10| Confidencial

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Muchas cosas pasaban por la mente de Gerda Weber, a medida que iba conociendo más cosas sobre ella lograba entender menos. Tan sólo bastó con cerrar los ojos, y se sumió en una terrible penumbra donde la abarrotaron una serie de imágenes que la perturbaban porque veía cosas horribles de personas que conocía, por un momento creyó que le iban a explotar la cabeza... pero una vez volvió a abrir los ojos resultó ser como los sueños, tan pronto despertabas no eras capaz de recordar nada, o como en algunos casos, recuerdos lejanos que no lograban distinguirse con claridad.

Aun así, el nudo de desazón en la garganta no desaparecía.

Gerda recordaba muy claramente los espantosos momentos que sufrió al ser secuestrada por Rod Reiss junto a sus amigos, aun podía recordar con nitidez el ardor de la presión del aire caliente del cuerpo de Reiss transformándose en titán sobre la superficie de su piel, finalmente llegando a convertirse en aquella demoníaca criatura que se abría paso con furia hacia las murallas. No le gustaba imaginarse qué hubiese pasado sin la intervención casi milagrosa de la Legión.

Ahora Gerda Weber se encontraba acostada sobre la cama de la enfermería viendo el bonito día que hacía, su cuerpo estaba del todo recuperado, pero no podía decir lo mismo sobre el estado de su mente. Gerda Weber no se sentía bien desde que retornó de aquella pesadilla que vivieron con Rod Reiss, su cabeza estaba embotada y aturdida, le costaba pensar en otras cosas porque sus pensamientos siempre se dirigían a un mismo lugar...

-Su santidad... -le llegaba un sentimiento angustiante cuando recordaba ser llamada así. Intentaba acceder a los lugares más recónditos de su mente, en donde ella le había mostrado todo, pero terminaba completamente agotada... era como si una fuerza ajena a su voluntad le impidiera acceder más allá de lo que tenía permitido.

Gerda terminaba suspirando como una forma de liberar la frustración mientras dejaba caer su cuerpo sobre la almohada.

-Sacerdotisa... linaje... familia real... Nornas... Helga... maldición... profecía... -pronunció en voz baja esas palabras que daban vueltas en su mente, sentía como si estuviera a punto de darle un dolor de cabeza.

Profecía... ¿De qué se trataba esa profecía que defendió con uñas y dientes ante Rod Reiss? A Gerda todo esto le parecía absurdo, no podía creerse que aquello era el temible secreto que condenaba a Kristen a una vida llena de miedo, provenir de un temido linaje que resguardaba una supuesta profecía que no tenía muy claro de qué se trataba. Eso le daba miedo... pensaba que le daría menos miedo ser un titán cambiante como Eren, al menos en esta situación prefería eso más que cualquier otra cosa.

Gerda tan sumida en sus pensamientos que nuevamente empezó a hacer ese frustrante viaje interno que iba de los recuerdos de la noche anterior hasta su incredulidad respecto a lo que ella era, se desconectó completamente del mundo exterior, eran ella y esa verdad que se empeñaba en permanecer oculta. Detestaba que las cosas no fueran muy claras para ella.

-Gerda... -el llamado ajeno junto al suave toque una otra persona que recién había entrado en la habitación la devolvió a la realidad.

La joven de pelo blanco reaccionó con tremendo sobresalto que, también terminó espantando a la persona que tenía a su lado.

-¡Armin! -exclamó ella reincorporándose para auxiliar al chico que estuvo a punto de caer de sus propios pies- ¿Estás bien?

Gerda aún mantenía los ojos tan abiertos como platos debido a la sorpresa, pero inmediatamente sintió alivio al encontrarse con la presencia de su entrañable amigo. Honestamente, desde que Gerda abrió los ojos en ese lugar no tenía ganas de ver a nadie, y agradeció enormemente que durante la mañana nadie entrara salvo una soldado que le dejó el desayuno -el cual apenas había tocado-, tampoco deseaba ver a la nadie de la Legión. Sin embargo, Armin siempre sería una excepción, él era el único que con su presencia lograba sentirse a gusto y en calma.

Sancta Terra || Shingeki No KyojinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora