Un día como cualquier otro.

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     Hoy las personas están muy aceleradas. Si, si, siempre lo están, pero hoy las calles se ven más llenas que nunca, es como si hoy todos fueran tarde al trabajo o algo por el estilo.

     Que pereza, y pensar que igual tengo que ir a estudiar.

     No es como que sea un vago ni nada, pero se habla que este año comenzará el principio del fin, o más claramente, que se acabará el mundo. Claro que yo no creo en esas tonterías, pero al menos deberían dejarme usarlo como escusa para faltar al colegio.

     Igual ya no puedo volver a casa. Mi madre está allí, solo me ganaría un castigo o algo peor, que me lleve de vuelta a clases. Y tampoco es que tenga muchos amigos, así que igual no tengo a dónde más ir.

     Sin más opciones me puse de camino a la escuela. Al no poderme abrir paso entre la multitud me bajo de la acera y camino en plena carretera. Cuando se acerca un vehículo pienso que sería divertido que se saliera de control y atropellara a un par de personas y, ¿Por qué no, a mí también?.

     Se pensaría que estoy loco, pero lo digo porque estás calles dan asco. Hay huecos dónde quiera que mires, y mejor no hablar de la basura, que tapan el alcantarillado por completo. Quizás si hubiera un accidente tomarían consciencia de la situación y arreglarían este desastre.

     Pero no importa cuánto lo piense, nunca habrá una solución a tanto caos y desorden.

     El mundo está hueco e incluso sin propósito. Siendo así, ¿La vida misma tiene algún significado? O solo debemos vivir aferrados a lo que se supone es correcto, hasta que por fin nos alcance aquello a lo que no podemos huir, la muerte.

     Hoy quizás esté pensando demasiado las cosas. Es raro que me ponga tan filosófico. Pero ya van varios días en lo que no he podido dormir bien, las pesadillas no me dejan en paz. Siempre han estado a mi acecho, pero eran intermitentes, ahora parecen ser parte de mi subconsciente.

     Luego de un rato por fin he llegado al colegio. Y cuando digo rato, es eso, un buen rato. La verdad es que sí visite un lugar antes de venir aquí, así que llegue dos o tres clases tarde, pero al menos no pueden decir que no asistí, ¿Verdad?.

     Aún está por terminar una clase. Tendré que esperar a que el profesor termine su asignatura par poder ingresar al aula.

     Creo que están viendo castellano, y que bien que me la perdí, es mi peor materia. Y créanme que lo intente, pero irónicamente es como si me hablarán en otro idioma.

     Apenas acaba la clase entro al salón. Cómo siempre no saludo a nadie, y nadie parece voltear a verme. Me siento en el mismo lugar de siempre (El cuarto pupitre de la primera fila desde la izquierda) Y me tiró una siesta...

     O eso intenté. Casi de inmediato me despierta una de mis únicos dos amigos.

–Resuena a mi lado una voz conocida –¿Acabas de llegar y ya piensas quedarte dormido?.

–No fastidies –Conteste.

–Venga –Dijo él con energía –No hay razón para no saludar a tu mejor amigo.

–Bien, lo siento –Susurre –No hay escusa, pero estoy muy cansado.

–De acuerdo. Hablamos en el receso –Dijo entre risas.

     Ese peculiar chico se llama José. Él es mi mejor amigo desde hace, bueno desde siempre.

     Yo aún me sigo preguntando cómo es posible tal amistad si somos completamente opuestos. Él siempre está lleno de energías y es muy carismático, además saca buenas notas y es bueno en los deportes. En resumen le agrada a todos. En cambio yo por mi parte mucho hago con existir.

El trono de LuzbelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora