El mensaje/ capítulo 2

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Desperté con un dolor de cuello infernal y no fue hasta que mi vista se acostumbró a la luz que me percaté de que me había quedado dormida en el suelo, junto a la puerta. 

Me levanté aún pareciendo un zombi y busqué lo mejor que pude mi móvil. Al encontrarlo, vi que tenía varios mensajes, algunos de mi madre (preguntando cómo estaba, si estaba comiendo bien... lo típico), otros de mis amigas (deseosas de tener una noche de chicas) y uno de un número desconocido. 

Aquel fue el primero que abrí.

Desconocido: Buenos días, Adoni. Lamento haber sido el causante de tus preocupaciones, aunque me gusta pensar que me piensas. Es raro. Pero así soy feliz. No sábes cómo me gustaría poder hacerte feliz a ti también, pero no me lo permites :(

Adoni.

¿Dónde había escuchado eso antes?

No me acordaba.

Mierda.

Con los dedos temblorosos y la mente aún en otro sitio escribí:

Alice: ¿Quién eres?

La respuesta no tardó en llegar:

Desconocido: No sabes cuánto me gustaría poder decírtelo, Alice.

Alice: pues dímelo.

Desconocido: no puedo. Aún no. Lo siento, Adoni.

Alice: ¿Y se puede saber por qué no puedes?

Desconocido: no.

Alice: ¿Sábes que te puedo denunciar, no?

Desconocido: Y tú sábes qué no lo vas a hacer ;)

No contesté más. Tiré el móvil al sofá y grité todo cuanto pude. ¿Lo peor? Que tenía razón, no era capaz de matar ni a una mosca, ¿ cómo iba a denunciarle? 

La alarma de mi móvil sonó, sacándome de mi hilera de pensamientos. La apagué y... se podría decir que... quizá... sólo quizá...mirase la bandeja de entrada, en busca de algún mensaje...y... puede que... me deprimiera un poco al ver que no había ninguno...

-¡LA HORA! MIERDA, MIERDA,MIERDA . CORRE.JODER. ALICIA- gritaba mientras me vestía y desayunaba algo rápido, aunque no tenía mucha hambre. Antes de irme, acaricié la cabecita peluda y pequeñita de Sofía, mi gata, me aseguré de lo fundamental (agua, comida, etc) 
************************************
¡Lo había conseguido!
¡Me habían puesto un 10 en el trabajo!
Necesitaba sacar la máxima nota, eso ayudaría a la final. Y lo había conseguido. Yo. Alicia. Alice. Adoni...digo...YO. La misma que nunca conseguía nada de lo que se proponía, literalmente, lo había conseguido. Quizá es verdad eso de que en la universidad mejoras todo tú.
Antes de darme cuenta, las clases habían acabado y estaba buscando la llave del apartamento en mi mochila. Al encontrarla, la metí en la cerradura y abrí. Tiré las llaves al sofá, junto al móvil y dejé la mochila al lado de la mesa frente a la tele.
Me senté en una de las dos sillas y alargué el brazo hasta llegar al sofá y coger el móvil.
Revisé la bandeja de entrada, pero no había nada.
Vacía.
Estaba completamente vacía.
Va-cí-a
He de admitir que ese simple hecho me decepcionó un poco -bastante-
Preparé té y comencé con los ejercicios que habían mandado para el lunes.
Ya era viernes.
Otra semana menos.
Faltaban exactamente 22 semanas para verano.
Este año tenía planeado ir de viaje a Nueva York. Pasaría allí la última semana de junio y la primera quincena de julio. Lo estaba deseando. Me había costado trabajo que me concedieran tantos días de descanso, pero tras muchas horas extras, varias situaciones -como la de ayer- y mucho rogar, lo había conseguido. Llevaba años sin poder ir a básicamente ningún sitio. Desde que mi padre se fue.
Cuando tenía 14 años, papá se fue de casa. La noche anterior, Anne -mi hermana - y yo, habíamos escuchado a papá y a mamá discutir, mucho. Que sí, que todas las parejas tienen que discutir, pero lo suyo sobrepasaba los niveles.
Anne y yo salimos de nuestra habitación compartida y nos dirigimos lo más silenciosas posible hasta la de ella. Nos quedamos tras la puerta cerrada, escuchando. Y no fue hasta que un sonido sordo se escuchó justo al otro lado, que no nos dimos cuenta de lo que estaba pasando.
Uno había pegado al otro.
A partir de ahí, todo pasó demasiado rápido.
En cuestión de milésimas de segundo, la puerta se abrió, provocando que tanto mi hermana, delante de mí, como yo, nos tambaleasemos. Papá salió de la habitación enfurecido, con los ojos inyectados en sangre y con un olor desagradable, cogió del pelo fuertemente a Anne y prácticamente la arrastró consigo escaleras abajo. Ella no paraba de chillar y yo me había quedado en shock. No podía moverme. No era capaz. Aquello no estaba pasando, no podía ser verdad.  Y no fue hasta que escuché dos fuertes llantos que conseguí reaccionar. Entré con la respiración agitada a la habitación y encontré a mamá, tumbada en el suelo, con el contorno del ojo izquierdo morado y pequeñas manchas de sangre en su blanco camisón. Me agaché frente a ella, tiré de uno de sus brazos y la recosté. Le rodeé el tronco con los brazos y, con toda la fuerza que fui capaz de reunir, tiré de ella hasta levantarla. A penas se podía mantener de pie. Dijo algo, un murmullo que no conseguí entender. Agarré su mano y la dirigí hacia la cama. Cuando ya estuvo tumbada, fui corriendo hacia la cuna que había en el otro lado y cogí a mi hermano pequeño de tres años, Alexandre, y lo coloqué en la cama, junto a mi madre, que le pasó torpemente un brazo sobre su pequeño cuerpo y lo atrajo hacia sí. Fui lo más rápido que pude hacia la que era mi habitación y busqué mi móvil o el de mi hermana en las dos mesillas de noche. El primero que vi fue el mío. Con los dedos temblando y todo el cuerpo en tensión, marqué el número de la policía. Bastó con darles la dirección y decirles un breve resumen de lo ocurrido para que se apresurasen a venir. Bajé, con la grabadora del móvil activada, hasta la cocina, de donde provenían los gritos desgarradores de mi hermana. La iba a matar. El hombre que consideraba mi padre, tenía un afilado cuchillo en la mano derecha, con varias manchas de sangre ya. Mi hermana estaba tirada en el suelo, intentando aferrarse a algo que la ayudase a poder ponerse de pie. Recorrí con la mirada rápidamente al hombre y, me percaté de que, dentro de la cinturrila del pantalón,llevaba una pistola. Él, al notar mi mirada fija en sí mismo, bajó la suya hasta donde estaba la pistola y la sacó rápidamente, apuntando de un lado a otro, a mi hermana y a mí. Quitó el seguro. Su dedo índice cada vez estaba presionando más el gatillo y, justo cuando creía que iba a disparar,  se escuchó un fuerte ruido en la puesta de entrada y, segundos después, esta estaba derrumbada en el suelo y dos policías armados con una pistola en mano como la de mi padre, entraron a la casa. Nos vieron de inmediato. Vi que hablaban , gritaban. Pero no podía escuchar nada. Lo que sí que escuché bien claro fue el sonido que produjo la bala al salir disparada hacia el pecho de mi hermana. Dio de lleno en el corazón. A partir de ahí, todo se volvió negro. Al despertar, estaba en el hospital. Tenía la fe de que cuando menos lo esperase , la puerta de la habitación se abriera y entrase mi hermana, pero eso nunca pasó. Ella estaba muerta.
A partir de ahí, todo cambió radicalmente. Me diagnosticaron agorafobia. No era capa de salir de casa. Para nada. Dejé los estudios. Perdí el contacto con mis amigos y familiares. Pasaba todas las horas del día encerrada en las cuatro paredes que eran mi habitación. Durante las dos primeras semanas, mi madre intentaba que hablase con ella, que intentase salir de mi cuarto, que comiera con normalidad, pero, al ver que todos sus esfuerzos estaban siendo en vano, se rindió. Pero, con el paso de los días, algo cambió. No sé exactamente qué fue. No sé si fue que veía una tontería privarme de todo lo que había fuera. No sé si estaba harta de estar encerrada. No sé si por fin había entrado en razón. Y no sé si fue que, de tantas insistencias, al final, lograron convencerme. Lo único que sé es que un día, al levantarme, fui a la cocina y, para mayor sorpresa, me encontré pidiéndole a mi madre que me llevase al psicólogo que, semanas atrás, había mencionado varias veces. Y así, empecé a salir. Así empecé a volver a ser yo misma. Así fui superando la pérdida de mi hermana. Y así, fue como descubrí que todo en exceso acaba siendo perjudicial.
************************************
Para cuando acabé todo lo que tenía que hacer, eran cerca de las siete y media. Y ... Como hoy no tenía que trabajar y había acabado lo relativo a la universidad y ya tenía arreglado completamente todo el tema del viaje, decidí que ... Un capítulo de The Big Bang Theory  no hace daño a nadie...
Y...puede que...ese capítulo...se...convirtiera en ...dos...y...esos dos...en tres...y esos tres...en diez...
Para cuando miré el reloj, eran casi las doce y fue justo en ese momento cuando me di cuenta de que llevaba sin comer desde el medio día. Aunque, como no tenía hambre , decidí no arriesgarme a incendiar el edificio, esta vez completo, para dejarme la mitad de la cena. No. No traía cuenta.
Me di una ducha calentita, escuchando de fondo As It Was de Harry Styles y cantando a todo pulmón. Cuando ya me había puesto el pijama, me empezó a entrar hambre. Fui a la cocina y empecé a rebuscar en los muebles de esta algo apetecible. Pero prácticamente estaban todos vacíos.
Nota mental: ir mañana urgentemente a comprar, tanto alimentos, como unas cortinas nuevas y un pijama que abrigue.
Mientras terminaba de escribir eso último, no pude evitar acordarme de la carta de ese desconocido. Inconscientemente miré la hora. Doce menos uno. Desde la escasa conversación de esta mañana, no he vuelto a saber nada más de esa persona, sea quien sea. Y la idea me alegra pero... También me entristece. Y no entiendo por qué. Si ni si quiera sé quién...
El timbre.
Acababa de sonar el timbre.
Miré rápidamente la hora, mientras me dirigía hacia la puerta de entrada.
Las doce justas.
Ni un minuto más.
Ni un minuto menos.
Como ayer.
Al abrir la puerta, está vez no había cartas como tal. No. Había un ramo de rosas azules, mis preferidas, con una pequeña nota dedicatoria.
Sé que son tus favoritas. Son bonitas, como tú. Pero sin hacer tantas preguntas lo eres aún más. Ahora mismo no te puedo dar la respuesta a ninguna. Sólo te puedo decir que pronto lo entenderás. Todo. Lo hago por tu bien, Adoni. Y no frunzas el ceño cuando termines de leer esto, ni empieces a mirar a todos lados, justo como estarás haciendo.
Te quiero, D.
"D"...¿Quién coño era ahora "D"? ¿Por qué está vez ha cambiado la letra? ¿Por qué ya no es "A"? ¿Habrá cambiado la persona también?
Sin ser totalmente consciente de lo que estaba haciendo, fui a la cocina, y cogí de la barra mi móvil.
Había un mensaje.
Del desconocido.
Desconocido: Sé que ahora tendrás más dudas y, para que veas que verdaderamente te quiero, te dejaré que hagas una pregunta. La que más te inquiete ahora mismo. Y te daré la respuesta. Una sincera y verdadera.
No me hizo falta pensar dos veces cuál sería. Lo tenía claro.
                  Alice: ¿Por qué ayer firmaste                     la carta con una "A" y hoy con una "D"? ¿Hay otras personas implicadas en todo esto?
Desconocido: En tres días sabrás por qué. No te desesperes, Alice. Aguanta un poco más. Y lo siento, pero me has hecho dos preguntas. Descansa, Adoni. Y no te quedes hoy dormida también en el suelo, por favor. No sabes lo mal que me sentó anoche verte allí dormida y no poder llevarte a tu habitación y arroparte, asegurarme de que no pasaras frío. Cuidarte. Poder ser normales. No me hagas hoy también pasar por lo mismo por favor. Te quiero.
Tenía el corazón acelerado y la cabeza a mil por hora. Seguro que si existieran los cerebros policía, a mi diminuto cerebro le caerían años y años de cárcel por sobrepasar en exceso el límite de velocidad.
Alice: ¿Cómo sábes todo eso? ¿Me espías? ¿Desde dónde?

Desconocido: Alice, Alice, Alice... El trato era una pregunta. Ya la has hecho. Mañana te contestaré otra. Piénsala bien. Te quiero. Descansa, Adoni.

Alice- Escribiendo....
Alice-  Escribiendo...
Alice-En línea....
Alice-Escribiendo...
Alice: Descansa, desconocido :)

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