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Habían ido a exterminar de manera prolija a toda la mafia rival y sus alianzas, todo lo llevaron acabo en una noche, lo que era de por sí insólito catapultándolos de esa manera como la mafia más prolifera e importante de todo Japón. Nadie se quería meter con ellos porque ahora el bajo mundo tenía la certeza del poder de la Tokyo Manji. No hubo bajas y Mikey se comportó como una bestia destruyendo todo a lo que le ponía el ojo encima, demostró no solo su capacidad, dejado claro lo despiadado que podía tornarse en un segundo.
Se dedico a buscar con paciencia al hombre que se atrevió a dañar a su esposa y junto a su par de hombres más sadicos se encargó de hacerlo sufrir.
Le hicieron lo mismo que él le hizo a ella guiados por el video. Les pidió a ambos que le introdujera una botella de vino por el culo al sujeto «X» y golpearan la base con un martillo hasta que esta entrara o se rompiera en su ano rasgando así sus cavidades, tras romperse la botella tomaban otra y repetían el proceso hasta que pasaron los minutos de la violación de Isobel. Mikey tomó una navaja y le escribió «Ramera» en cada parte del cuerpo hasta que no quedó un espacio en blanco, eventualmente lo dejó desangrarse en tanto desde una silla le arrojaba ácido con una pistola de agua a las heridas abiertas.
Draken se sentía extrañado, Mikey no era de la clase de hombre que gozara de la tortura y aún más se encontraba preocupado por la herida de bala que tenía en el abdomen la cual se negaba a dejar que le atendieran.
—Deja de ver el video— Draken pidió desde su posición, él fue espectador en ese lugar de todo lo que esos tres le hicieron al cadáver que ahora yacía en el suelo lleno de señales de tortura.
—Ciento cincuenta y cuatro veces, ciento cincuenta y cuatro...— se quedó pensativo unos momentos, odiaba que ella lo hiciera sentir de ese modo. En verdad se sentía culpable. Odiaba tanto a Isobel por despertar esos sentimientos.
—¿Eh?— Draken no comprendió sus palabras.
—Ciento cincuenta y cuatro veces, Isobel pidió por Mikey— Kazutora pateo el cuerpo en el suelo —Que hijo de puta, en el infierno me voy a volver a dar gusto contigo— pasó una mano a través de su cabello, él solo la recordaba del día de la boda; en aquel entonces todos pensaron que ella era bonita y tenía un aire alegre que les hizo sonreír, ahora esa mujer estaba marchita y en ese video destrozada.
Sanzu por su parte tenía la vista perdida en la grabación, él rostro de Isobel le movió algo en el pecho, sus ojos tristes y esas lágrimas que no dejaron de brotar hasta que perdió la conciencia, en definitiva había disfrutado tomarse venganza por su señora.
—No quiero que digan nada— Mikey ordenó, no quería que nadie supiera de ese video.
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