IX

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Habían pasado ya unos meses desde aquella noche en la taberna, ninguno había vuelto a hablarse, mucho menos a buscarse, pues desde aquella noche el ánimo de ambos subió, por lo que sintieron que ya no se necesitaban.
O al menos por parte de Kaeya así fue.

Diluc por otro lado quería volver al peli- azul, quería hablar con él y aclarar ciertas cosas que lo estaban preocupando, ¿Cuál era su relación en aquellos momentos? ¿Lo que hacían era correcto?

Kaeya por otro lado se encontraba con el viajero, el chico no estaba con su compañera flotante, por lo que estaban platicando ambos tranquilamente, hasta que en un punto la conversación se volvió algo tensa, pues Kaeya noto cómo el rubio se sonrojaba cuando cruzaban miradas, por lo que los silencios aumentaron entre ellos.
Hubo un punto donde Kaeya se limitó a mirar con detenimiento al rubio, era muy lindo, piel clara, figura envidiable, cabello largo y muy bien cuidado, atento...

Al notar aquello el rubio no sabía que hacer, la mirada de aquel ojo azul de Kaeya lo tenía preso y sentía que podía ver a través de él, poniéndolo nervioso. Aether se sentía atraído en parte a Kaeya, pero sabía bien sobre aquellos rumores que corrían por el pueblo hacia su persona, por lo que quería guardar su distancia, pero ¿cómo poder hacerlo ante aquella mirada?

Kaeya entonces se acercó al rostro del rubio, viendo cómo este se paralizaba, tomó la parte trasera de la cabeza del menor y le susurro: ¿Cuanto estas dispuesto a darme?

El viajero se separó de su agarre, y le menciono que no estaba listo, que tenía miedo. Aquello le pareció gracioso al peli-azul, por lo que sólo tomó con delicadeza la mano del rubio y la beso, poniéndose de pie y haciendo notar su diferencia de altura se agachó hasta su rostro, miró los ojos que el menor tenía, unos ojos llenos de esperanzas y carisma, y recordó los de Diluc aquella noche, unos meramente de decepción.

Se separó del rubio antes de hacer algo, aquel recuerdo del que alguna vez amo lo detuvo, se sintió sucio y sintió como él peso de todas sus acciones lo jalaban al infierno que el mismo había construido. Tocó su parche, sintiendo el hueco que le quedó, y recordó su pasado, ¿cómo había terminado tan alejado a lo que su niño interior quería? ¿Porque siguió con esa vida?

El viajero tomó su mano, alejandola del parche y lo devolvió a la realidad, hacia eso para olvidar presisamente sus orígenes, quería olvidar todo de su niñez, quería olvidarse a sí mismo.

-Sr. Kaeya, ¿se encuentra bien? -mencionó con preocupación el menor, tomando su mano de manera cálida y recorfortante.

-Aether -el mayor disfruto aquel nombre- eres precioso.

El menor se sonrojo, y sólo atinó a sonreír de manera nerviosa, un gesto que a Kaeya le gustó, no sentía nada por aquel muchacho, pero si admitía que era lindo, aquel niño lo había apoyado y alentado desde que lo conoció, no había dudado nunca de él, a diferencia de Diluc, quien lo juzgo sólo para después hacer con él lo que los demás. Aquello de lo que Diluc se quejo tanto.

-Me tengo que retirar -hablo el menor ante el pequeño silencio y como manera de evitar que sucediera algo de lo que después se arrepentiria- cualquier cosa que ocupe llámeme.

Kaeya le sonrió y lo despidió, pero antes que el viajero se fuera el mayor beso sus labios, un tacto pequeño y lijero, un beso muy corto pero que hizo tan feliz al rubio, tanto que terminó abrazando al mayor.

Un abrazo... ¿Hacia cuanto tiempo alguien no lo abrazaba? Correspondió aquel abrazo de manera nerviosa, y entonces vio como el menor se marchaba, se sentía muy confundido, necesitaba olvidar todo, quería olvidar sus problemas una vez más.

Y así fue, terminó en una casa abandonada en alguna montaña de teyvat, con heridas por todas partes de su rostro, pero con las drogas que tanto amaba.

-No importa cuánto tenga que correr desgraciado, no podrías quitarme esto nunca -hablo al aire suspirando pesadamente por las múltiples heridas y moretones que le acaban de dar.
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[Algunos momentos antes]

-¿Porque estas aquí se nuevo? Ya te dije que no te volveré a dar mi producto.

-No quieres mora... ¿Qué te parecen 15 minutos? A cambio de la droga te doy sin costo la sesión -habló Kaeya rogando y con un tono "seductor" que parecía más desesperado que otra cosa.

El hombre se rio ante aquella sugerencia y aceptó su propuesta, iniciando inmediatamente quitándose los pantalones y forzando a Kaeya a agacharse a su miembro, para empezar ahí dicho "trabajito".

Kaeya sintió todo el asco del mundo, ¿porque se había reducido hasta ese nivel por unos polvos? ¿Cuando fue que todo su mundo se redujo a eso?.
Miró hacia arriba a ver a los ojos al hombre mayor que lo tenía agarrado del cabello de una manera brusca, sentía dolor en su cabeza por la fuerza con la que apretaba el agarre, y ni hablar de lo que su boca tenía que estar haciendo. Los ojos de aquel hombre se encontraban viendo hacia arriba, hasta en un momento donde lo miró directo a los ojos con una sonrisa burlesca y embistió la zona bucal del peli-azul con su miembro, provocándole arcadas al menor y que este posara sus manos en las piernas del hombre a manera de apoyo. Sin duda una escena repugnante para el menor.

Cerro sus ojos con pesadez y trato de recordar la mirada que aquella tarde el viajero le había dado, aquella mirada que sabía no lo juzgaba, pero volvió a la realidad tras un tirón de cabello anunciando que el hombre estaba por venirse, entonces molesto por la humillación que estaba recibiendo mordió el pene del señor, haciéndolo gritar de dolor y soltandolo, se levantó lo más rápido que pudo mientras el hombre se retorcía de dolor en el suelo, y tomó la mayor cantidad de sustancias que pudo, y sin más se hecho a correr.

Y así comenzó a correr lo más lejos que pudo mientras varios lo perseguían, hasta que en un momento un joven lo alcanzó tomándolo del cuello y tirándolo al suelo, todos empezaron a golpearlo, agradeció que no le hicieran nada sexual, prefería mil veces el dolor físico al mental.

Cuando los chicos pensaron que lo habían matado a golpes se fueron, dejándolo tirado, lo que no hicieron fue quitarle los polvos, por lo que se quedó acostado en aquel pasto sin ninguna prisa o molestia, estaba cansado.

Se levantó a seguir su camino cuando empezó a llover y se fue a refugiar a una casa vacía que encontró en una montaña, maldiciendo en voz alta. Recordó que hacía varias semanas el viajero le había invitado a pasar un tiempo a su casa, pensó en ir, pero no quería que lo viera en aquel estado por lo prefirió quedarse en aquella cueva y sin más comenzó a ingerir los polvos que robó, tratando de olvidarse de la humillación y dolor por los que acababa de pasar, no le importo tratar sus heridas, solo quería volver a ser "feliz".

Aquella noche se la paso en ese lugar, llorando y sin fuerzas para salir o recobrar la postura, solo estaba acostado, entre la tierra y algunas piedras, incluso sentía a las moscas o algunos animales pequeños rondar por ahí, pero estaba totalmente agotado.

Y sin más, cerró los ojos, tratando de encontrar felicidad en el último sobre de aquella sustancia que había conseguido.

Llévame Al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora