CAPÍTULO 4

36 2 0
                                    

Miraba fijamente y con el claro resentimiento al señor Denell mientras explicaba lenta y aburridamente el sector de neurología y sus características. Sinceramente, ese factor era el que menos me importaba de la medicina. Opté por centrarme e intentar no dormirme. Saqué una hoja en blanco y, como algunos compañeros más, comencé a tomar apuntes a la par que el profesor explicaba. Y, por fortuna, después de una larga hora, el timbre retumbó por todo el centro, indicando que la clase finalizaba. Bueno, en realidad en este caso mi día acababa, pues esta era mi última clase.

Y, como la mujer responsable que me consideraba, me quedé nuevamente sola en el aula, recogiendo mis cosas. Enith no tardó en asomarse por la puerta y ponerme mala cara.

—Deja de hacerlo ya, hazme el favor —se quejó mi amiga otra vez al ver que era la última en salir.

Yo sonreí y me colgué la mochila de un solo hombro.

—Jamás te fallaré, querida —dije pasando por su lado y saliendo del aula.

Ella me escrutó con sus oscuros ojos y no tardó en seguirme hacia fuera.

—Oye... quería, bueno... pedirte un favor —su voz consiguió que mis pasos se detuviesen y se girasen hacia mi amiga, intrigada.

—¿Qué favor? —no pude evitar sonar extrañada.

Lo que aprendí durante estos años de Enith era que odiaba pedir favores a los demás. No le gustaba depender de alguien y esperar a que, en cualquier momento, la otra persona decidiese cobrarse dicho favor.

—Bueno es... es una estupidez, pero necesito que lo hagas.

Yo no respondí, solo asentí y esperé impaciente a que mi amiga me dijese aquello tan importante.

—Hace unos días que... —carraspeó y sus ojos hicieron contacto con los míos —, bueno... me siento... observada.

Aquello hizo que mis cejas se hundieran y que todos mis sentidos se centraran en ella.

—¿Qué quieres decir?

Enith carraspeó de nuevo y sonrió falsamente, negando con la cabeza.

—Es... nada, déjalo.

Entonces, como si de un balazo se tratase, un puñado de imágenes regresaron a mi mente. Abrí los ojos de par en par y mi cabeza comenzó a atar cabos sueltos.

—Enith —la penetré tanto con la mirada que noté el temor surcando de sus bonitos ojos. —¿Por qué dices que te sientes observada?

Un puñado de recuerdos de hace unas semanas se instalaron en mi mente, poniéndome la piel de gallina. No me habían vuelto a suceder situaciones extrañas, como las de hace unas dos semanas. Supuse que había sido cosa de una mala equivocación con mi parecido físico con alguien, o sencillamente, una broma de mal gusto.

No volví a saber nada del tal Aron Hernández, y creí que realmente era quien decía ser. Aún guardaba su tarjetita en el cajón de mi mesita de noche. No pensé en llamarlo, y no porqué la oportunidad que me estaba ofreciendo fuese mala, simplemente algo en mí me decía a gritos que aquello no era lo que me hacían creer.

Hasta ayer, que cogí la tarjetita y pensé en llamarlo, al fin y al cabo, desaprovechar una oportunidad así era una completa estupidez; aunque, después de marcar los números indicados, no tuve la suficiente valentía como para llamarlo.

Intenté meterme esas ideas en mi alocada mente, y decirme a mí misma que no era un misterio que debía resolver, simplemente lo dejé pasar..., hasta que Enith lo dijo.

Noté como Enith se tensaba y tragaba saliva, nerviosa e inquieta.

—Yo... bueno, debería contarte algo, Alyn.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 22, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

ADICCIÓN AFECTIVAWhere stories live. Discover now