Capitulo: 1

1.3K 80 43
                                    

Ana.

 — Ana, hoy a las cinco de la tarde tienes que mostrar el penthouse del escala a un posible comprador. — dice mi jefa, Mariana, sacando la cabeza por la puerta de su oficina, con el cansancio reflejado en su semblante.

Se porqué tiene esa expresión de cansancio en el rostro. El penthouse del escala esta en el centro de la ciudad. La parte más cara de Seattle. Desde que se puso a la venta, no ha hecho más que subir su costo en los últimos meses, y es una de las razones por las que no lo hemos podido vender. Los posibles compradores se desaniman casi al instante de enterarse del escandaloso costo que su dueño dispuso por el. Nada menos que doce millones de  dólares. ¡Que locura!

Aunque nunca he ido a verlo en persona estoy segura que para estar valorado en esa tremenda de fortuna debe ser, opulento y muy pomposo. Apartamento de pijos, para gente pija.

  — ¿Tan tarde? — le digo, y consulto la hora en el móvil. Las cuatro de la tarde, ya casi es hora de irme. Estoy segura que ayer antes de irme le he comentado que hoy me iría temprano a casa. ¿Lo hice? — Te recuer… — empiezo, pero me hace un gesto con la mano y me callo.

  — Si, ya sé que avisaste con tiempo que hoy no trabajarás hasta tarde, pero ese penthouse me puede, Ana. — sus ojos parecen cansados y me está suplicando con la mirada.— y el señor Williams solo dispone de tiempo a esta hora, y sabes lo que estamos batallando para venderlo. Y si no logramos venderlo en estos meses tendremos que dejar que otra compañía de bienes raíces se ocupe de el. Sería una lastima perder esa comisión.

Si, lo sabía. Pero eso no quita que yo no tenga planes para hoy.

¿Tengo planes? No. Pero que no los tenga no cambia nada. Cuando firmé con la compañía de bienes raíces de Mariana me asegure de que podía tener un día libre, aún así nunca lo utilizo. Hasta hoy que quería llegar temprano a casa y pasarla con Jon no con un desconocido ¿ Quién se cree que es el señor Williams para disponer una hora? Seguro es un idiota, arrogante y estirado que no acepta un no por respuesta. De unos cincuenta años y debe estar forrado en pasta para querer ver el penthouse.

Suspiro, estoy cansada.

Mi jefa me devuelve el gesto cansado y me súplica con la mirada que vaya. —Asiento,— mi baño de espuma tendrá que esperar por mi unas horas más. Le mandaré a Jon un mensaje diciéndole que me prepare la bañera para cuando llegue a casa. Espero y me diga que si, nunca lo hace, pero voy a darle el beneficio de la duda.

 — Me mandas la información a mi ordenador, por favor. — le pido.

Mariana asiente con la cabeza.

 — Eres la mejor, Ana. — me halaga. Luego desaparece en su oficina.

Dos minutos después me llega toda la información del penthouse que debo conocer. Ubicado en el centro de la ciudad, edificio escala, con ascensor que llega directamente al penthouse.

Ochocientos metros cuadrados, segunda plata. Ocho habitaciones con cuartos de baño cada una. La habitación principal con terraza, vistas a la aguja espacial, sala de cine, sala de juegos. Y lo último que leo en el informe me hace no poder evitar que los ojos se me salgan de sus órbitas y reboten en mi mesa. Una piscina y helipuerto para que sus huéspedes dispongan de un helicóptero privado y puedan aterrizar.

¡Dios santo! Mundo de pijos.

Un cuarto para las cinco me despido de mi jefa quien tiene la cara puesta en el ordenador. Parece estresada y me compadezco de ella.

— Ya me voy, Mariana.

Alza la vista del ordenador hacia mi.

 — Suerte, Ana. Y lo siento por quitarte tu tarde y no dejarte ir temprano a tu casa. — se disculpa y su tono es sincero. Luego vuelve a fijar la vista a su ordenador.

ETHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora