Ha pasado una hora desde que mi padre salió al trabajo. Ya va siendo tiempo de irme también.
Hoy especialmente no estoy muy ansioso por salir de casa. Estoy muy cansado, me cuesta tomar el aliento, casi como si tuviera rocas en mis pulmones y no me dejarán respirar adecuadamente.
Pero tampoco puedo quedarme aquí. No soportaría pasarme el día entero encerrado en mi habitación, así que de igual forma cojo mi bolso y salgo.
Está haciendo más frío de lo normal, no pude más que regresar a mi habitación por un suéter, pero estando allí me entra sueño de la nada. Exaltado salgo de inmediato del cuarto intentando desaparecer esa sensación de somnolencia.
Al salir de nuevo a la calle me doy cuenta de que está mucho más tranquila que antaño, aunque eso no me hace sentir mejor, suspiro por un momento y comienzo a caminar.
Hoy también tome una desviación. Por alguna razón siempre me dirijo aquí por las mañanas.
Es una pequeña plaza con una abadía a un lado. Es un lugar bastante pequeño pero hermoso, hablando de la plaza claro, porque aquella construcción, la abadía, es inmensa, aún más grande que la plaza y a veces me resulta incómodo de ver, pero en contraste con eso la plaza me hace sentir tranquilo. Es una extraña sensación y unión de emociones, que por alguna razón, no me permiten saltarme un día sin venir aquí.
Pero a decir verdad no me puedo culpar. No creo ser el único en sentiste así en este lugar. Dónde se está tranquilo y a la vez deslumbrado con ese piso de ladrillos rojizos, mucha vegetación de distintos colores, que dependiendo de la época del año te transmiten sentimientos distintos. Y un banco de cemento situado en el lugar perfecto, que al sentarse en el y mirar en dirección al cielo, puedes apreciar como las hojas de los árboles absorben la luz del sol, y pequeños espacios entre aquellas hojas permiten ver el hermoso azul del cielo, ofreciendo así un espectáculo visual que pareciera fuera de este mundo.
Cuando no estoy viendo el hermoso iluminado, me la paso jugando ajedrez con los ancianos de la plaza, y una que otra vez jugando yo solo. Si, solo, para poder recordar cuando jugaba con José después de clases.
¿Es que se puede pedir algo mejor?
Cómo siempre el tiempo aquí me pasa de forma distinta, al punto de que pareciera hacerse más lento cuando estoy aquí, y lo que para mí son solo unos minutos resultan ser varias horas.
Termino dándome cuenta de que ya es algo tarde gracias a una chica pelirroja y de hermosos ojos verdes, que siempre aparece por aquí a eso de las 10 de la mañana.
Ella se ve más o menos de mi edad, y aunque siempre está algo sucia y con las ropas desgastada, de alguna forma me llama un poco la atención.
He intentado hablar en varias ocasiones, pero siempre que lo intento se va de manera casi instantánea, como si se esfumará. Así que ya no le busco ni digo nada, para que al igual que yo, ella pueda disfrutar de tan mágico lugar.
Ya haciendo memoria ¿Cuando fue la primera vez que me enamore de este sitio?.
Creo que fue hace tres años.
En aquel entonces salí de compras con mi hermana y por andar jugando nos desviamos un poco del camino y acabamos aquí. Recuerdo que unos sujetos nos hablaron, eran parte de la abadía, ellos intentaron convencernos de entrar a su santuario y, es extraño, no puedo recordar si aceptamos o no. No tengo recuerdos de haber entrado, pero no recuerdo mucho más de ese día.
Sé que llegamos a casa y luego seguimos el día como de costumbre lo haríamos, y aun así no logro recordar cómo llegamos a casa ese día.
Claro que pasó hace ya tres años, no sería tan raro olvidarme de ello. Tampoco es un recuerdo tan especial.
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El trono de Luzbel
Misterio / SuspensoEn distintas culturas se habla del fin de los tiempos. El relato que más se ha dado a conocer es el del libro da la apocalipsis de la iglesia cristiana. Una especie de castigo divino dónde pagaremos todos nuestros pecados. ¿Que pasaría si...