De camino a la escuela pensé solamente en él. Evocaba el beso de la tarde anterior con tanta vergüenza como anhelo. «Somos novios. Así que está bien.» Pero mi nueva realidad se me hacía extraña y excitante a la vez. Tan novedosa cosa me estremeció hasta que entré a la sala.
Pero me vi completamente desilusionada, pues Jacinto no se presentó a la escuela ese día. Me sentí ansiosa y preocupada. Pensé que pudo haberle pasado algo. «Ni siquiera nos hemos compartido nuestros números. Debí habérselo pedido ayer.» Por temor y vergüenza de que supieran de mi nueva situación sentimental, guardé silencio y esperé al siguiente día. Pero Jacinto volvió a faltar. Entonces mi preocupación se volvió punzante; me revolvía las entrañas y tenía en vértigo mi corazón. No aguanté y le pregunté a mis amigos por Jacinto.
—¿Quién es? —me preguntaron. Les expliqué. Les dije todo de él: su cabello y ojos oscuros; su semblante serio; su personalidad silenciosa; su capacidad atlética tan destacada pero inadvertida; sus buenas notas, e incluso el puesto en el que se sentaba. Solo después de terminar caí en la cuenta de que parecía como toda una doncella enamorada.
—Javiera, allí no se sienta nadie. —El estupor que sentí fue tal que no dije una palabra en todo el día. Me sentí terriblemente confundida, e incluso asustada. Jacinto era real. Yo lo vi muchas veces. Lo observé durante días. Me lo encontré fuera de la escuela. Conversamos. Pasé tiempo a solas con él antes del festival del colegio. Compartimos una tarde inolvidable en el pasillo al atardecer. Nos besamos. Sus labios eran reales y cálidos. Y yo lo sé, porque lo sentí, y jamás me equivoco en eso: estaba lleno de amor por mí, igual que yo de él. No entendía.
Así que fui al lugar en el que nos besamos. Me quedé atónita al notar que la escalera por la que había subido Jacinto ya no estaba allí. «No puede ser. Yo lo vi subir a la azotea.» Pero las escaleras estaban al otro lado del edificio.
Fui directamente a la dirección de profesores para aclarar el asunto. Allí me encontré con la subdirectora. Le pedí un momento para hablar y ella accedió sin problemas. Le pregunté por Jacinto. Ella abrió los ojos como platos cuando mencioné su nombre.
—¿Jacinto?
Entonces lo describí, con tanto detalle como a mis amigos. No había terminado cuando la subdirectora se echó a llorar. Mi pasmo y confusión fue tal que no supe qué pensar. ¿Qué estaba pasando? No entendía nada. Solo sabía una cosa: Jacinto y yo éramos novios, y nos queríamos. Así que necesitaba encontrarlo, saber de él. Pero la profesora me dio una respuesta agridulce que aclaró las cosas de un modo completamente inesperado.
—No puedo creerlo. Así que todavía seguía por aquí. Fue mi compañero en esta misma escuela. —La subdirectora me contó que él le había confesado su amor secreto por ella, pero como a ella no le gustaba, lo rechazó. Las cosas habrían salido bien si solo se hubieran quedado allí—. Era tan ingenua. No debería haber hecho lo que hice. —No solo no le gustaba, sino que le aterraba su carácter silencioso y sombrío. Así que le pidió a sus compañeros que la cuidaran de él. La situación pasó de advertencias a un bullying ciertamente severo. Sin embargo, Jacinto no era hombre que se dejara humillar, de modo que le dio una paliza a un compañero que lo sacó de quicio, cuando le llenó la mochila de basura líquida y yogur podrido. Jacinto recibió un perdón exclusivo por parte de la escuela, pero solo porque su comportamiento había sido intachable, al menos hasta ese incidente. No obstante, murió socialmente, y toda la escuela comenzó a ignorarlo. Hundido en la soledad, Jacinto entró en una depresión severa que no pudo compartir con nadie, ni siquiera con sus padres, pues más tarde se sabría que no mantenía ninguna clase de relación personal con ellos; trabajaban mucho, y en casa lo único que hacían era dormir y ver televisión. Jacinto se suicidó pocos días antes del fin de año. Y la única persona de su aula que asistió al funeral fue la subdirectora, porque se sintió culpable de su trágico destino. Jamás compartió su desdicha con nadie, pues estaba decidida a arrastrar esa espina en el corazón por el resto de su vida. Pero el día en que me presenté frente a ella y le hablé de Jacinto, su espíritu se quebró por completo.
La historia me conmocionó por completo, pero aun así, hubo algo que tuve que sacar en ese mismo instante, porque después no habría tenido sentido. Tanta fue mi indignación, que abofeteé a la subdirectora y le grité una serie de improperios que nunca antes había proferido en mi vida. Cuando acabé, mi rostro estaba lleno de lágrimas cristalinas y sinceras.
—Lo quiero. Es mi novio. ¿Volverá?
—¿Tú novio, dices? —preguntó la subdirectora, perpleja.
—¡Sí, es mi novio! ¡Necesito verlo una vez más! ¡Quiero abrazarlo! ¡Quiero que me rodeé con sus fuertes brazos otra vez! Era tan cálido...
La subdirectora entendió lo que pasaba. Jacinto no volvería, y eso era definitivamente lo mejor para él. Pero tuvo un costo: alguien más tuvo que heredar el sufrimiento; esta vez, en una forma distinta. Cuando Javiera cayó de rodillas, la subdirectora se acuclilló junto a ella y entonces la abrazó y trató de consolarla.
—Tranquila. Jacinto también te quiere.
—Quiero que vuelva. Quedamos en que saldríamos un día. Dijo que nos veríamos pronto.
—Lo ayudaste a encontrar la paz. Fuiste la persona más importante para él, seguro que sí.
Lloré como una niña, y no solo esa tarde, sino muchas noches, sola en mi cuarto, pensando en el chico que dejó una grieta insalvable en mi corazón. Deseé morirme, para así reencontrarme con Jacinto, pero la escasa esperanza de volver a verlo en los rincones de la escuela me impidió dar el paso final. «Tranquila. Nos veremos pronto», me había dicho esa tarde inolvidable. «Somos novios. Y nos queremos. Por eso este dolor es para siempre.» Y con esa determinación viví el resto de mis días, con un hueco que yo no pude llenar jamás, pero algún día, sí mi alma en el más allá.
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UN CHICO QUE NADIE VEÍA
RomanceJaviera es una chica simpática de buena posición social en su escuela. Por casualidad se empieza a interesar en el chico tranquilo que no socializa demasiado, pero que curiosamente es muy aplicado en todas las materias, incluso educación física y de...