Comienza

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Tiro deportivo. Dos palabras, un arma en su mano, el desahogo de toda una jodida semana y un solo blanco.

Cuando era un niño, solía acompañar a su padre a practicar tiro deportivo a campo abierto. Desde los diez años comenzó a aprender de su padre y apenas tuvo edad suficiente para cargar un arma su papá le compró una propia.

Los tiempos en que compartía momentos así con su padre habían terminado hacia mucho, ahora él solía ser más seco y tosco a la hora de hablarle. Él le había enseñado a caminar, a montar bicicleta, incluso le había enseñado a perderle el miedo a las alturas; su padre era su mejor amigo, a él podía contarle cualquier cosa y entendería, le aconsejaría y le desearía lo mejor. Pero después del accidente todo cambio, como si fuese incapaz de mirarle a los ojos y aceptar que ese era su hijo, como si tuviera un imperfecto o si fuera un asesino, tal vez en parte lo era.

Ahora pocas veces hablaba con su padre, llamaba de vez en cuando y solo lo veía para las fechas de festividades, se había convertido simplemente en un colgante en su familia, incluso a veces, sentía que ya no pertenecía allí.

Le dio una última calada a su cigarro de canela y lo dejo caer a la tierra, estaba listo; se paró erguida mente y agarró la Ruger Redhawk con firmeza antes de disparar. Cada botella significaba un obstáculo diferente, y cada disparo era la solución, hipotéticamente.

Erín solía ironizar su buena puntería y precisión comparada a lo que le gustaba fumar, era que tuviera pulso de maraquero pero en realidad era todo lo contrario, tenía un pulso firme y cada vez afinaba más su puntería. Había participado en campeonatos y gracias a su precisión siempre había ganado el primer lugar, pero todos esos premios habían dejado de importar después de perder el apoyo de su padre.

A campo abierto, lejos de la universidad, Cole salía todos los sábados al ocaso para reunirse allí con su deporte favorito. Por extraño que sonara, disparar aunque fuera a unas simples latas y botellas le liberaban parte del estrés que cargaba con la universidad, su familia y la conciencia, mayoritariamente esta desde que había vuelto a ver en su vida a la latina pelinegra. El solo recordarla le erizo la piel e inmediatamente disparo a una lata, ya hacía semanas que ni si quiera se la cruzaba por la universidad, igualmente no es que lo quisiera así.

Regresó a su sedan y del baúl levanto un tapete falso donde guardaba sus armas, en la universidad no le permitirían ingresarlas así no más, por eso las escondía. Aunque claramente, jamás las había usado para atacar a alguien o en otra actividad que no fuera su deporte a miles de metros de siquiera un establecimiento. Lo que menos deseaba era meterse en problemas de ese tipo.

Sacó un rifle, apuntó concentrado en la lata, pensando en un rostro singular y disparó.

En una cafetería a algunas manzanas de la universidad, en una mesa apartada, debajo de una lámpara colgante y encogida en la silla; Candice leía concentrada uno de los libros de sus clases. Se aproximaban los parciales y no había entendido casi nada de las clases de las últimas semanas, los profesores hablaban un dialecto incomprensible para ella, era como si le hablaran en mandarín; cada vez estaba más segura de que eso no era lo que ella quería, pero si no lo era, ¿Entonces qué? Se cuestionaba la forma de averiguar su pasado, quería averiguar quién era y porque estaba allí,  sentada, sin conocerse a sí misma, ¿Pero quién le daría razón alguna sobre ella? Muchos interrogantes y a ninguno le podía dar una respuesta.

Paso a la siguiente hoja con desespero, no tenía ni idea de que iba a hacer para entender, si decepcionaba a sus padres dejarían de pagar su universidad y no tenía ahorros suficientes para pagarla por su cuenta. Igualmente, se volvía a preguntar ¿Era eso lo que ella quería? ¡¿Qué carajos quería?!

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2015 ⏰

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