Qué sortilegio lanzó tu beldad en este plenilunio perenne.
Dime mujer de exuberante hermosura: qué ambrosia das a los hombres para que obedezcan con presura a cada una de tus palabras.
Qué perfume destila tu belleza, capaz de rompe las cadenas de la voluntad, y abroga el juicio de los mortales.
¡oh mujer! qué vate vaticinó este destino, qué Ayo nos asistirá ante la infinita beldad que aherroja las conciencias de los mismos dioses.