3. UN FAVOR INAUDITO

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—¿Qué harían si de pronto un día, una extraña mujer, que nunca habían mirado en su trabajo, entra a tu despacho y te pide un favor inaudito? — Pregunta Ariel Rhys, a sus amigos sentados en una mesa de un club, compartiendo como cada sábado.

—¿Qué favor? Tienes que ser más específico para poder contestar correctamente— responde Feliz, mientras le da un sorbo a su bebida.

—Ariel, es verdad lo que dice Feliz, si no das detalles como vamos a responder eso. Depende del favor que hablas— agrega Oliver.

—No me lo puedo creer todavía chicos, es que es tan inaudito, alocado, tan inusual, tan de todo, que aún no me repongo. Pero lo peor no fue eso, lo peor fue lo que vino después.

—¡Oye, ni que estuvieras escribiendo una novela de misterios! —Salta Feliz—, acaba de contar que fue, me tienes de lo más intrigado.

—A mi también—, dice Oliver, apoyando sus codos en la mesa para prestar toda la atención a su amigo.

—Empezaré por el principio, diré de quién se trata, aunque bueno, ustedes no la conocen. El caso es que el otro día, me quedé como siempre hasta tarde en el trabajo. Eran más de las diez de la noche, cuando de pronto tocaron a mi puerta, me asusté. Luego pensé que era el custodio y dije adelante. Y no lo van a creer, la piel se me puso de gallina ante la imagen que tenía en mi puerta.

—¿Quién era?

—¿Un fantasma?

—Ja, ja, ja, es en serio Feliz, no te burles. No era un fantasma, sino una mujer.

—¿Una mujer a esa hora en la empresa?

—Como se los cuento. Lo peor no era eso, es que yo nunca me había fijado en ella, es como decirles, es extraña, si esa es la palabra, extraña.

—¿Cómo extraña? ¿Es fea?

—No es que sea fea, pero no es una hermosura que resalta por la manera que es. Aunque tiene tremendo cuerpo y belleza que descubrí después.

—Espera Ariel, espera, sigue contando en orden. Describe el momento en que la viste en tu puerta.

—Está bien Oliver. Cuando la puerta se abrió estaba allí esta chica, vestida con un pantalón todo roto, ya saben como eso que están de moda, con una camisa que le llegaba a las rodillas, y encima un enorme abrigo llenos de bolsillos. Su pelo lo tenía en una trenza que le caía por el lado. Usa espejuelos, pero podía ver sus ojos increíblemente negros. Nunca había mirado unos ojos tan negros y grandes como los de esa chica.

—¿Qué quería a esa hora sola en la empresa? ¿Cuántos años tiene?

—Ella trabaja en la empresa, en el almacén. Y debe tener veintitantos años. Ya te digo, si la he visto antes fue muy poco.

—Está bien, ¿qué quería?

—Les contaré exactamente la conversación.

—Está bien.

—Adelante— dije pensando que era el custodio como les dije.

—Buenas noches, señor director— dijo ella con una voz muy bajita, casi inaudible. Qué hizo que levantara mi cabeza.

—Buenas noches —respondí realmente intrigado—, disculpe, no sé su nombre— le dije con honestidad.

—No hay de qué, nadie lo sabe, me llamo Camelia, pero todos me dicen Lía—contestó nerviosamente

—¿Lía? —pregunté, más por hacerla, que siguiera hablando, que por interés.

—Es una broma de unos amigos. Pero señor, disculpe que lo haya molestado, pero necesito que me haga un favor urgente. Sé que puede sonar inaudito, y hasta me tomará por loca, señor. Pero le juro que todo lo que le voy a decir es verdad, por eso necesito que me haga el favor o me lleve urgente al hospital. Aunque, prefiero que me haga el favor, porque no estoy en condiciones de tener gastos extras, pero si no quiere o no puede, lo voy a entender, señor, porque sé que no soy lo que usted suele tener, lo sé...

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⏰ Última actualización: Apr 04, 2022 ⏰

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