¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mikey permaneció en el asiento trasero del auto, tenía la mirada perdida en lo que había del otro lado de la ventanilla en tanto Alice se concentraba en realizarle una felación y Kaori hacía intentos mediocres para que él la besara.
—Mikey— le llamó la castaña tomándole el rostro con ambas manos para plantarle un beso sobre los labios, el azabache no la rechazó, quizá estaba pensando de más las cosas y era mejor disfrutar de ese buen momento que preocuparse por nimiedades.
Draken lo miraba por el retrovisor del auto, una cosa es que Sanzu tuviera que aventarse el maratón de sexo en el asiento trasero, pero no entendía porque carajo él debía hacerlo. Ken no quería estar siendo espectador de cómo dos de sus amigas se quitaban la ropa y le daban una mamada en conjunto a su cuñado. Dirigió su vista al frente buscando evitar el contacto visual pero de un momento a otro sintió un hueco en el estómago, algo no estaba del todo bien, había algo que lo molestaba y ese algo era un auto de color negro aparcado bajo un árbol, no era el auto, ni tampoco el echó de donde se encontraba estacionado, la sospecha recayó en la cantidad absurda de colillas de cigarro bajo la ventana del conductor lo que lo hizo saber que llevaba demasiado tiempo en ese lugar siendo que aquella calle era única y exclusivamente para entrar a la residencia de Mikey. Tomó la decisión de no acelerar, prefería no interrumpir a esos tres con sospechas meramente vagas. Tras conducir unos metros sintió un escalofrío al ver la caseta de vigilancia vacía, freno de golpe al no poder entrar a la mansión.
Mikey empujó a Kaori a un lado, la caseta vacía lo alertó de inmediato, las luces de la casa permanecían apagadas en su totalidad y eso no era común. Abrió la puerta haciendo que Alice cayera de espaldas al suelo y descendió del vehículo para entrar a pie en compañía de Draken.
Ken no quizo decir nada, prefirió mantener silencio guiándose junto al azabache con cautela hacia la residencia, observando con molestia como los cuerpos de los guardias estaban acumulados cerca de la entrada.
Mikey sintió su cuerpo temblar, había deseado muchas veces la muerte de Isobel pero no esperaba que ese deseo fuera acompañado de toneladas de culpa. Entraron con cuidado en la casa, despejaron juntos una zona tras otra, el poco personal yacía muerto en el suelo y lo único que faltaba era encontrar el cuerpo de su esposa.
—Ya no hay nadie— Draken guardo su arma —Hicieron un desastre— torció la boca como si pensara en lo sucedido. Parecía ser que el ataque que había llegado a ellos horas antes solo fue una distracción, pero al mismo tiempo le parecía una tontería pues Isobel solo era esposa de Mikey por nombre y nada más.
—Izzie— murmuró, su mirada se quedó perdida y su rostro se puso pálido —Aún no encontramos a Izzie.
—¿He?— lo observó de reojo, se notaba claramente perturbado y supuso que quizá ella le importaba un poco más de lo que pudiera admitir.
