Casi corrí por la acera para llegar a la que era mi zona más apetecible de toda la ciudad.
El cartel llamativo daba verdaderas ganas de ingresar en el lugar y no salir nunca más. Y ojalá fuera así.
Tenía los auriculares conectados a mi móvil mientras escuchaba música y me paseaba por las agradables y hermosas calles de Las Vegas. Afuera, la noche amenazaba con llegar.
Observé los edificios que se plantaban imponentes por toda la ciudad. Las luces esparcidas por todo el lugar daban un aire elegante y moderno al ambiente. Había unos pequeños charcos extendidos por ciertas partes del suelo, debido a la época del año en la que nos encontrábamos y las lluvias que se presenciaban al largo del año. El reflejo de los brillantes y grandes edificios relucían bajo mis pies. Lo cierto es que era una ciudad preciosa.
Iba tan concentrada en mi mundo, que no me percaté del empujón que di involuntariamente a alguien, enviándolo al suelo en el acto.
—Mierda —me lastimé, quitándome un auricular y dejándolo colgando por dentro de mi sudadera. Me puse de cuclillas y me agaché para comprobar que el sujeto estaba bien. —¿Estás bien? Perdóname, no te vi y...
Me detuve de sopetón al ver quien era.
Chico de altura mediana, moreno y con los ojos color miel.
—No pasa nada. Estoy bien, gracias —dijo él, levantándose con una mueca.
Nuestras miradas se unieron y él me sonrió con delicadeza, transmitiéndome una agradable sensación.
Yo lo miré muy fijamente, entrecerrándole los ojos.
—¿Qué? —dijo él al ver lo callada y concentrada que estaba observándolo. —¿Tengo algo en la cara? —insistió, bromeando.
Yo parpadeé y negué con la cabeza, confusa.
—Yo... Lo siento. No te vi, nada más —me disculpé.
—No te disculpes, me ocurre a menudo —indicó sonriéndome afablemente.
Yo le devolví el gesto y reanudé mi camino.
Su rostro... Lo conocía. Lo había visto en algún lugar.
Agité la cabeza mientras me ponía de nuevo el auricular dentro de la oreja, espantando recuerdos que claramente no eran reales, o al menos efectivos.
Me reñí a mí misma por no ser un poco más discreta con la inspección que le hice al pobre chico.
Siempre tuve una insinuación casi perfecta con lo que ocurría a mi alrededor, por eso siempre sabía todo lo que tramaba la gente.
Aquel chico... Su sonrisa era tan real que no pude resistirme y me volví para observar si aún seguía allí. Para mi sorpresa, lo encontré mirándome fijamente, mientras movía la boca disimuladamente, como si estuviese hablando con alguien. Aunque, claramente no iba acompañado por nadie.
Al instante en el que él se percató de mi vuelta inesperada, giró sobre sus talones y fue en dirección contraria de donde me encontraba parada entre la multitud de gente.
Desde que tenía uso de razón, desarrollé algo parecido a un don. Sabía cuándo la gente mentía, lo que tenían en mente; sus ojos eran el foco de todo lo que pasaba por su cabeza.
Mi instinto en aquel momento fue extremadamente aterrador. Saqué rápidamente el móvil de mi bolsillo, y pulsé para que empezara a grabar. Acto seguido, me lo llevé al bolsillo trasero de mis vaqueros y lo situé de tal manera que la cámara quedara al descubierto para que capturase todo aquello que ocurría a mis espaldas, pues yo no lo podía ver al menos que me girase, y eso sería bastante llamativo y poco profesional.
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ADICCIÓN AFECTIVA
Teen Fiction"La dependencia está relacionada con la seguridad de tener a alguien, aunque la compañía sea espantosa" - Walter Riso. ¡EN PROCESO!