³ ELECTROCARDIOGRAMA

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4 de abril, 2015.

Luna de sangre,
no visible para España.

Madrid, España.

     Como si Buenos Aires nos siguiera a cualquier rincón del mundo, como si su esencia sudamericana y argenta nos respirara en la nuca hasta el último día de nuestras vidas, Europa se convertía en nuestro hogar hacía ya 23 años.
Nunca antes había considerado aquellas tierras colonizadoras, un lugar habitable. Hasta que conocí a mi preciado Andrés, hombre de numerosos matrimonios rotos por su decisión que escupía para arriba abandonando a sus mujeres con sus respectivos hijos. Que parecía no tener el coraje suficiente como para enfrentar la crianza de una persona, hasta que me encontró a la deriva, con mi criatura bajo el brazo y se convirtió en nuestra familia.

La vida suele dar tantas vueltas que uno termina con vértigo, esta varieté del destino inesperado y la paternidad eran una mezcla extraña. Desde el momento en el que Ámbar creció a pasos silenciosos y atípicos, supimos que nuestra vida no sería la misma, ni tampoco la que habíamos proyectado en un primer momento. Sino, que sería muchísimo mejor.
Todo su entorno, daba vuelcos y giros junto con ella, una niña muy ávida de conocimientos que calculaba hasta el más mínimo detalle. He considerado muchas veces que en esa faceta, no nos parecemos en lo absoluto. Mientras ella se dedicaba a milésimas de segundos impensados, yo no era capaz de darme cuenta que mi niña, había crecido a pasos agigantados y era ya, una mujer.

— No existe nadie que luche más por su felicidad que estos esplendidos caballeros—.

Las agujas del reloj casi pisaban las seis de la mañana en el momento que me encontré frente a su imponente guarida, una casa abstenida de reformas y renovaciones. El siglo XVII estaba tan plasmado en cada uno de sus milímetros que parecería considerarse patrimonio de la humanidad, o de un bestiario de murciélagos. El espacio era intimidantemente lúgubre y el frío se encargaba de recorrer la columna vertebral de quien se atreviera a frenarse ante esa gran puerta. Dos bestias de inmaculado tallado, aguardaban en la entrada de esa mansión en los suburbios de Madrid, nadie apostaría a que la seguridad de ese temible lugar fuese plantada por una especialista en ciberseguridad, coronada por el MIT del Massachussets.
Si Buenos Aires y mi familia eran inseparables, la lluvia y la oscuridad eran tan unidos a ella como carne y uña.

— Querida, por el color de tus ojeras, deduzco que llevas... En total 600 días sin...—.

— Una mañana interrumpida por ti, y si te refieres a los cinco años que pasé diseñando el lente, son 1825 días— contestó minutos después, tantos que perdí la noción y posibilidades de calcularlos. Estaba seguro que mientras yo bebía uno de sus energizantes, ella llevaba la cuenta de incluso, cuánto gel llevaba mi cabello esa mañana.

— Nos esperan, apresúrate que llegaremos tarde, pequeña luciérnaga— advertí, viéndola digitar huellas en sistemas de inexplicable holograma, que tan solo ella era capaz de ver por su visor de realidad virtual.

— ¿Qué es tan importante para que madrugues un domingo y pierdas una mañana sin hacer el asado, papá?— preguntó en las calles de Madrid, sus abrigos oscuros sobrevolaban por entre las gotas de lluvia y algo en el arco de sus cejas gruesas, provocaba imponencia. Por sobre todas las cosas, la curva en el puente de su nariz delataba una innegable procedencia argentina.
El contraste generado entre la oscuridad de sus prendas, era causado por un intrépido color amarillo en accesorios y remera que mostraba el logo del peligro.

— Nada, hija mía, se escapa de tus sentidos. Ahora mismo tienes el control, tu presión nerviosa, la saturación de tu sangre y todos los signos vitales que te acontecen. Incluso, tus pasos son tan simétricos que en el sistema de tu ciencia, los semáforos reverdecen ante vos. Pero si hay algo que no puedes controlar, es la maravillosa mente de tu padre.

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2023 ⏰

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TRADICIÓN FAMILIAR, raquel murilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora