Los matices de un día en el cual la fiebre no me detuvo

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¿Es necesario describir cada sensación potencialmente hermosa que generaste en mi ser casi muerto, como lo encontraste en partes? Yo creo que no, nuestro público quizás espera eso, un pequeño sector tedioso, tan hiriente como virulento, es normal, pero no sucederá, yo tengo la sierra necesaria para herir a quien te hiera, Virginia.


Antes era peligroso por el simple hecho de estar deprimido, desolado y con la mente que tú sabes que tengo, que has leído como tu revista dominical no favorita, pero sí entretenida. Ahora soy más peligroso por todas estas cosas que había olvidado que podía sentir, mírame, hace unos meses escribía en su mayoría de asesinos en serie, fantasía y alguna que otra cosa de este género, lo sigo haciendo, pero hay una parte de mi mente que sigue pegada a ti como un niño, creo ser uno en el fondo, tú me lo demuestras, me das a entender que por muy maduro que pueda ser siempre seré un niño en busca de entendimiento, preguntándote cosas que a veces no sabes, pero que respondes porque sabes que odio muchísimo el silencio entre tú y yo a menos que haya alguna canción de fondo, algo de La Dispute, como lo que escucho ahora.


Sabes mi pequeña obsesión con tu piel, hablamos e inconscientemente te acaricio los brazos o el cuello, veo tu yugular, respiro en tu cuello y en tu pecho como si llevara una enorme cantidad de tiempo viviendo allí, puede que así lo sea, estos días han sido tan desgarradoramente felices que he olvidado la tristeza que de vez en cuando ves en mis ojos. Tu intención de que esté más pendiente de los estudios es admirable, abrocharme el botón de la camisa que siempre olvido abrochar mucho más, preocuparte por la fiebre que me agobió mientras compartías tu calor conmigo asombrosamente hermoso, las tonadas suaves que toqué en tu pecho han sido las más utópicas que he tocado en mi vida, no siento una utopía contigo, tal sensación nunca tocará mi ser y el de algún otro, es un espejismo, demencia pura, pero sí siento un país tan calmado y suave que me es imposible no reír e intentar ser feliz.


Mi madre se ha asombrado de que deje el cigarro con tanta convicción, supuso la razón humana, no dijo nada más que deseaba una felicidad mutua entre tú y yo, creo que tenemos eso, lo he sentido y casi estallo, mi cuerpo ha soportado un sinfín de cosas, buenas y malas, pero esta estabilidad es tan hermosa que a veces debo detenerme y tocarte, como te dije, para estar seguro de si esto es real o si sigo siendo un adicto a las drogas.     


No soy de pedir que nunca me dejen, pero de donde te recostaste el día de hoy, de tu pareja con plena fiebre, te pide a gritos tanto como yo te pido en voz clara que me acompañes en este camino hacia la creación de lo que prometí: un universo interno en donde sólo tú tienes la llave de la casa en la que yo estoy encerrado, mi verdadero yo, el que tú conoces, porque a los otros yo jamás los conocerás de verdad, porque creo haberte dicho que me preocupa tu seguridad, y ellos son el antónimo, yo precisamente no soy un sinónimo de seguridad, pero mis brazos te han protegido de las cuchillas que cuelgan por todo el mundo.


Te quiero tanto como para querer ser el mejor.

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