se limita a decirle: Que te lancen flo...