Capítulo 3

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Las semanas transcurrían y Alexis comenzó a notar algo en su compañera que no le disgustaba pero que le desconcertaba, y es que cada vez que él se despedía en la última esquina a la cual llegaban al caminar después de varios minutos, él le decía "adiós" por cortesía y entonces comenzaba a caminar, sin embargo, hasta ahora, después de cinco semanas de clases, ella nunca le correspondía su partida. Tampoco se despedía, ni le decía nada, simplemente continuaba con su camino. - Farah... ¿Por qué nunca dices adiós? - Le preguntó mientras caminaban. Aquella pregunta la puso a pensar. Creyó que tal vez era descortés con su compañero y es que en realidad a ella no le gustaba despedirse de nadie, a excepción de Rosa que más bien lo sentía por obligación para que no se molestara, más que por gusto. - ¿te molesta? – le preguntó preocupada. Él negó mientras estiraba su brazo tocando las paredes por las cuales andaban. - solo me preguntó porqué solo sigues derecho y me ignoras - sin saber qué hacer le pidió perdón. Él no tomó apecho las cosas, solo tenía interés de su peculiar acción. Agarró su mochila aún más fuerte y miró a su compañero. Era de confianza y muchas cosas que a ella le importaban a él no. Le pareció bien contarle su motivo. – Porque a veces las despedidas pueden significar para siempre. – Ella comenzó a hablar. – simplemente pueden llegar a ser muy dolorosas. Es mejor saber que alguien nunca más regresará a tener esperanzas de que volverá. – Alexis pensó en su argumento, comenzó a reflexionar. – pero el decir un adiós puede significar muchas cosas: un adiós de para siempre o un nos vemos después, y normalmente no son dolorosas. – le contestó aun con su brazo izquierdo tocando cada cosa que encontraba. Volteó a Farah, su mirada cabizbaja parecía recordar cosas. – sí, un adiós puede significar muchas cosas, y todo dependerá de las personas y acciones que éstas hagan, el adiós guarda algo tan grande, pero... realmente prefiero pensar que no tengo o tuve a alguien a creer que en verdad los tengo y saber que en realidad no se encuentran cerca de mí. – Alexis entendía su juego de palabras, pero no era capaz de comprenderlo realmente. Volvió a mirarla y su rostro parecía triste y entre aquel rostro triste le explicó la razón del porqué llegó a esa conclusión.

Recordaba el ultimo día en que vio a su padre. Su madre se había levantado temprano para ir a comprar algunas cosas para la casa y llegaría hasta la tarde. Ella se encontraba en las últimas semanas de su primer año escolar. Su padre con una sonrisa se encargó de peinarla. Sabía que el cepillo jalado por su padre bruscamente le dolería fuertemente, pero era incapaz de decirle que la dejara. Ella no sabia peinarse y solo su padre estaba, raramente él se encargaba de llevarla a la escuela pues él se levantaba para ir a trabajar y su madre se responsabilizaba de llevarla. Era muy diferente el trato entre su madre al de su padre. La amabilidad y paciencia marcaba mucha diferencia. Su padre inconsciente del dolor que le provocaba a su hija al peinarla de manera chueca y fuerte continuaba con su acción. Apuró a su hija y entonces se subieron a la bicicleta. Al llegar a la escuela, su padre le agarró la mano por unos minutos y la miró profundamente. La abrazó y susurrándole a su oído le dijo <Adiós>. Ella le sonrió y le preguntó si vendría por ella a la salida. Él asintió y le volvió a decir adiós girando su mano derecha de un lado a otro en señal de despedida. La preocupación fue grande de la pequeña Farah al permanecer dos horas a la salida de su escuela a la espera de su padre. Con gran intranquilidad corrió hasta llegar a su casa; recordaba el camino y no le daba miedo caminar sola. En realidad, el nerviosismo y la preocupación eran más grande.

Al llegar, escuchó gemidos de la habitación de sus padres. Su madre se encontraba llorando en la cama. Estaba en posición fetal mientras agarraba una almohada. Trozos de papel se hallaban en el suelo, y al parecer su dolor era grande más que la rabia que también demostraba. Al ver a su hija la abrazó hasta tranquilizarse. Después durmió por algunas horas sin decirle nada. Más tarde escuchó la puerta, pensó que era su padre, pero se desilusionó al ver a su hermana que llegaba con su uniforme de la secundaria. Rápidamente le empezó a contar todo lo sucedido. Con rabia su hermana aventó su mochila y comenzó a maldecir. Ella no entendía por qué gritaba tantas cosas malas a su padre. Gabriela enojada le gritó a Farah < ¡Papá nos abandonó!, ¡se fue el muy maldito!> corrió a la habitación, despertó a su madre y escucharon la terrible verdad. Eran ciertas las afirmaciones de Gabriela. Su padre se había ido para ya nunca más volver. La pequeña Farah con lágrimas en los ojos les dijo que su padre le había prometido que regresaría por ella, su hermana sonrió por el sarcasmo de su padre. Era una vil mentira lo que le había dicho. El dolor la llenó, la amargura y el pesar la hundió al perder a un ser amado. El último adiós de su padre significaba una mentira, significaba un abandono. Fue demasiado duro para ella saber que nunca más volvería a ver al hombre que algún día dijo que la quería y que ahora se había marchado dejándolas en la miseria.

Como dos ExtrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora