7.

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Para Caspian la desaparición de Nefes siempre había sido un triste misterio. Y fue así, lo que había sucedido, aunque obviamente él no lo sabía, había sido sumamente triste.

Aquella vez Nefes, mientras nadaba por ahí, vio una piedra preciosa con forma de corazón en un lugar un poco profundo. Al instante pensó en tomarla para dársela a Caspian, y así poder confesarse sin necesidad de hablar ya que, al igual que él, pensó que podría arruinarlo a causa de los nervios.

Lo que ella ignoraba es que esa piedra había sido encantada por el espíritu que la había poseído, para que nadie pudiera tomarla. Apenas la punta de los dedos de Nefes rozaron la piedra, ella se congeló, quedando atrapada en el tiempo. Estaba dentro de una burbuja, muy profundo en el mar. Este encantamiento la hacía invisible a los demás, a no ser que fueran espíritus del mar. Es por esto que las misiones que Caspian había enviado para buscarla, nunca pudieron encontrarla.

Un día unas ninfas pasaron por ahí, y la vieron. Se compadecieron, y la ayudaron a liberarse. Ella les agradeció muchísimo, y se emocionó cuando las ninfas le dijeron que ya no había peligro si alguien más tocaba la piedra.

—Entonces si puedo dársela... —dijo Nefes más bien para si misma, mientras que miraba la piedra con una gran sonrisa

Las ninfas se miraron entre sí con una mueca, ya que al verla tan contenta, sintieron pena. Conocían el encantamiento que la piedra tenía, y no sabían por cuánto tiempo había tenido prisionera a la joven sirena.

Como no lo sabían, no quisieron decirle nada y arruinarle el momento. Quizás no había pasado mucho tiempo realmente. Pero cuando Nefes estuvo a punto de irse, las ninfas la detuvieron. ¿Qué tal si no encontraba a quien buscaba? ¿Qué tal si ya nada era como lo recordaba? No podían dejarla a la deriva.

Ambas la tomaron de las manos. —Si algo llegara a suceder, puedes buscar la Nación de Aslan. Quizás hasta puedas encontrar a los tuyos en ese lugar.

Nefes agradeció una vez más. Estaba tan ansiosa por ir a buscar a Caspian que no se detuvo a preguntar a qué se referían con eso. Nadó con todas sus fuerzas, sosteniendo la piedra entre sus manos hasta que al fin logró salir a la superficie.

Lo primero que vio fue un pequeño niño jugando a unos cuantos metros de la orilla, y la primera reacción de ella fue ocultarse. Le pareció extraño que hubiera alguien ahí. Nunca había visto a ninguna persona visitar ese lugar aparte de Caspian.

—¡Rilian! —escuchó la voz de una mujer a lo lejos.

—¡Rilian! —oyó esta vez la voz del hombre al que tanto amaba y su corazón se aceleró.

—Oh, Rilian. Estás aquí. —y vio a la mujer acercarse rápidamente al niño para cargarlo entre sus brazos.

La expresión de alegría se borró del rostro de Nefes. Cerró sus ojos y soltó un suspiro, sospechando sobre qué era lo que estaba presenciando. Y entonces lo vio.

—No vuelvas a escaparte así, hijo. Por favor. —un Caspian luciendo mucho mayor de lo que ella recordaba entró en escena para darle un abrazo al niño, y dejar un beso en los labios de su esposa.

Si algo llegara a suceder... Pero no. No podía ser real. No podía haber pasado tanto tiempo.

—Rey Caspian, Reina Lilliandil, Príncipe Rilian... —soltó un guardia jadeando un poco tras haberlos perseguido a causa del escape del pequeño—. Están bien. —dijo más relajado.

Una leve sonrisa se instaló en el rostro de Nefes. Al parecer yo tenía razón, todo siguió bien, pensó tras recordar todas las inseguridades que Caspian tenía respecto a ser rey.

Ella bajó la mirada y vio sus flores completamente marchitas. Ni siquiera eran flores, sólo restos. Deseo poder revivirlas, pero no sabía cómo hacerlo, había pasado mucho tiempo.

Estaba segura de que su desaparición había marchitado el corazón de Caspian, pero le alegró ver qué había encontrado la forma de hacerlo florecer. Por un segundo, Nefes deseó tener la capacidad de hacer florecer sus flores de nuevo, y que todo volviera a ser como alguna vez fue. Pero no podía. Sus flores estaban destrozadas, como una gran parte de ella en ese momento. Pero se aseguraría de hacer lo mismo que había hecho Caspian; trataría de ser feliz.

Lo que por un instante le asustó, fue pensar en que estaba sola una vez más. Pero recordó... Quizás hasta puedas encontrar a los tuyos en ese lugar. Eso le parecía imposible, pero aún así, su corazón se llenó de fe.

—Bueno, ¿nos vamos? —escuchó la voz del niñito. Lilliandil asintió, pero Caspian se quedó con la mirada fija en el mar. Apenas se había dado cuenta de dónde estaba.

—¿Caspian? —preguntó la mujer.

—Iré en un momento... —respondió distraído. Hacía años que no ponía ni un pie en ese lugar. Se sentía tan extraño estar allí de nuevo.

Nefes, ya decidida a buscar a los suyos, pensó en acercarse a Caspian para poder despedirse como era debido, pero acabó por decidir que no era una buena idea. Sólo lo contemplaría un poco más antes de irse para ya nunca regresar, esta vez, por decisión propia.

Se había sumido tanto en sus pensamientos que no se había percatado de lo mucho que él se había acercado a la orilla. Ella estaba escondida, pero no de la mejor forma, así que apresurada, se sumergió.

Caspian escuchó un sonido proveniente del agua, y corrió hasta meterse un poco en ella. Observó el mar en detalle, pero no había nada.

Pasó sus manos por su rostro con un poco de frustración. Miró sus botas, las cuales se habían mojado, y renegó un poco de eso, ya que Lilliandil se las había regalado hacía menos de una semana. Cuando quiso salir del agua sintiéndose un tonto por pensar que encontraría algo, tropezó, ya que pisó algo. Se agachó un poco para ver qué cosa fue lo que casi lo hizo caer. Vio un brillo en el agua causado por el reflejo de los rayos del sol, y no pudo evitar recordar el brillo de las escamas de Nefes. Con eso en mente, tomó esa cosa que brillaba, encontrándose con una piedra preciosa en forma de corazón. Ella la había dejado caer en su apuro por volver a las profundidades. Caspian notó que la piedra estaba junto a los restos de las flores de Nefes. Él se quedó estático por un momento. Luego cerró los ojos y apretó la piedra con fuerza.

Aunque su corazón ahora le pertenecía a Lilliandil, una gran tristeza siguió pesando sobre el recuerdo de Nefes. Aún le dolía. Le dolía saber que sin dudas algo malo le había ocurrido.

Cuando sintió un nudo formándose en su garganta, cerró sus ojos una vez más para no dejar escapar ninguna lágrima. Recordó entonces aquel día antes de abordar el Viajero del Alba. ¿En dónde estás ahora? Se preguntó cómo aquel día. Recordó también la respuesta que se había dado: En la Nación de Aslan... Quizás.

Ese día había decidido que sería la última vez que se haría esa pregunta. Y no lo había cumplido. Pero estaba bien, porque pensó que hacerse esa pregunta de nuevo, le daba la oportunidad de cambiar su respuesta, quitando el quizás de esta.

—¿En dónde estás ahora? —preguntó en un susurro mirando la piedra en su mano. Le dio un leve apretón y levantó la mirada hacia el mar—. En la Nación de Aslan. —sentenció con un asentimiento.

Observó la piedra una vez más, y la devolvió al mar. Al hacer eso sintió que por fin dejaba ir al recuerdo de Nefes. Él estaba bien, y ahora estaba seguro de que ella también lo estaría.

Aunque sabía que, a pesar de haber florecido nuevamente, una parte de su corazón siempre estaría marchita.

𝐅𝐀𝐃𝐄𝐃 ; Caspian XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora