6| Cielo de estrellas

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«¿Dónde estoy?» 

Se preguntó cuando las imágenes de la vida de Reiner dejaron de pasar por su mente, sentía que la cabeza le pesaba cientos de quintales. También tenía dificultad para mover su cuerpo, aunque poco a poco fue encontrando la forma de obtener mayor dominio sobre sus extremidades.

Cuando abrió sus ojos claros se sorprendió al no reconocer nada en su entorno ¿Dónde estaban los chicos? ¿Acaso no estaba en el castillo Utgard? ¿Estaba en un sueño? Gerda sopesaba en esa posibilidad, pero en cuanto miraba sus manos y tocaba su cuerpo las sensaciones eran demasiado vívidas como para estar soñando.

Una suave brisa chocó contra su cuerpo, la fría ráfaga erizó su piel e instintivamente intentó de cubrirse con los brazos para darse calor. Miró por encima de su cabeza y se encontró maravillada por los millones de estrellas que se desplegaban ante sus ojos, jamás había visto un cielo tan hermoso.

Miró a su alrededor y se extrañó que todo estaba rodeado de arena, a lo lejos pudo divisar un árbol que era iluminado con el mismo brillo de las estrellas. Gerda se aproximó a él con ojos llenos de fascinación tal como un insecto era atraído naturalmente hacia la luz.

Gerda caminó un buen tramo sintiendo pesado cada paso al caminar porque sus pies quedaban enterrados en arena. No obstante, le costó pensar en el tiempo que pasó intentando llegar al árbol, porque a medida que se acercaba, la joven era deslumbrada por un escenario de luces que se desplegaba en el cielo como una pintura viva dentro de un lienzo.

Los detalles del árbol eran cada vez más claros. Gerda entrecerró los ojos para distinguir las líneas del viejo árbol cuyas ramas parecían extenderse hacia la infinidad del cielo. Sin embargo, más que la grandiosidad de este, la joven sintió curiosidad por la figura humana que se encontraba sentada en la base del árbol. Se trataba de una mujer que ataviaba un vestido blanco que parecía brillar bajo las luces del cielo, su aspecto era reluciente, su cabello era tan blanco como el suyo, y sus ojos también eran iguales de resplandecientes... sus facciones eran tan familiares, pero no era capaz de identificar a la persona.

Desde cierto punto pudo distinguir que la mujer se encontraba leyendo un viejo libro cuyas tapas eran enormes y antiguas. La mujer se dio cuenta que no era la única persona en aquel vasto lugar. Sus ojos conectaron con los de Gerda, esta tenía una expresión mansa que le transmitió mucha tranquilidad a la joven.

La misteriosa mujer cerró el libro y se levantó de la enorme rama del árbol para acercarse a ella.

La mirada de Gerda brilló al observar la imponencia del paso de la mujer, conservaba una postura recta y elegante a medida que caminaba.

Gerda quedó frente a frente a esa mujer la cual le sonrió cuando observó la cara de desconcierto que tenía. Por su mente pasaban muchas preguntas, empezando porque le explicara qué era ese lugar y quién era ella, le chocaba bastante el hecho de que además de tener rasgos similares a los suyos también se pareciera a su madre, claro con un aspecto más joven y saludable.

—Bienvenida, hija mía... —la voz de la mujer era como seda a sus oídos, sumamente gentil y tranquila.

A Gerda se le heló la sangre cuando la llamó hija por el hecho de que esa mujer, quien sea que fuere, no era su madre realmente.

—¿Quién eres? ¿Por qué me llamas hija? ¿Te conozco?

De la mujer salió una suave carcajada, y luego llevó su mirada al cielo, en estos podían reflejarse perfectamente el reflejo de las estrellas.

—Mi nombre es Helga... y no, no me conoces.

La peliblanca arqueó las cejas mostrando su confusión.

Sancta Terra || Shingeki No KyojinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora