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—Nayeon — llamó Jeongyeon tocando la puerta de la habitación de la nombrada— Tus padres acaban de llegar, esperan por ti.

La coreana, sentada en su cama, al escuchar eso limpió sus lágrimas rápidamente mientras guardaba la única foto de bodas que tenía junto a Jeongyeon. En esta, ambas estaban sonriendo hacia la cámara, cualquier persona que la vieja podría creer que eran unas chicas felices, pero si analizaban bien... La única que tenía una sonrisa sincera, era Nayeon.

Y aunque eso era doloroso para la castaña, conservaba esa foto, porque aunque la sonrisa de Jeongyeon fuera falsa, estaba ahí, junto a ella, vestida de novia... Si tan sólo no hubiera sido todo una farsa, si tan solo hubiera sabido que terminaría enamorada de ella, jamás le habría propuesto ese maldito trato.

—Nayeon — volvió a llamar la peliazul desde la puerta.

Nayeon suspiró y se levantó de la cama, pasando sus manos por su rostro para quitar cualquier rastro de llanto. Puso una cara neutral y abrió la puerta, dando de cara con la causante de su locura y dolor.

—¿Dónde están? — preguntó con voz quieta.

—En la sala — respondió la menor y miró a la castaña unos segundos.

Piel pálida, ojos brillosos, rojos e hinchados. Dos años viviendo junto a ella no habían sido una total pérdida de tiempo, durante ese periodo, la coreana logró conocer a Nayeon al revés y al derecho, y justamente por eso, sabía que había estado llorando. Hace mucho tiempo la había visto de tal manera, pero nunca le había preguntado el por qué y esta vez, no fue la excepción. Tampoco es que le importara.

—Vamos — dijo la peliazul tomando la mano de Nayeon para bajar la escalera, debían aparentar.

La mayor miró sus manos entrelazadas y cerró los ojos, poniendo la mejor de sus caras mientras descendían. Vio el rostro de sus progenitores y mordió su labio, nerviosa.

—Cariño, que bueno verte — habló el hombre besando la frente de su hija— Te extrañamos mucho.

—Hola, papá — sonrió a duras penas y miró a su madre.

—Bunny — está vez fue su madre quien habló y en vez de regalarle un beso en la frente, la abrazó y aunque Nayeon intentó, no pudo sostener el llanto.

Se aferró al cuerpo de su madre y bajó su cabeza, apoyando su frente en su hombro mientras soltaba sonoros sollozos, alarmando a los dos adultos y poniendo un poco incómoda a la menor.

—Hija, por Dios, ¿qué sucede? — preguntó acariciando la espalda de su hija con preocupación — ¿Te pasó algo?

—No... — se separó lentamente sorbiendo su nariz — He estado muy sensible últimamente, los extrañé mucho.

—¿Segura que sólo es eso? — cuestionó su madre con inseguridad.

—Sí, no se preocupen —sonrió levemente – Estoy bien — mintió.

— B-Bueno, ¿quieren algo de beber? – intervino Jeongyeon mirando de reojo a Nayeon, quien miraba el suelo.

—Yo quisiera un whisky y para mi esposa una copa de martini – pidió el hombre amablemente – Y para Nayeon...

— Una copa de vino blanco dulce, lo sé — sonrió Jeongyeon.

Nayeon al escuchar eso sintió como su corazón saltaba en su pecho, no podía creer que la coreana recordara su vino favorito.

— Pasen a la sala, ya traigo los tragos — pidió la coreana a sus suegros y a su esposa, antes de dirigirse a la cocina.

— Dios, Nayeon, necesitas contratar a una mucama con urgencia, no es posible que sea tu mujer quien le sirva a los invitados – comentó su madre sentándose en el sofá — Es de muy mala clase.

— Mi mujer... — susurró perdida y luego parpadeó varias veces — Eh, sí, mamá, tienes razón... Lo tendré en cuenta.

– Sus tragos, señor y señora Im – anunció Jeongyeon llegando, tendiéndole una copa a la mujer y un vaso al hombre — Nayeon...

La mayor no respondió, simplemente se quedó mirando un punto muerto de la habitación, totalmente absorta dem mundo.

— ¡Nayeon! — exclamó Jeongyeon y la mayor la miró un tanto asustada – Tu vino.

— Ah, gracias — contestó con las mejillas sonrojadas — Lo siento, estoy algo distraída.

— Santo cielo, no me digas que estás nerviosa por la luna de miel — dijo su padre un poco divertido – Nayeon, hija, no es primera vez que vas a un viaje así con tu esposa.

— Yo también estoy nerviosa, la verdad —comentó la coreana con naturalidad sentándose a un lado de Nayeon — Hace mucho no salemos y este es un viaje especial para ambas, ¿verdad, amor? — sonrió tomando la mano de la mayor.

«Amor» aquella palabra se repitió en su cabeza, mareándola.

— S-Sí — asintió bobamente.

— Aw, ustedes son adorables — comentó la madre de Nayeon — No puedo esperar a ser abuela.

Tanto Nayeon como Jeongyeon se ahogaron con su trago al escuchar eso. Una porque la pilló desprevenida y la otra porque le causó un poco de recelos la idea, ¿hijos? Ni en un millón de años y menos con Nayeon.

— Eso es algo muy precipitado aún — habló Nayeon luego de toser.

— Pero no imposible — apuntó su padre con una sonrisa — Muy bien, tenemos que irnos —ambos adultos se pusieron de pie — Fue un agrado verlas, chicas, espero que su viaje sea hermoso.

— Así será, señor Im – aseguró Jeongyeon, aunque era totalmente falso.

Luego de un par de abrazos y un par de palabras, ambos se fueron, dejando a las chicas solas nuevamente.

— Al fin — suspiró Jeongyeon — Estoy cansada de esto.

— Tranquila — murmuró Nayeon saliendo de la cocina — En dos semanas ya serás libre y no tendrás que preocuparte ni por mí, ni por ellos — afirmó — Desapareceremos de tu vida, lo prometo.

La menor se quedó en silencio ante esa respuesta, a pesar de querer sentirse feliz con eso, no era lo que esperaba... Y no sabía exactamente por qué le causaba un sentimiento extraño el hecho de pensar en una vida sin la castaña a su lado.

FAKE WIFE | 2YEON (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora